Slow TV: ?qu¨¦ diablos es este programa y por qu¨¦ no puedo dejar de mirarlo?
El 1 de enero sucedi¨® una cosa muy extra?a en la televisi¨®n auton¨®mica de Arag¨®n: 'El viaje', que sigui¨® el recorrido del Canfranero
El 1 de enero sucedi¨® una cosa muy extra?a en la televisi¨®n auton¨®mica de Arag¨®n. A las 21.24, en acces prime time, la franja m¨¢s competitiva y codiciada, program¨® una producci¨®n documental propia titulada El viaje, que consisti¨® en seguir durante cuatro horas el recorrido del Canfranero, el tren que renquea desde Zaragoza hasta la vieja estaci¨®n de Canfranc, adentr¨¢ndose en los Pirineos por una v¨ªa tortuosa, sin electrificar y echada a perder. Sin locuci¨®n, sin montaje, sin m¨²sica, sin recursos narrativos. El plano fijo de una c¨¢mara anclada en el frontal del tren que daba la visi¨®n del maquinista. Tan sopor¨ªfero, desesperante e interminable como el viaje de verdad.
Las reacciones en las redes pasaron del desconcierto y el cachondeo a la intriga y la confesi¨®n de que muchos se hab¨ªan rendido al poder hipn¨®tico ¡ªy narc¨®tico¡ª de las v¨ªas. ?Qu¨¦ diablos era aquello? ?Arte contempor¨¢neo? ?Un experimento de control social? El viaje fue trending topic en Twitter y obtuvo una cuota de 6,9%, superior a la que La Sexta y Cuatro lograron en Arag¨®n, y muy superior a la que esperaba la direcci¨®n de la cadena, que vendi¨® su propuesta como ejemplo de slow TV y aludi¨® a un precedente de 2009 en la tele p¨²blica noruega, que emiti¨® siete horas de viaje en tren desde Bergen hasta Honefoss.
No creo que cuaje en el resto de Espa?a la rebeld¨ªa de una tele peque?a de un rinc¨®n donde vive poca gente, pero es admirable esa forma de tirarse a la piscina sin agua y de transgredir todos los mandamientos comerciales cat¨®dicos, que condenan como pecados graves los planos fijos y largos sin palabras. En una tele estridente aquejada de horror vacui, la ¨²nica forma de llamar la atenci¨®n es el minimalismo radical. La imaginaci¨®n y la elegancia son recursos de los pobres, y si las auton¨®micas quieren dejar de ser los palanganeros de los caciques de cada campanario y reencontrar un discurso y una raz¨®n de ser, tendr¨¢n que tirar de silencio y de desconcierto.
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