Claudio
En un mundo donde los editores son cada vez m¨¢s gerentes de mercadotecnia, Claudio entend¨ªa que la literatura es una forma de resistencia
¡®Pablucas¡¯, me dec¨ªa Claudio L¨®pez Lamadrid. O primo. Alguna vez le prest¨¦ un ¨¢rbol geneal¨®gico que enlazaba a los de la Madrid de Colima con los L¨®pez de Lamadrid de Cantabria. Claudio regal¨® ese documento a su padre y a su vez bromeaba diciendo que unos hijos eran enviados a la guerra para defender el blas¨®n familiar, otros a la iglesia para ganar el reino de los cielos y los m¨¢s peque?os al nuevo continente para deshacerse de ellos. Yo le dec¨ªa que la rama americana ven¨ªa de Potes y no de Comillas y que ning¨²n ancestro nos un¨ªa tanto como Orhan Pamuk, porque fue gracias a una conferencia sobre el futuro que el escritor turco imparti¨® Barcelona, que conoc¨ª a quien poco tiempo despu¨¦s se convertir¨ªa en mi editor, como lo fue de much¨ªsimos que le debemos tanto en ambas orillas del Atl¨¢ntico.
A la cabeza me viene una bufanda al estilo tan The L¨®pez que me regal¨® un cumplea?os, un libro autografiado por James Ellroy que olvid¨® en Manzanillo, la t¨¦cnica de viajar sin maleta para quienes viv¨ªamos a caballo entre Madrid y Barcelona, la m¨ªtica entrevista que para Quimera le hizo Enrique D¨ªaz, una fant¨¢stica boda en Puerto Escondido, las carcajadas que le arrancaba Juan Antonio Montiel, la terraza donde cerramos la edici¨®n de Clipperton y las horas tan largas que me dedic¨® para hablar de la literatura como una forma de pensamiento. Tambi¨¦n se aparece en los recovecos de la cabeza ese restaurante de mariscos muy cerca del Hotel de las Letras donde hac¨ªa ensaladas de personas y tantas veces com¨ª con ¨¦l y amigos hoy entra?ables como Patricio Pron y Diego Celorio. En estas horas pienso en Miguel Aguilar, Ricardo Cayuela, Carlota del Amo y Melca P¨¦rez, en Teresa, en Fer y Paz, en Paula, Mar¨ªa y Emiliano y as¨ª la lista crece tan interminable como la gente que lo quiso y hoy se rompi¨®. Veo las fotos de sus hijos y sus veranos. Escucho esa voz ronca, de frases cortas y preguntas como disparo y apenas me creo que ese sonido no suceder¨¢ m¨¢s. Ni los abrazos a sus inseparables como Ignacio Echevarr¨ªa y Crist¨®bal Pera. Ni las fotos que le encantaba tomarse, ni el detalle con que cuidaba a escritores tan distintos como Rodrigo Fres¨¢n o Jordi Soler. Tampoco habr¨¢ forma de que siga honrando a quienes lo cincelaron como editor: Toni L¨®pez Lamadrid y Beatr¨ªz de Moura.
Apenas hace un mes lo busqu¨¦ en la FIL de Guadalajara y, en medio de la vor¨¢gine, se abri¨® espacio para tomarnos un caf¨¦ largo porque ten¨ªamos interrumpida la gestaci¨®n de un libro que ya no leer¨¢. Breve destrucci¨®n. En un mundo donde los editores son cada vez m¨¢s gerentes de mercadotecnia, Claudio entend¨ªa que la literatura es una forma de resistencia cuya haza?a est¨¢ en la lentitud. Y se daba el tiempo para ella, como un jedi en la Tierra, a contracorriente.
A¨²n ayer tuve tiempo para llamarle y no lo hice cuando quer¨ªa decirle lo mucho que me hab¨ªa conmovido un mensaje abierto que horas antes hab¨ªa publicado en Instagram: Hoy cumple a?os mi poeta favorito: Ra¨²l Zurita. El poeta del amor al cielo, al mar infinito, los desiertos de Chile y los acantilados. Del amor a todas las creaturas.
Nadie dir¨ªa que ese poema titulado Gu¨¢rdame en ti y las palabras adicionales que Claudio escribi¨®, eran tambi¨¦n una despedida que el gran Zurita agradeci¨® con los ojos humedecidos: Entonces gu¨¢rdame en ti/ en los torrentes m¨¢s secretos que tus r¨ªos levantan/ y cuando ya de nosotros solo quede algo como una orilla tenme tambi¨¦n en ti/ gu¨¢rdame en ti como la interrogaci¨®n de las aguas que se marchan/ Y luego, cuando las grandes aves se derrumben y las nubes nos indiquen que se nos fue la vida entre los dedos/ gu¨¢rdame en ti/ tenme en ti/ en la brizna que a¨²n ocupe tu voz clara y remota/ como los cauces glaciares que la Primavera desciende.
No puedo dejar de pensar en ?ngeles y el d¨ªa que me la present¨® aquella ma?ana de caf¨¦, peri¨®dico, pan y zumo de naranja. Eso es la felicidad y aquello fue un domingo barcelon¨¦s que dibuj¨® al Claudio que guardar¨¦ siempre, despeinado y elegante. Luminoso.
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