El notario que narr¨® el esplendor de C¨®rdoba
El medievalista Eduardo Manzano describe en un ensayo la capital del califato a trav¨¦s del manuscrito de un secretario de la corte
Hubo un tiempo en que C¨®rdoba era una de las capitales del mundo. En ella viv¨ªan grandes poetas, artistas, pensadores y m¨¦dicos, como los que trataron al rey de Le¨®n Sancho I el Craso de su extrema gordura con una estricta dieta. Fue el c¨¦nit de la dinast¨ªa omeya en al-?ndalus, con el califa Al Hakam II, que gobern¨® entre 961 y 976 la gran potencia del mundo occidental. De la ¨²ltima etapa de su califato tom¨® nota un secretario de la corte, Isa al-Razi, un funcionario escrupuloso, escriba de unas cr¨®nicas intramuros en las que detall¨® si llov¨ªa o si las cosechas se agostaban, las personalidades que recib¨ªa su se?or o c¨®mo se recaudaban los numerosos impuestos que engrasaban la gran maquinaria administrativa. En esos anales se ha basado el historiador medievalista Eduardo Manzano Moreno para ofrecer en su ensayo La corte del califa (Cr¨ªtica) un detallado fresco del esplendor de la C¨®rdoba andalus¨ª.
¡°El califato funcionaba de una manera eficaz que se extend¨ªa por todo su territorio. Se centralizaban los recursos y luego se redistribu¨ªan. Leyendo las cr¨®nicas de Isa al-Razi se ve que no se dejaba nada al azar, todo se planificaba¡±, explica Manzano (Madrid, 1960), del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). Otra idea cimentada de su estudio de la traducci¨®n que hay en la Real Academia de Historia de los 130 folios del manuscrito "es que el califato no era un r¨¦gimen d¨¦spota, como se ha querido hacer ver, el califa no pod¨ªa hacer lo que le daba la gana, sino que estaba sometido a unas reglas y si se sal¨ªa de ellas se encontraba con una fuerte oposici¨®n, entre otros, de los ulemas, los sabios de la religi¨®n¡±. Sobre el terreno, los recientes descubrimientos arqueol¨®gicos en la zona ¡°muestran que los arrabales de C¨®rdoba estaban muy bien dise?ados, en trazado ortogonal, con viviendas con avanzados sistemas de aprovisionamiento de agua y saneamiento, en contra de lo que puede pensarse de la t¨ªpica medina musulmana".
El califato, que se extend¨ªa en la Pen¨ªnsula por el este hasta m¨¢s all¨¢ del r¨ªo Ebro, en el centro hasta Guadalajara y por el Oeste hasta la ciudad portuguesa de Coimbra, basaba su poder¨ªo ¡°en una sociedad muy homog¨¦nea, arabizada e islamizada, muy urbana, con una red de ciudades en las que sus gobernadores recaudaban los impuestos¡±, a?ade Manzano, que sostiene en sus libros y art¨ªculos, como los publicados en EL PA?S, que esa parte de la historia de Espa?a no puede ser vista ¡°en blanco o negro¡±. Ni los musulmanes eran unos desalmados que mataban cristianos, ni al-?ndalus era un para¨ªso de paz y tolerancia. ¡°Hay historiadores que intentamos normalizar esa etapa, sin caer en los t¨®picos. Eso s¨ª, habr¨ªa que incluir a poetas andalus¨ªes en nuestra literatura¡±, como el cordob¨¦s Ibn Hazm o Ibn Zayd¨²n, o ¡°a Avicena y Averroes en las ense?anzas de filosof¨ªa¡±.
As¨ª, los reyes cristianos mantuvieron diversas y cambiantes relaciones con el califato, con el que a veces guerreaban y otras se aliaban. ¡°Al-Hakam II intent¨® favorecer los v¨ªnculos diplom¨¢ticos y asegurar las fronteras con guarniciones para evitar incursiones cristianas. Con los condados catalanes tuvo incluso s¨®lidos tratos comerciales. Tambi¨¦n, atizaba las desuniones entre sus enemigos¡±. Este gobernante, del que se sabe que era barbilampi?o, paticorto y de voz m¨¢s bien aguda, era culto, pose¨ªa una gran biblioteca, le gustaban los fastos y las construcciones: ampli¨® la mezquita y levant¨® parte de la ciudad palatina de Medina Azahara. Un bagaje que no impidi¨®, como recoge el libro de Manzano, que se propagasen maledicencias sobre su sexualidad porque no llegaba un heredero.
Con los a?os, su pol¨ªtica de alianzas fracas¨®. Los ataques cristianos supon¨ªan un enorme coste y generaban protestas entre quienes los sufr¨ªan y entre aquellos que, mediante una "brutal presi¨®n fiscal", pagaban a los guerreros tra¨ªdos del norte de ?frica para hacer frente al enemigo. El que mejor aprovech¨® ese descontento fue un alto funcionario, Almanzor, que tras la muerte del califa y aprovechando la minor¨ªa de edad del sucesor, se hizo con el poder. Su pol¨ªtica m¨¢s agresiva contra los cristianos, tampoco funcion¨®, agravada por los roces de la poblaci¨®n local con los mercenarios tra¨ªdos del otro lado del Estrecho. Hasta que, en ¨¦poca del sucesor de Almanzor, estall¨® una guerra civil en C¨®rdoba en 1009. ¡°Los dem¨¢s territorios cortaron sus v¨ªnculos con la capital, aunque precisamente intentaron replicar sus propias C¨®rdobas¡±. Un vano intento de recuperar la edad de oro que Al-Hakam II hab¨ªa protagonizado, 40 a?os atr¨¢s, desde su trono en el Sal¨®n Oriental de Medina Azahara.
Un manuscrito escurridizo
Isa al-Razi fue un diligente secretario del califa Al-Hakam II que dej¨® escritos hasta los detalles m¨¢s nimios de su administraci¨®n entre junio de 971 y julio de 975. Esto se sabe porque en el siglo XI, al comienzo de los reinos de Taifas, un historiador escribi¨® un relato de Al-Andalus, conocido como el Muqtabis, una visi¨®n nost¨¢lgica de la grandeza perdida del califato, que inclu¨ªa los anales de Isa al-Razi. Varios vol¨²menes del Muqtabis se perdieron y pasaron siglos hasta que el arabista espa?ol Francisco Codera, en 1888, hall¨® parte de esta historia en una biblioteca de Argelia y logr¨® que le hicieran una copia que llev¨® a la Real Academia de Historia. Lo complicado del texto retras¨® su traducci¨®n, hasta la realizada en los a?os sesenta del siglo XX por el gran arabista Emilio Garc¨ªa G¨®mez, en la que se ha basado Manzano Moreno para su ensayo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.