Matar a Hitler
Un libro de sus a?os barceloneses y una nueva biograf¨ªa traen al presente a Dietrich Bonhoeffer, te¨®logo alem¨¢n ejecutado por intentar asesinar al F¨¹hrer
Apuntaba Hegel que los grandes hombres son aquellos que en su tiempo tuvieron conciencia de lo que era necesario. Dietrich Bonhoeffer (Breslau, 1906), adem¨¢s de uno de los te¨®logos m¨¢s importantes del siglo XX, fue un hombre que tuvo esa conciencia, que ¨¦l llam¨® ¡°teolog¨ªa de lo concreto¡±, y que llev¨® hasta las ¨²ltimas consecuencias: morir por intentar salvar al resto. Rompi¨® la distancia entre pensamiento y acci¨®n, y ello lo destin¨® a ser un profesor que en clase ense?aba que Cristo significaba libertad, a ser pastor para crear comunidad y, finalmente, a acabar ahorcado en el campo de concentraci¨®n de Flossenb¨¹rg, acusado de estar detr¨¢s de la conspiraci¨®n que intent¨® asesinar a Hitler.
A pesar de lo prematuro de su muerte, dej¨® una obra que ha marcado el pensamiento teol¨®gico contempor¨¢neo, y que hoy sigue suscitando un profundo inter¨¦s. Buena prueba de ello es la reciente publicaci¨®n de la biograf¨ªa Extra?a gloria. Vida de Dietrich Bonhoeffer, escrita por el profesor Charles Marsh y publicada por Trotta, editorial que el pasado 2018 tambi¨¦n ha editado las cartas y textos escritos durante la temporada que el pensador alem¨¢n pas¨® en Barcelona, en la Comunidad Evang¨¦lica de la capital catalana, y que se recogen bajo el t¨ªtulo de Comunidad y promesa.
En 1939, Hitler anunci¨® su objetivo de destrucci¨®n de la raza jud¨ªa. Y el te¨®logo decidi¨® pasar a la acci¨®n
Hijo de familia numerosa, culta, comprometida y adinerada ¡ªsu madre era condesa y su padre fue uno de los psiquiatras m¨¢s importantes de Alemania¡ª, espiritual sin llegar a ser estrictamente religiosa, el joven Dietrich sinti¨® muy pronto la llamada de la fe: ya de ni?o jugaba a bautizar en el jard¨ªn de su casa, y con 13 a?os sentenci¨® en una comida familiar que ¨¦l solito se encargar¨ªa de reformar la Iglesia. Poco despu¨¦s de la muerte de su hermano mayor, al que un proyectil alcanz¨® de lleno en la Gran Guerra, Dietrich anunci¨® a su familia que hab¨ªa decidido hacerse te¨®logo. Sus primeros viajes, a Roma, donde vivi¨® apasionado la Semana Santa, y luego a Tr¨ªpoli y Espa?a, fueron labrando su fe. En Barcelona vivi¨® meses alegres y tuvo tiempo para recorrer el pa¨ªs, desde el Rastro de Madrid, donde compr¨® un ¨®leo ¡°a mi parecer muy bueno e interesante, firmado por Picasso¡±, hasta Sevilla, donde qued¨® embelesado con ¡°la cantidad de muchachas bien ataviadas y de una distinguida belleza que se ven por la ciudad¡±. Ya durante esos a?os de juventud fue comprobando c¨®mo su vocaci¨®n espiritual se iba volviendo cada vez m¨¢s humanista, m¨¢s concienciada de lo que acabar¨ªa llamando un ¡°cristianismo arreligioso¡±, que se centraba en el lenguaje del amor, y no en las otras perversiones a las que se acercaba lo religioso.
Como recuerda Charles Marsh en esta quiz¨¢ definitiva biograf¨ªa, ya en la primera frase de su tesis doctoral advert¨ªa: ¡°En este estudio, la filosof¨ªa social y la sociolog¨ªa se utilizar¨¢n al servicio de la teolog¨ªa¡±. Pero verdaderamente era ¨¦l el que se pon¨ªa al servicio de los otros, a la atenci¨®n de los dem¨¢s. Y este sentimiento se solidific¨® durante su primer viaje a Estados Unidos, en septiembre de 1930, donde conoci¨® al profesor Reinhold Niebuhr, un te¨®logo que defend¨ªa que ¡°la pregunta sobre c¨®mo analizar la situaci¨®n social para responder a sus necesidades era m¨¢s relevante para la teolog¨ªa que todo el an¨¢lisis morfosint¨¢ctico al que se ve¨ªan sometidas las sagradas escrituras¡±. El coraje y la honradez del profesor acab¨® contagiando al joven alem¨¢n, cuya visi¨®n de la teolog¨ªa cambi¨® definitivamente cuando or¨® junto a los negros de Harlem en la iglesia Abisinia. A partir de ese momento su teolog¨ªa pas¨® a ser m¨¢s accesible, que no evidente, y, como apunta Marsh, comenz¨® a buscar en las tradiciones cristiana y jud¨ªa la inspiraci¨®n para la paz y los valores de la ciudadan¨ªa.
