Una fiera belleza
Alberto Conejero y Llu¨ªs Pasqual han resucitado 'Comedia sin t¨ªtulo', de Lorca, con una nueva, espl¨¦ndida y ampliada versi¨®n
Alberto Conejero ha abrazado la sombra del Lorca son¨¢mbulo y maldito, el de las imprecaciones alucinadas de Poeta en Nueva York y la trilog¨ªa del teatro bajo la arena; el hombre que sab¨ªa que a menudo la vida no era ¡°ni justa, ni buena, ni sagrada¡±. Conejero ha tenido el valor de acercarse a la inacabada Comedia sin t¨ªtulo, la m¨¢s pol¨ªtica de las tres, la que, dice, ¡°siempre estar¨¢ por concluirse: esa es su potencia¡±. Y no ha tenido que impostar su voz porque toda su escritura est¨¢ ¡°imantada por la de Lorca¡±. En el Espa?ol, la voz del joven poeta habla con la del poeta eterno, escuchadas, atendidas y ritmadas ambas por el maestro Llu¨ªs Pasqual. Los tres han convocado el temblor del miedo como la cercan¨ªa de un bombardeo, el caos preb¨¦lico creciendo como un c¨¢ncer, el hedor de la muerte desatada: eso es El sue?o de la vida. La acci¨®n, en v¨ªsperas de 1936. Lorenzo, la voz protagonista, es un autor enfurecido contra la escena convencional, harto de quien va al teatro ¡°a ver lo que pasa y no lo que nos pasa¡±. Nacho S¨¢nchez, que ya deslumbr¨® como el joven soldado que custodiaba a Rap¨²n en La piedra oscura, de Conejero, vuelve a ser una elecci¨®n extraordinaria: ojos desvelados y ardientes, voz clara y poderosa. Hubiera sido tambi¨¦n, por cierto, un el¨¦ctrico Roberto Zucco.
Pasqual parece haber fijado la m¨²sica precisa: aqu¨ª se recita, pero sin lorquismos impostados, sin ret¨®rica, con naturalidad, susurrada o aullada. Emma Vilarasau (Elena, la primera actriz) est¨¢ grande, arrasadora en el primer acto. En el segundo recita ¡°por Espert¡± (gran modelo, vive el cielo) y sigue estando may¨²scula, pero me gusta m¨¢s cuando encuentra sus propias buler¨ªas, por as¨ª decirlo, como sucede en su despedida, y luego llegar¨¦ a eso. Daniel Jumillas, vestido de blanco, es el amante de Lorenzo, y parece salido de El p¨²blico: el tercer acto, pr¨¢cticamente un ep¨ªlogo, es un vibrante mano a mano entre ambos.
Del extenso reparto tambi¨¦n me sedujo la pareja formada por Mar¨ªa Isasi (Guillermina) y Sergio Otegui (Enrique). Ella interpreta a una mujer maltratada por un marido criminal: quiz¨¢s es la v¨ªctima m¨¢s inocente y conmovedora del teatro lorquiano. Y su marido, el m¨¢s siniestro. Encarna la reacci¨®n, el cruzado m¨¢s temible (¡°Mi Dios no perdona¡±), un fascista que no cuesta reconocer hoy. Ra¨²l Jim¨¦nez es el camarero, otro canalla sonriente. El perfecto ayudante del verdugo. Pocas l¨ªneas le bastan para dibujar a un monstruo: hubiera sido por igual un asesino falangista o fa¨ªsta. Hac¨ªa tiempo que no ve¨ªa a Antonio Medina, que interpreta al due?o del teatro, estupendo de voz y presencia, con un aire a Arturo L¨®pez, y tiene un momento delicioso cuando su personaje se pregunta, en el ensayo, por el sentido del t¨¦rmino ¡°membrillos de veneno¡±.
Pasqual lleva a cabo una puesta aparentemente sencilla, casi desnuda. El primer acto me pareci¨® de ritmo impecable y vigor incesante. El ¡°nuevo¡± segundo acto brota aqu¨ª como si Conejero fuese un hijo de Lorca en otra dimensi¨®n. Lo importante es, creo yo, que nos devuelve el fulgor y el misterio de la funci¨®n perdida y, ahora s¨ª, ¡°imantada¡±. Me desconcert¨® un poco la idea de puesta del segundo: Pasqual alterna formatos de ensayo y ficci¨®n, con Lorenzo como director y agonizante, entre el dolor y el sonambulismo. Hay muestras de humor fulgurante, como el pasaje en que Elena le muestra a la madre del tramoyista (estupenda Ester Bellver) la forma ¡°m¨¢s adecuada de conmover¡±. Algo no acaba de cuajar en ese acto. Dafnis Balduz es un actor formidable, pero, l¨¢stima, me pareci¨® un tanto desaprovechado en el rol aqu¨ª fugaz de Nick Bottom. Y creo que a Jaume Madaula, que interpreta al tramoyista Bakunin, le falta algo de intensidad. Luis Perezagua (Le?ador) me pareci¨® doblemente pose¨ªdo por los esp¨ªritus de Carles Canut y Joaqu¨ªn Roa, y Juan Matute (Hada) y Koldo Olabarri (Silfo), por los de Oca?a y Camilo (o dos criaturas dibujadas por Nazario). Muy bien el apuntador (Chema de Miguel) y el estudiante (Juan Pa?os). Aplaud¨ª igualmente la claridad polvorienta, de s¨®tano o refugio antia¨¦reo, a cargo de Pascal M¨¦rat, y los trabajos de Dani Espasa (direcci¨®n musical), escenograf¨ªa y vestuario (Alejandro And¨²jar), con Miguel Huertas e Iv¨¢n Mell¨¦n al piano y percusi¨®n. A medida que avanza el segundo acto, cada vez m¨¢s afianzado por Pasqual, tiene, a mis ojos, la inquietante tonalidad de David Lynch. Y Emma Vilarasau vuela y nos hace volar con la mixtura entre Oda a Walt Whitman y Grito hacia Roma (y otros versos que se me escapan): renace y se muestra desnuda, furiosa, conmovedora, plet¨®rica. Y el tercero cierra con una hilera brutal, que no desvelar¨¦, y el retorno de una voz que tampoco. La fiera belleza de El sue?o de la vida es un regalo para todos los amantes de Lorca.
El sue?o de la vida. Texto: Federico Garc¨ªa Lorca y Alberto Conejero Director: Llu¨ªs Pasqual. Teatro Espa?ol. Madrid Hasta el 24 de febrero.
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