La gran novela americana es un c¨®mic
¡®Sabrina¡¯, la obra con la que el veintea?ero Nick Drnaso lleg¨® a la final del Premio Booker, se suma a un canon narrativo en el que ya figuran tebeos como ¡®Maus¡¯, ¡®Contrato con Dios¡¯ o ¡®American Splendor¡¯
Al lugar en el que se ha escrito y dibujado la primera gran novela americana del siglo XXI, una novela en vi?etas que ha sido capaz de atrapar el mundo en el que vivimos a la manera en que Vlad¨ªmir Nabokov atrapaba todas aquellas mariposas, se accede por el patio trasero de una imponente casa de ladrillo, propiedad de una familia de chefs. Esa es la raz¨®n, dice Nick Drnaso, el tipo de Palos Hills que todav¨ªa no acaba de creerse que su segunda novela gr¨¢fica acabase nominada al Man Booker, de que haya tantas barbacoas en el patio trasero. Todas est¨¢n cubiertas de nieve. De hecho, hay al menos tres palmos de nieve cubriendo el patio. Y los copos siguen cayendo. ¡°No creo que salga de casa hoy¡±, dice Nick. La casa de la que no piensa salir est¨¢ en Chicago, aunque no la ha dise?ado Frank Lloyd Wright. Es un peque?o apartamento, situado como una pieza de cubo de Rubik, en alg¨²n lugar de la casa de los chefs. Lo comparte con su mujer, tambi¨¦n dibujante, y sus tres gatos. Cuadros inspirados en el juego de mesa Operaci¨®n, cientos, puede que miles, de peque?os mu?ecos, y cientos, puede que miles tambi¨¦n, de c¨®mics y libros. En la cocina hay caf¨¦ reci¨¦n hecho ¡ªen cafetera italiana¡ª y galletas caseras de chocolate blanco.
La sorpresa fue may¨²scula cuando, en alg¨²n momento del pasado julio, se supo que, por primera vez, una novela gr¨¢fica iba a competir por el Man Booker. Y a¨²n m¨¢s cuando se supo que esa novela gr¨¢fica era tan solo la segunda novela gr¨¢fica de un tipo de 29 a?os que hasta entonces trabajaba limpiando cristales en el Field Museum, el impresionante museo de historia natural de Chicago, famoso por albergar el mayor tiranosaurio rex que jam¨¢s se ha encontrado, un mont¨®n de huesos llamados Sue en honor a la paleont¨®loga que los encontr¨® en 1997: Sue Hendrickson. Al igual que su ¨²nica novela gr¨¢fica hasta la fecha (Beverly, publicada en castellano por Fungencio Pimentel), Sabrina (Salamandra) ten¨ªa nombre de chica, y estaba destinada a marcar una suerte de antes y despu¨¦s en la historia del g¨¦nero, a convertirse en un intenso y doloroso cl¨¢sico instant¨¢neo, doloroso a la manera en que lo fue el Jimmy Corrigan de Chris Ware, con no solo su profundidad, sino tambi¨¦n una ambici¨®n tal vez imprevista pero sin duda totalizadora con el momento y el lugar, siendo el lugar el mundo entero.