Sin embargo, mientras Dietrich crec¨ªa como persona en Estados Unidos, su pa¨ªs se hund¨ªa en el fascismo. En una carta recibida, su hermano Klaus le avisaba del auge de la extrema derecha, y advert¨ªa que si esos sentimientos consegu¨ªan captar tambi¨¦n a las clases cultas, pronto ser¨ªa ¡°el fin de esta naci¨®n de poetas y pensadores¡±. No se equivocaba. Poco tiempo despu¨¦s, el 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado nuevo canciller del Reich. El nazismo lleg¨® al poder, a las facultades y a grupos eclesi¨¢sticos que acabaron formando los Cristianos Alemanes (CA), que afirmaban que ¡°Dios hab¨ªa escogido un nuevo Israel, el volk alem¨¢n. Llegaron incluso a convencerse de que Jes¨²s no hab¨ªa sido jud¨ªo¡±. La barbarie se consolid¨® el 7 de abril, cuando el Reichstag aprob¨® el p¨¢rrafo ario. Bonhoeffer, ya casi en calidad de disidente teol¨®gico, dec¨ªa a sus alumnos que ¡°la ¨²nica esperanza estaba en el beb¨¦ nacido de padres jud¨ªos, no casados, en el apartado poblado de Bel¨¦n¡±. Expulsado poco a poco de la Universidad, sigui¨® ofreciendo su magisterio en la direcci¨®n de seminario de la Iglesia Confesante en Finkenwalde, un espacio libre de nazismo al noroeste de Berl¨ªn. Entre sus disc¨ªpulos conoci¨® a Eberhard Bethge, que acab¨® siendo su fiel compa?ero hasta el final, y quiz¨¢ el gran amor ¡ªno consumado¡ª de su vida.
A principios de 1939, Hitler anunci¨® su objetivo de destrucci¨®n total de la raza jud¨ªa. Y el te¨®logo decidi¨® que hab¨ªa llegado la hora de pasar a la acci¨®n. Entr¨® a formar parte de la resistencia clandestina con un ¨²nico objetivo: matar a Hitler. Mientras tanto no dejaba de escribir. En su libro ?tica (Trotta, 2000) apuntaba que ¡°la Iglesia guard¨® silencio cuando debi¨® haber gritado, porque la sangre de los inocentes clamaba al cielo¡±. En la resistencia dur¨® hasta el 13 de marzo de 1943. Ese d¨ªa un compa?ero introdujo una bomba de relojer¨ªa en un avi¨®n al que deb¨ªa subir Hitler. Pero el detonador fall¨®.
Cuando llamaron a la puerta de su casa, la noche del 4 de abril de 1943, Bonhoeffer estaba sentado en el escritorio de roble donde tantas horas hab¨ªa pasado desde su infancia. Antes de que se lo llevaran, le dio tiempo a esconder el manuscrito de esa?tica entre una viga. Durante su duro cautiverio, a pesar de lo limitado del papel, sigui¨® redactando cartas y escritos que Bethge reunir¨ªa m¨¢s tarde en el famoso libro Resistencia y sumisi¨®n (S¨ªgueme, 2008), convertido hoy en un cl¨¢sico de la literatura teol¨®gica.
En Barcelona vivi¨® meses alegres y pudo recorrer el pa¨ªs, desde el rastro de Madrid hasta Sevilla
La noche del 8 de abril fue declarado culpable y condenado a muerte. A la ma?ana siguiente, ¨¦l y otros compa?eros fueron conducidos desnudos a la horca. El m¨¦dico del campamento que lo acompa?¨® en sus ¨²ltimas horas afirm¨® que vio al pastor ¡°arrodillado y rezando fervorosamente a Dios¡±. A?adi¨® que, de nuevo, en el lugar de la ejecuci¨®n, hab¨ªa pronunciado una breve plegaria, antes de subir los ¨²ltimos escalones ¡°valiente y sereno¡±. Quiz¨¢s fueron los vers¨ªculos 19-20 del salmo 119, el m¨¢s largo de todos los salmos, que tanto lo acompa?¨®: ¡°Mi alma se consume deseando tus juicios en todo tiempo¡±. Pero sus posibles ¨²ltimas palabras que pasaron a la historia fueron: ¡°Esto no es el fin para m¨ª; es el comienzo de la vida¡±. Ten¨ªa 39 a?os.
Comunidad y promesa. Dietrich Bonhoeffer. Traducci¨®n de D¨¢maso Eslava y Olga Albasini Trotta, 2018. 264 p¨¢ginas. 19 euros.
Extra?a gloria. Vida de Dietrich Bonhoeffer. Charles Marsh. Traducci¨®n de Fernando Garc¨ªa Mend¨ªvil. Trotta, 2018 568 p¨¢ginas. 35 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.