El apostolado de la violencia
Una investigaci¨®n sobre las intervenciones militares estadounidenses demuestra que la legitimaci¨®n de las guerras o de la fuerza como garantes de la paz internacional no reduce los conflictos b¨¦licos en el mundo
Desde que hiciera fortuna el aforismo atribuido a Julio C¨¦sar de que la mejor forma de buscar la paz es preparar la guerra, la violencia se ha visto legitimada como m¨¦todo a emplear por el poder constituido. Tanto para el mantenimiento de la paz interior como para garantizar el orden internacional, los tratadistas consideran que el empleo de la fuerza es el ¨²ltimo recurso aceptable en la resoluci¨®n de los conflictos y atribuyen a los Estados su monopolio moral. La consecuencia es que el uso de las armas, y su tr¨¢fico mundial, est¨¢ mucho m¨¢s extendido y amparado por los poderes p¨²blicos de lo que habitualmente reconocen. En la mayor¨ªa de las ocasiones se emplea burlando los l¨ªmites y condicionamientos que diferentes reglamentaciones legales establecen.
John Dower, profesor em¨¦rito del Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT), escribi¨® hace un a?o un interesante ensayo sobre las intervenciones militares norteamericanas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Editada ahora en espa?ol, la obra viene a destruir el mito de que el alto n¨²mero de vidas humanas que se cobr¨® dicho conflicto fue el precio a pagar por un largo periodo de paz internacional, del que habr¨ªamos disfrutado desde entonces. Siendo esto verdad en el caso de Europa, y aun reconociendo que la contabilidad de las v¨ªctimas arroja n¨²meros inferiores al impresionante balance de muertos originados por aquella contienda (entre 50 y 80 millones, seg¨²n diferentes estad¨ªsticas), impresiona la magnitud de la violencia desatada desde la Casa Blanca y sus aleda?os en los ¨²ltimos 70 a?os. No solo en guerras concretas y localizadas, sino en intervenciones ocultas, operaciones especiales y todo tipo de manejos que incluyen el recurso a la tortura, la vulneraci¨®n de los derechos civiles y, m¨¢s modernamente, la guerra cibern¨¦tica.
El belicismo ha seguido protagonizando la pol¨ªtica norteamericana en las ¨²ltimas d¨¦cadas
Dower estima que despu¨¦s de la derrota del Eje, el belicismo ha seguido protagonizando la pol¨ªtica norteamericana, primero en la forma de guerra fr¨ªa y m¨¢s tarde como consecuencia de la campa?a contra el terror desatada por George W. Bush. Entre los muchos datos que aporta, interesa extraordinariamente el relato de la Operaci¨®n C¨®ndor, ¡°una campa?a ultrasecreta de terror¡± en Sudam¨¦rica que, bajo la direcci¨®n de asesores estadounidenses, implic¨® ¡°detenciones, secuestros, entregas, interrogatorios, torturas, asesinatos y ejecuciones extrajudiciales¡± en gran parte del territorio latino?americano. Los objetivos a abatir por esta siniestra red de contrainteligencia, adem¨¢s de los comunistas o marxistas revolucionarios, eran los discrepantes de los reg¨ªmenes militares de ultraderecha y los l¨ªderes sindicales que destacaban en la defensa de los derechos sociales. Gobiernos democr¨¢ticos elegidos en Guatemala, Brasil o Chile fueron derrocados mediante golpes de Estado y conspiraciones amparadas por un terrorismo de Estado transfronterizo que hemos visto despu¨¦s reproducirse en Oriente Pr¨®ximo y que parad¨®jicamente se ejerce en nombre de la lucha contra el terror.
La guerra convencional ha dado paso a otro tipo de confrontaciones, aunque el ataque a las Torres Gemelas gener¨® una respuesta cl¨¢sica con las represalias sobre Afganist¨¢n, primero, y la invasi¨®n de Irak, m¨¢s tarde. Ninguno de esos dos pa¨ªses estaban involucrados en las acciones del 11 de septiembre, que fueron utilizadas por el Pent¨¢gono como pretexto para emprender la intervenci¨®n, con el apoyo, entre otros, de los Gobiernos de Tony Blair y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Todav¨ªa padece el mundo las funestas consecuencias de aquella decisi¨®n.
Tambi¨¦n los arsenales nucleares, pese a los esfuerzos que en su d¨ªa tanto Estados Unidos como la Uni¨®n Sovi¨¦tica hicieron por limitarlos, siguen extendiendo su amenaza, con una potencia destructiva infinitamente superior a la de la explosi¨®n en Hiroshima y una preocupante ampliaci¨®n del n¨²mero de Estados poseedores de la bomba o capaces de fabricarla y dispuestos a hacerlo.
Entre las aportaciones de Dower destaca el relato de la Operaci¨®n C¨®ndor en Sudam¨¦rica
Merece la pena leer esta investigaci¨®n a la luz de las reflexiones que en su d¨ªa hiciera Jos¨¦ L¨¢zaro, profesor de Humanidades M¨¦dicas en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. En su libro La violencia de los fan¨¢ticos, que tild¨® con ambig¨¹edad calculada como ¡°un ensayo de novela¡±, se?ala que son sobre todo las creencias ideol¨®gicas, por encima de los intereses, las responsables de los peores actos de violencia que la humanidad ha padecido. Aunque insiste en que no todos los creyentes son fan¨¢ticos, asegura que ¡°no es infundada la sospecha de que en las creencias de Marx est¨¢ la ra¨ªz de los cr¨ªmenes de Stalin, como en las creencias de san Francisco est¨¢ el germen de las hogueras de Torquemada¡±. Ese tipo de creencias son en gran medida responsables tambi¨¦n de El violento siglo americano, t¨ªtulo que parodia el de un ensayo de Henry Luce, fundador de la revista Life, sobre el papel de Am¨¦rica en el mundo. Hijo de un misionero presbiteriano en China, Luce era representante de lo que Dower llama ¡°el excepcionalismo estadounidense¡±, seg¨²n cuyo evangelio ¡°los estadounidenses superan a todos los dem¨¢s en la virtud y en la pr¨¢ctica, pero esto se puede y se debe compartir¡±. ¡°El mensaje¡±, a?ade, ¡°era y sigue siendo idealista generoso, moralista, paternalista, condescendiente, lleno de dobles raseros e hipocres¨ªa¡±. Sus ap¨®stoles nos condujeron a la Guerra Fr¨ªa y la guerra contra el terror, y nos han legado un mundo inseguro y fr¨¢gil, en el que la fuerza bruta ocupa un puesto privilegiado entre los atributos del poder.
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Autor: John W. Dower (traducci¨®n de Carme Castells Auleda).
Editorial: Planeta (2018).
Formato: tapa blanda y versi¨®n Kindle (208 p¨¢ginas).
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