¡°No quer¨ªan hacerlo en realidad. No quer¨ªan nominarme¡±, dice del premio que termin¨® ganando la nor?irlandesa Anna Burns con Milkman, que AdN publicar¨¢ este a?o en castellano. ¡°Con otro jurado, jam¨¢s me hubieran nominado. Fue una especie de accidente que lo hicieran. Y, bueno, es un honor, claro, pero tambi¨¦n me hizo sentir algo inc¨®modo. Parece que soy el representante de una clase de nuevo ciclo o algo parecido, y no me siento as¨ª para nada. Hubo gente que se enfad¨® much¨ªsimo. Y yo estuve un tiempo pensando por qu¨¦. Y luego me pregunt¨¦ si los c¨®mics deber¨ªan ser considerados literatura. ?Deber¨ªan? ?Por qu¨¦? Son lo suficientemente distintos de la literatura como para tener su propia categor¨ªa, as¨ª que ?por qu¨¦ no la tienen? La gente se sinti¨® insultada. Los entiendo. Lo del Nobel a Bob Dylan tambi¨¦n fue muy raro¡±. A Nick no le gusta hablar con la gente. Le gusta observarla. Le gustaba su trabajo en el Field Museum porque pod¨ªa observar a la gente y nadie se dirig¨ªa a ¨¦l. Ahora es feliz porque no suele salir de casa. Se pasa el d¨ªa dibujando. Cuando llega su mujer por las noches, ella est¨¢ harta de haber pasado el d¨ªa en la florister¨ªa en la que trabaja. Pero ¨¦l necesita hablar con alguien. ¡°A veces echo de menos trabajar¡±, dice.
Pero trabajar, trabaja. Y sin descanso. En la peque?a habitaci¨®n de la pareja. Es all¨ª, junto a la modesta cama de matrimonio, donde dibuja. Tiene una mesa de dibujo, una silla, que ocupa el m¨ªnimo espacio que queda entre la cama y la mesa, y otra mesa, tan peque?a como su port¨¢til, tras la que se oculta la impresora y su paleta de colores: una cartulina en la que ha pintado peque?os cuadrados de colores que le sirven para decidir el aspecto que tendr¨¢ la p¨¢gina. ¡°El color es muy importante¡±, dice. Durante mucho tiempo crey¨® que el c¨®mic deb¨ªa ser divertido. Luego descubri¨® que no ten¨ªa por qu¨¦ serlo. No ha le¨ªdo tanto como querr¨ªa a Will Eisner, pero es capaz de utilizar sus encuadres ¡ªesos personajes de espaldas que permiten, siempre, que imaginemos lo peor¡ª y sus silencios ¡ªque se convierten en empat¨ªa: un nexo de uni¨®n inquebrantable¡ª. Alguien ha dicho que Sabrina es lo que ocurre cuando una tragedia personal ¡ªla desaparici¨®n de una chica y el posterior hallazgo de su cad¨¢ver¡ª acaba triturada por las redes sociales y el imparable cicl¨®n informativo deseoso de deformar y estirar la noticia hasta la aparici¨®n del pr¨®ximo fen¨®meno. Y eso es justo lo que es. Y tambi¨¦n son sus consecuencias, y de ah¨ª el certero retrato de nuestra ¨¦poca.
¡°Me pregunto si los c¨®mics son literatura si son tan distintos. Lo del Nobel a Bob Dylan fue muy raro¡±
Porque lo que ocurre cuando se pierde el control de la informaci¨®n, cuando los llamados Aburridos, es decir, toda esa parte de la poblaci¨®n que vive de la actualidad, que solo respira cuando tiene ante s¨ª un caso lo suficientemente morboso, que es por completo adicta a disponer de datos, sean o no fiables, empiezan a disparar rumores en todas direcciones, es que se da pie a las llamadas fake news y a las teor¨ªas conspiratorias, y ¨¦stas se traducen en puro canibalismo digital para con, en este caso, tres personas: el novio de Sabrina, Teddy; el mejor amigo de ¨¦ste, Calvin, y su hermana, Sandra. Tres solitarios que nunca se han sentido tan solos. Y que, a la vez, nunca han deseado m¨¢s poder desaparecer. Pero no pueden evitar vivir en el mundo en el que vivimos todos, en el que se dir¨ªa, la vida es lo que pasa mientras consultas, una y otra vez, Facebook e Instagram. O el pen¨²ltimo v¨ªdeo viral. O las discusiones de Twitter. ¡°Yo mismo tiendo a obsesionarme con las historias de asesinos, pero me dan miedo las redes sociales, no ser¨ªa capaz de soportar saber lo que opinan de Sabrina, cualquier comentario podr¨ªa destruirme¡±, dice.
