Los Ritchie Boys: regresaron al infierno para luchar contra los nazis
Un libro desvela la extraordinaria historia de los refugiados jud¨ªos alemanes enrolados en el Ej¨¦rcito de EE UU que sirvieron como interrogadores en primera l¨ªnea de combate
Hay que tener valor para volver al infierno del que te has escapado por los pelos. Es lo que hicieron los jud¨ªos alemanes refugiados en EE UU que se alistaron en el Ej¨¦rcito de ese pa¨ªs y formaron parte, durante la Segunda Guerra Mundial en Europa, de las unidades de interrogadores de prisioneros desplegadas en primera l¨ªnea de combate (para que la informaci¨®n fuera fresca). Arriesgaban la vida m¨¢s que los otros soldados: para ellos, caer en manos del Ej¨¦rcito de Hitler supon¨ªa una muerte segura y algunos fueron ejecutados sobre el terreno por traidores y por jud¨ªos (es un triste consuelo que solo te puedan matar una vez). Tambi¨¦n resultaba peligroso vestir el uniforme estadounidense cuando ten¨ªas un fuerte acento alem¨¢n: eso les supuso que a menudo se les tratara con desconfianza en sus propias filas.
La historia de esos soldados, esa little Band of Brothers, que ten¨ªan ganas de ajustar cuentas con los nazis y de averiguar qu¨¦ hab¨ªa sido de sus familiares desaparecidos, la explica ahora de manera documentada y muy emocionante Hijos y soldados (Cr¨ªtica, 2019), de Bruce Henderson. Al grupo de soldados jud¨ªos emigrados de Alemania y destinados al cuerpo especial de ¨¦lite de interrogadores se los bautiz¨® como los Ritchie Boys, los chicos de Ritchie, por el lugar donde los adiestraron, Camp Ritchie, una base secreta del servicio de inteligencia de EE UU en Maryland. Uno de ellos, Guy Stern, resumi¨® lo que los motivaba diciendo que si Eisenhower hablaba de una cruzada en Europa, para ellos fue tambi¨¦n una causa sagrada privada: "Ten¨ªamos que derrotar a los nazis, hab¨ªa que vencer al Mal".
Henderson, un conocido escritor y periodista estadounidense, autor de varios libros de historia de ¨¦xito (entre ellos Hero found, la historia de la fuga del piloto de la US Navy Dieter Dengler prisionero de guerra en Laos, con el que sirvi¨® en el portaviones USS Ranger durante la guerra de Vietnam), relata pormenorizadamente las historias de un pu?ado de esos soldados jud¨ªos, a algunos de los cuales tuvo el privilegio de entrevistar. A trav¨¦s del libro, que se convertir¨¢ en serie televisiva, les seguimos desde que escapan como ni?os y adolescentes de la Alemania nazi, a menudo con gran esfuerzo y riesgo de sus padres. Les vemos arribar a EE UU y tratar de integrarse en su nueva vida, enrolarse voluntarios en el Ej¨¦rcito, llegar a la Europa ocupada, siempre incorporados a unidades de combate de primera l¨ªnea. Especialmente emotivo es el relato de su descubrimiento de los campos de concentraci¨®n nazis y del terrible destino de la mayor¨ªa de sus parientes.
"Los Ritchie Boys era pocos y operaban en equipos peque?os, de cuatro a seis hombres, asignados a cada unidad que luchaba en Europa", explica Henderson al preguntarle por lo que representaron en el esfuerzo de guerra de los Aliados. "Pero cuando se trataba de entender el lenguaje y la psicolog¨ªa del enemigo estaban en primer plano. Un informe del Ej¨¦rcito de EE UU se?ala que cerca del 60% de la informaci¨®n m¨¢s valiosa reunida durante la guerra provino de esos equipos. Eso indica lo importante que fue su contribuci¨®n para ganar la guerra".
En buena medida, la labor de los Ritchie Boys signific¨® el inicio del interrogatorio de prisioneros usando m¨¦todos cient¨ªficos. ¡°Una de las contribuciones que hicieron fue demostrar que la tortura no es la forma m¨¢s efectiva de sacar informaci¨®n. Cuando torturas, te dicen lo que sea para que pares. Desgraciadamente esa lecci¨®n se ha perdido a veces en guerras posteriores". Sorprende que los Ritchie Boys actuaran de manera tan limpia y, dada su terrible experiencia personal, no perdieran los estribos con, por ejemplo, los arrogantes combatientes de las SS que ten¨ªan que interrogar. ¡°Sab¨ªan de primera mano c¨®mo se comportaban los nazis y estaban determinados a no volverse como ellos¡±.
A Kurt Jacobs y Murray Zappler, los cogieron prisioneros en las Ardenas y al descubrir su identidad un capit¨¢n de la Wehrmacht los hizo fusilar en el acto tras espetar: "Los jud¨ªos no tienen derecho a vivir en Alemania".
