El archivo de la memoria

En el a?o 1984, a¨²n con la dictadura militar chilena en pleno apogeo, un joven director de 29 a?os llamado Gonzalo Justiniano se atrevi¨® a debutar en el cine con La Victoria, un valent¨ªsimo documental sobre las protestas contra las fuerzas represivas de Pinochet en el barrio de Santiago del mismo nombre de la pel¨ªcula. Algunas de aquellas im¨¢genes son recuperadas por un ya veterano Justiniano, diez largometrajes despu¨¦s, en La francesita, ficci¨®n ambientada en 1983, tambi¨¦n con la violencia de los militares sobre los opositores como protagonista. Pero desgraciadamente esas secuencias retrospectivas, introducidas ahora como complemento en la parte final de su relato, son las que m¨¢s fuerza tienen en su nuevo trabajo. El resto resulta demasiado disperso, colateral e inconcreto.

¡°?Aqu¨ª ha habido atentados? Porque hay gente que dice que ustedes son terroristas¡±, preguntaba el documentalista Justiniano a un manifestante, entre neum¨¢ticos quemados y en presencia de numerosos ni?os, en un momento de La Victoria. ¡°El fascismo siempre acostumbra a decir esas cosas¡±, contestaba el hombre con gesto desesperanzado. La escena se produc¨ªa pocos minutos antes de la tragedia, con las fuerzas pinochetistas abriendo fuego contra el pueblo y con la muerte de un cr¨ªo. Todo ello ejerce de eje en La francesita.

Sin embargo, el director prefiere esta vez la peque?a historia dentro de la gran Historia, con may¨²sculas, de Chile. Y quiz¨¢ se despista con el m¨ªnimo relato de atracci¨®n social y sexual entre la mujer protagonista, con el apodo que da t¨ªtulo a la pel¨ªcula, y el joven misionero estadounidense que llega a Santiago para realizar un trabajo sobre la dictadura. As¨ª, el contexto en el que se desarrolla la narraci¨®n resulta mucho m¨¢s interesante que la narraci¨®n en s¨ª.

Justiniano nunca acierta a establecer paralelismos entre la represi¨®n pol¨ªtica de Pinochet y f¨ªsica de los carabineros, y la represi¨®n sexual y la crisis de fe que sufre el misionero. Algo que quiz¨¢ hubiese aglutinado ambos sectores narrativos. Pero en Cabros de mierda, t¨ªtulo original (mucho m¨¢s expl¨ªcito) de la producci¨®n para su estreno chileno, el director no alcanza la fuerza del terrible drama social y pol¨ªtico, que apenas penetra por sus im¨¢genes. Y pese a su evidente inter¨¦s hist¨®rico y su loable trabajo sobre la memoria, solo cuando cuela su material de archivo llega la emoci¨®n. Para entonces, ya es tarde.