Pero evidentemente no estaba pensando en s¨ª mismo cuando escribi¨® Sabrina. Estaba pensando en, por ejemplo, Justine Sacco, aquella directiva que, antes de subir a un avi¨®n con destino a ?frica, en 2013, escribi¨® un desafortunado y terriblemente racista tuit que dec¨ªa: ¡°Me voy a ?frica. Espero no pillar el sida. Es broma. ?Soy blanca!¡±, y cuya vida se convirti¨® en un infierno despu¨¦s de aquello. Humillaci¨®n en las redes, el ensayo de Jon Ronson, le sirvi¨® para atacar a cada uno de sus personajes desde un frente (hay quienes ni siquiera creen que Sabrina fuese real, otros que el asesino no es el verdadero asesino, otros que sigue viva, y, en cualquier caso, todos se sienten con derecho a opinar). Aunque s¨ª hay una historia dentro de la historia ¡ª?adem¨¢s de la soledad y la imposibilidad de conectar con otros seres humanos de los tres protagonistas, algo que Nick conoce y conoce bien¡ª que tiene que ver con el dibujante. ¡°La historia de los dos amigos, Teddy y Calvin, a los que la tragedia reconecta est¨¢ basada en algo que me ocurri¨® con un amigo de Colorado. De hecho, fui a su casa y bas¨¦ toda esa parte de la historia en lo que vi all¨ª. Supongo que siempre necesito que algo sea real, partir de una especie de recuerdo propio¡±, confiesa.
¡°Me dan miedo las redes sociales. Cualquier comentario sobre mi libro podr¨ªa destruirme¡±
Fue as¨ª en Beverly, su debut. ¡°Todo eran recuerdos¡±, dice. El gato que aparece en Sabrina es tambi¨¦n uno de sus gatos. Y en el fondo est¨¢ transmitiendo un miedo. ¡°No me gusta la sociedad que estamos creando. Espero que en el futuro se advierta a los chavales en el colegio sobre los peligros de la exposici¨®n a las redes sociales, y a la informaci¨®n que circula por la Red en general¡±, asegura. Tambi¨¦n dice que lo m¨¢s probable es que el 11-S cambiara para siempre el mundo tal y como lo conocemos. ?l ten¨ªa 12 a?os en 2001. Est¨¢ a punto de cumplir los 30. Aunque su dibujo recuerda a Joost Swarte, admira por igual a Robert Crumb y a Seth. Cree que el cine hipn¨®tico de Kelly Reichardt es ¡°un milagro¡±. E insiste en el asunto del 11-S. ¡°Supongo que la dictadura del presente en la que vivimos naci¨® ese d¨ªa, cuando el primer avi¨®n se estrell¨® contra las torres¡±, dice. Se descubri¨® entonces que pod¨ªamos volvernos adictos a la realidad. O a lo que la red global que hab¨ªamos construido decidiera qu¨¦ era la realidad. ?Vivimos, cada vez m¨¢s, en un mundo que no existe, en un mundo de ficci¨®n interesada? Nick se encoge de hombros. ¡°Me incomoda que me pregunten cosas as¨ª. Puede que la novela sea una especie de reflexi¨®n, s¨ª, sin duda estoy explorando eso, pero no he llegado a ninguna conclusi¨®n, no tengo una tesis, todo lo que ofrezco es una visi¨®n desenfocada. No consuela, quiz¨¢ todo lo contrario¡±, contesta. Y as¨ª es. Afuera sigue nevando. Las barbacoas de sus caseros chefs dejaron de parecer barbacoas hace mucho. No hay ni un alma en Lowell Avenue. ¡°Definitivamente¡±, dice, ¡°creo que no voy a salir de casa hoy¡±.
Sabrina. Nick Drnaso. Traducci¨®n de Carlos Mayor Ortega. Salamandra, 2018. 204 p¨¢ginas. 24 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.