La ¨²ltima tienda que quedaba
El eclipse de His Master¡¯s Voice, la cadena brit¨¢nica de grandes tiendas de m¨²sica
Es una de esas noticias que causan consternaci¨®n en el pa¨ªs de origen, pero pasan desapercibidas fuera de sus fronteras. Hundida en la insolvencia, His Master¡¯s Voice (HMV) espera al administrador que decida el destino de la cadena, con 125 tiendas y 2.200 empleados. Curiosamente, el problema b¨¢sico no reside en la m¨²sica ¨CHMV era el m¨¢ximo proveedor de formatos f¨ªsicos en el Reino Unido, por encima de Amazon- sino en la oferta audiovisual: la competencia de Netflix y similares ha hundido las ventas de DVD y Blu-ray.
A partir de aqu¨ª, pueden dejar de leer los millennials. Para ellos, resultar¨¢ inconcebible que los amantes espa?oles de la m¨²sica pop debieran viajar regularmente a, por ejemplo, Londres para adquirir discos. Puntualicemos: se viajaba por otras obligaciones y luego aprovech¨¢bamos para surtirnos de discos (e informaci¨®n). Cada musiquero ten¨ªa sus abrevaderos favoritos pero, muchas veces, la urgencia obligaba a recurrir a HMV, con sucursales en la High Street (la calle comercial) de cualquier pueblo o ciudad. En Londres, su establecimiento bandera, inaugurado hace casi cien a?os, sigue en Oxford Street.
Esa tienda tiene conexi¨®n con la saga de los Beatles: a principios de 1962, Brian Epstein pas¨® por all¨ª para que le prensaran copias (acetatos) de temas extra¨ªdos de la cinta de prueba que el grupo hab¨ªa hecho para Decca; el t¨¦cnico a cargo de aquel servicio detect¨® algo especial en aquella grabaci¨®n incierta, rechazada por Decca. Tras un par de llamadas, organiz¨® a Epstein una cita con George Martin, entonces un productor an¨®nimo en EMI, la empresa matriz de HMV. Ya saben lo que vino luego.
La hoy desaparecida EMI era una discogr¨¢fica de vocaci¨®n imperialista, con filiales por todo el planeta. De rebote, las tiendas HMV contaban con una secci¨®n de Internacional bastante surtida. En los a?os 70, cuando todav¨ªa no se hab¨ªa formulado el concepto de world music, en Oxford Street uno pod¨ªa conseguir elep¨¦s llegados de Brasil, Nigeria, India, L¨ªbano e incluso Espa?a: era uno de los pocos lugares de Londres donde se vend¨ªan discos de Paco de Luc¨ªa ?o Julio Iglesias! Y luego estaba el enternecedor detalle del logo, basado en La voz de su amo, famoso cuadro de Francis Barraud donde el perro Nipper parece escuchar atentamente un gram¨®fono.
Debo confesar que HMV no era mi megastore favorito. Prefer¨ªa la Tower Records de Piccadilly Circus, con su ambiente furtivo (abr¨ªa hasta las 00.00) y su stock desbordante. Y todav¨ªa suspiro por las primeras tiendas Virgin, que permit¨ªan pasar las horas muertas escuchando discos raros con auriculares, tumbado a la bartola. Queda activa una peque?a cadena, Fopp, todav¨ªa hoy de visita obligada por sus precios bajos y por su manifiesta simpat¨ªa por escritores, cineastas y artistas de culto.
?Una soluci¨®n milagrosa para lo que queda de HMV? No conviene hacerse ilusiones: hace a?os que clausuraron sus almacenes en Canad¨¢ o Estados Unidos. Sus ¨²nicos megastores que parecen prosperar son los situados en Jap¨®n. La Tierra Prometida para los que buscamos m¨²sica que se pueda agarrar con las manos pero, ay, cae demasiado lejos y mejor no hablemos de los precios.
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