Relatos sagrados
Urge comprender por qu¨¦ millones de creyentes han votado a individuos tan poco piadosos como Trump o Bolsonaro
En su testimonio del campo de exterminio, M¨¢s all¨¢ del crimen y del castigo, Jean Am¨¦ry anota que en Auschwitz ten¨ªan m¨¢s capacidad de sobrevivir los prisioneros fortalecidos por creencias inquebrantables, religiosas o pol¨ªticas: testigos de Jehov¨¢, rabinos ultraortodoxos, militantes comunistas. Para ¨¦l, que era un hombre incr¨¦dulo y racionalista, un intelectual laico, el horror del campo no ten¨ªa l¨ªmites, y el sinsentido lo minaba casi tanto como el hambre o la crueldad. Para los creyentes en un dogma sin incertidumbres, en una visi¨®n completa y cerrada del mundo, el sufrimiento extremo encajaba de un modo u otro en un devenir providencial establecido por Dios o por la necesidad hist¨®rica. Al solitario la persecuci¨®n lo anula sin dificultad; al creyente le fortalece en su fe y lo une m¨¢s todav¨ªa a la comunidad de los otros fieles, al grupo escogido de los m¨¢rtires y los h¨¦roes. El perseguido es tambi¨¦n el elegido. En ¨²ltimo extremo su sacrificio encontrar¨¢ recompensa en la vida eterna, o en su equivalente marxista, el para¨ªso comunista al final de la historia. A Jean Am¨¦ry ni su talento literario ni su sofisticaci¨®n intelectual le sirvieron de mucho. Jud¨ªo sin fe, superviviente sin orgullo, se suicid¨® en 1978. En un libro apasionante de erudici¨®n hist¨®rica y fuerza imaginativa, La creaci¨®n de lo sagrado, dice Walter Burkert: ¡°La dominaci¨®n opresiva es m¨¢s f¨¢cil de soportar si el opresor a su vez es oprimido por un dios¡ Una respuesta ¨²ltima, aunque no emp¨ªrica, a la dolorida pregunta ¡®?por qu¨¦?¡¯ puede hacer tolerable la aflicci¨®n¡±.
Hasta hace no muchos a?os se supon¨ªa, al menos en Europa, que la religi¨®n era un fen¨®meno en declive, una de tantas reliquias de tiempos m¨¢s oscuros que desaparecer¨ªan seg¨²n avanzara la modernidad, igual que las enfermedades infecciosas, o que el analfabetismo. Pero m¨¢s all¨¢ de unos pocos pa¨ªses occidentales en los que est¨¢n vac¨ªas las iglesias, la fuerza y la influencia de las religiones se extienden a m¨¢s velocidad que el cambio tecnol¨®gico, en muchos casos sacando ventaja de ¨¦l; y, m¨¢s desolador a¨²n, el descreimiento religioso, all¨ª donde s¨ª se produce, no va acompa?ado por un avance de la racionalidad, sino por sustitutivos pseudorreligiosos que pueden ser m¨¢s insensatos y m¨¢s irracionales todav¨ªa, incluso, si se presenta, no menos sanguinarios. Hay quien deja de creer en Dios pero cree en Nostradamus o en esos hor¨®scopos que por alg¨²n motivo intrigante publican en Espa?a todas las revistas femeninas, pero no las masculinas; y quien est¨¢ dispuesto a dar la vida por su fe, o por su patria, o por su equipo de f¨²tbol, puede decidir que tambi¨¦n est¨¢ dispuesto a dar de paso las vidas de otros.
Quien est¨¢ dispuesto a dar la vida por su fe, o por su patria, o por su equipo de f¨²tbol, puede decidir que tambi¨¦n est¨¢ dispuesto a dar de paso las vidas de otros.
La indagaci¨®n en el origen y en la pervivencia de las religiones es un campo de conocimiento apasionante: tambi¨¦n es de una gran urgencia pr¨¢ctica. Nos importa mucho comprender por qu¨¦ hay hombres j¨®venes impacientes por volarse con un cintur¨®n de explosivos en un vag¨®n de metro, y por qu¨¦ millones de creyentes evang¨¦licos han unido sus votos para elegir a individuos en apariencia tan poco cercanos a la piedad y la sencillez de los Evangelios como Jair Bolsonaro o Donald Trump.
