Amor supremo
El modo en que la c¨¢mara se desplaza entre personajes en los di¨¢logos es claro indicio de que la escritura visual se pone al servicio de algo tan intangible como su coraz¨®n
Algo ocurre cuando Tish y Alonso, protagonistas de El blues de Beale Street, se miran y descubren que lo que era una amistad de infancia se ha convertido en potencia transformadora de la vida y la mirada. Es un sencillo juego de plano y contraplano, pero no queda ninguna duda de que los ojos que est¨¢n contemplando cada uno de esos rostros son los de un sujeto perdidamente enamorado. Hay un claro punto de estilizaci¨®n en la fotograf¨ªa de James Laxton, que el director Barry Jenkins emparenta con la est¨¦tica de Wong Kar-Wai, aunque, en realidad, mana de la fuente Sirk: fondos difuminados enmarcan cada rostro, subrayando su belleza. Un relevante detalle magnifica el efecto: las miradas rompen el pacto de transparencia, miran directamente a c¨¢mara, atraviesan la pantalla e interpelan al espectador. Es uno de los muchos detalles expresivos que, tras su sobresaliente Moonlight (2016), acreditan a Jenkins como maestro de una especialidad an¨®mala en un tiempo donde cinismo y vacuo sentimentalismo se reparten el mercado: el cineasta es un aut¨¦ntico orfebre de la empat¨ªa. Su c¨¢mara no captura: acaricia los cuerpos.
EL BLUES DE BEALE STREET
Direcci¨®n: Barry Jenkins.
Int¨¦rpretes: Kiki Layne, Stephan James, Regina King, Brian Tyree Henry.
G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2018.
Duraci¨®n: 119 minutos.
Publicada en 1974, El blues de Beale Street, quinta novela de James Baldwin, convirti¨® la voz narrativa, cuidadosamente construida, de la joven de Harlem Tish Rivers en din¨¢mico instrumento de raps¨®dica vitalidad, capaz de transitar del afecto a la rabia mientras relata c¨®mo una poderosa historia de amor se convierte en una forma de resistencia contra la opresi¨®n sist¨¦mica que sufre la comunidad afroamericana. Jenkins logra el milagro de convertir esa voz en forma cinematogr¨¢fica, en puro estilo, y, si bien ha tendido a una cierta idealizaci¨®n ¨Clos amantes son m¨¢s hermosos de lo que imagin¨® Baldwin, se omite el tr¨¢gico destino de un personaje¡-, el resultado es impresionante.
El modo en que la c¨¢mara se desplaza de un personaje a otro en las secuencias de di¨¢logo ¨Cen especial, la del encuentro con el demolido amigo Daniel-, la elegancia de los juegos con el foco para crear movimiento dentro del plano y la org¨¢nica habilidad para armonizar los diversos tiempos del relato son claros indicios de que la escritura visual de esta pel¨ªcula se pone al servicio de algo tan intangible como su coraz¨®n. Porque de eso habl¨® Baldwin y de eso habla Jenkins: del afecto ¨Cde una comunidad, de una familia- que rodea a dos amantes y convierte su deseo en imbatible coraza contra el odio.
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