Por mucho que uno haya le¨ªdo buenos libros sobre la Segunda Guerra Mundial la historia de los Ritchie Boys y m¨¢s como la cuenta Henderson resulta apasionante y conmovedora. El autor se centra en seis soldados (cuatro siguen a¨²n vivos), Werner Angress, Victor Brombert, Stephan Lewy, Martin Selling, Manny Steinfeld y el ya citado Guy Stern. ?Qu¨¦ aventuras vivieron todos ellos! Brombert se encontr¨® de frente con un tanque Tigre cerca de Bastogne. Stern escolt¨® a Marlene Dietrich... Que Selling regresara a Europa tiene especial m¨¦rito, pues hab¨ªa escapado de Dachau. En una ocasi¨®n que le toc¨® interrogar a un SS no pudo evitar decirle que hab¨ªa estado prisionero en el campo: del susto al pensar que su captor iba a vengarse, el nazi perdi¨® el control de los esf¨ªnteres.
La peripecia de Angress en Normand¨ªa parece una pel¨ªcula: adscrito como interrogador en la famosa 82? Divisi¨®n Aerotransportada, consigui¨® que le dejaran formar parte de la primera oleada y saltar en paraca¨ªdas, aunque no lo hab¨ªa hecho nunca. Se lanz¨® ?el primero!, sin titubear, llevando junto a su equipo un librito de Kipling que inclu¨ªa Gunga Din. Probablemente algunos de los correosos paracaidistas de su grupo, de haber conocido los versos, habr¨ªan identificado al joven jud¨ªo alem¨¢n con el valiente aguador indio: ¡°T¨² eres mejor hombre que yo, Gunga Din".
Angress aterriz¨® solo en la pen¨ªnsula de Cotentin, recibi¨® un balazo en el casco, se encontr¨® con paracaidistas perdidos de la 101 que recelaron de ¨¦l por el acento y porque hizo la tonter¨ªa de llevar encima una Luger, lo hirieron en un muslo los alemanes, y cay¨® prisionero. Afortunadamente en su chapa de identificaci¨®n sus mandos hab¨ªan hecho cambiar la H de hebreo por la P de protestante.
Esa suerte no la tuvieron dos de sus compa?eros del campo Ritchie. A Kurt Jacobs y Murray Zappler, los cogieron prisioneros en las Ardenas y al descubrir su identidad un capit¨¢n de la Wehrmacht los hizo fusilar en el acto tras espetar: "Los jud¨ªos no tienen derecho a vivir en Alemania". En la misma batalla, Angress, que hab¨ªa sido liberado y hab¨ªa regresado al frente, estuvo en un brete de ser tambi¨¦n fusilado, pero por las tropas de EE UU, las suyas, en plena paranoia por la presencia de las unidades del coronel de las SS Otto Skorzeny infiltradas tras sus l¨ªneas con uniforme estadounidense.
?C¨®mo eran los Ritchie Boys que conoci¨® en persona Henderson? ?qu¨¦ clase de personas? "Cuatro de los seis de Hijos y soldados est¨¢n a¨²n vivos", responde, "todos han cumplido ya los noventa. Son apasionados, inteligentes, y siguen dispuestos a hacer las cosas correctas por las razones correctas. Junto a eso, son realmente encantadores y divertidos. Disfruto estando con ellos".
Eran todos hombres valientes, ?cree que se ha hecho justicia con ellos? "Se les ha honrado, en parte tras la publicaci¨®n de mi libro, que est¨¢ siendo adaptado como serie de televisi¨®n de seis u ocho episodios. Mi mayor sorpresa fue (y es) que su historia no hubiera sido contada plenamente antes. Me siento honrado de haberlo hecho yo".
El Hitler mimo y el comisario sovi¨¦tico de mentirijillas
La parte del libro en el que se explica la instrucci¨®n en Camp Ritchie no tiene desperdicio. Inaugurado en junio de 1942, fue la primera instalaci¨®n de adiestramiento en labores de inteligencia de la historia de las fuerzas armadas de EE UU. El objetivo era formar expertos interrogadores y los jud¨ªos alemanes aportaban una valios¨ªsima comprensi¨®n innata del enemigo, su forma de pensar y sus h¨¢bitos. Se daban clases sobre la estructura del Ej¨¦rcito alem¨¢n, su armamento, uniformes y cadena de mando. Tambi¨¦n cosas eminentemente pr¨¢cticas, como la manera de estrangular a un centinela. La base inclu¨ªa entre sus instalaciones un pueblo alem¨¢n de pega y un teatro en el que se montaron simulacros de m¨ªtines nazis con doble de Hitler incluido: lo encarnaba un inmigrante jud¨ªo alem¨¢n que despu¨¦s de la guerra se convirti¨® en un mimo profesional. Los Ritchie Boys se paseaban a veces fuera del campo con uniformes alemanes y veh¨ªculos capturados, creando la natural alarma en Maryland.
Entre las t¨¦cnicas que utilizaron para interrogar prisioneros, una de las m¨¢s notables es la que se les ocurri¨® a Guy Stern y su amigo Fred Howard: cuando el segundo ve¨ªa que ya no pod¨ªa sacar m¨¢s de un soldado alem¨¢n, que se cerraba en banda, aparec¨ªa el primero caracterizado de un oficial ruso que se hab¨ªan inventado, el terrible comisario Krukov, lo que hac¨ªa que el prisionero se pusiera a hablar por los codos para que no lo entregaran a los sovi¨¦ticos.
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