Pero no hay bromas con la religi¨®n, y no sirven de nada para comprenderla. Como explica Walter Burkert, uno de los rasgos fundamentales de las religiones es que siempre son, de manera literal, mortalmente serias. Otro a¨²n m¨¢s revelador es su universalidad. La religi¨®n es uno de los universales humanos que han existido y existen en cualquier sociedad y en cualquier ¨¦poca, igual que el lenguaje, las historias, las artes, la m¨²sica. De hecho, las religiones est¨¢n relacionadas con cada uno de esos rasgos universales. Es el lenguaje el que permite invocar la presencia de hechos o seres invisibles. Son algunas de las historias fundamentales que se repiten en cada cultura las que forman los mitos y las historias de los dioses y los seres sobrenaturales. Es el arte el que da forma visible a criaturas sagradas que no existen: la primera representaci¨®n que conocemos de un ser imaginario es una figura humana de marfil con cabeza de le¨®n de hace 40.000 a?os hallada en una cueva de Alemania. Y la m¨²sica y la danza forman parte de todos los rituales religiosos que se han catalogado en el mundo.
Algo que no es central a la naturaleza humana no se repite en todas partes. Puede pensarse que por comparaci¨®n con el alimento o el abrigo, las artes, los cuentos y los rituales son distracciones o adornos superfluos: pero si sociedades de pura supervivencia se han permitido el lujo de sostener a personas especializadas en esas tareas, y si tantas de ellas resuenan entre s¨ª a trav¨¦s de las ¨¦pocas y de las distancias geogr¨¢ficas, alg¨²n tipo de determinaci¨®n puede estar actuando, un impulso evolutivo que en una especie cerebralmente tan compleja como la humana es inseparable de la inventiva y la transmisi¨®n cultural. Las religiones, los rituales, las historias, dice Burkert, sirven a un prop¨®sito cognitivo: ¡°Frente a la acumulaci¨®n siempre creciente de datos que se infiltran en la experiencia personal, es necesario simplificar el mundo com¨²n¡±. Una ecuaci¨®n, un axioma geom¨¦trico, una f¨®rmula simplifican de manera inteligible y pr¨¢ctica la multiplicidad de los fen¨®menos naturales. Un cuento o un mito cumplen una tarea equivalente. Dice Walter Burkert, con precisi¨®n luminosa: ¡°El cuento es la forma a trav¨¦s de la cual una experiencia compleja se vuelve comunicable¡±.
El conocimiento vasto y riguroso tiene entre nosotros muy poco prestigio. Se supone que todo lo que hay que saber est¨¢ en la Red, a la ya c¨¦lebre distancia de un clic, y que cualquiera que explore en profundidad algo que no tenga inter¨¦s inmediato es un pelmazo. Walter Burkert, que muri¨® en 2015, era un erudito y tambi¨¦n un sabio: hay que saber mucho para explorar historias, leyendas, mitos, lo mismo de Mesopotamia que de la Grecia arcaica o Roma, el mundo b¨ªblico, el del cristianismo, rituales africanos, cuentos de hadas contados por campesinos rusos. Los cuentos de viajes en busca de tesoros son tan universales, y tan variados, como los rituales de purificaci¨®n y sacrificio, y como los misteriosos juegos de correspondencia entre el dar y el recibir. El terror de un hom¨ªnido inerme a ser cazado por un depredador nocturno aflora cada noche en nuestros sue?os de angustia y persecuci¨®n. Las historias m¨¢s persuasivas no son las m¨¢s ver¨ªdicas, sino las que conceden mayor seguridad y consuelo: ¡°La religi¨®n ofrece orientaci¨®n dentro de un cosmos con significado para quienes se sienten desvalidos frente a la complejidad infinita¡±. Como Burkert advierte, el precio de esos consuelos, de esos significados, puede ser pavoroso.
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