Manuel Vilas y H¨¦ctor Abad: el peso de la familia
Ambos escritores ensalzan en el Hay de Cartagena el poder de la ausencia de sus padres en 'Ordesa' y 'El olvido que seremos' a la hora de transformar su obra
El poder de redenci¨®n de la literatura tiene efectos que la ciencia a¨²n no ha indagado. El espa?ol Manuel Vilas y el colombiano H¨¦ctor Abad Faciolince los conocen. El primero pudo haberse perdido en el t¨²nel de la angustia una vez qued¨® hu¨¦rfano, reci¨¦n divorciado y quebrado por una viscosa adicci¨®n al alcohol. El otro, bien se pod¨ªa haberse dejado llevar por el rencor, la amargura y las brasas del sinsentido cuando unos paramilitares asesinaron a su padre m¨¦dico en Medell¨ªn. Pero ambos vencieron el dolor con el mismo tratamiento: meti¨¦ndose a escribir dos de los libros m¨¢s terap¨¦uticos ¨Cy literariamente gloriosos- de las ¨²ltimas d¨¦cadas: Ordesa y El olvido que seremos.
¡°Somos primos hermanos literarios¡±, dec¨ªa Vilas en Cartagena de Indias, donde han participado en el Hay Festival colombiano. H¨¦ctor Abad ejerci¨® de generoso anfitri¨®n para seducir al p¨²blico de su pa¨ªs y contagiar en Colombia el ¨¦xito que ha cosechado el autor en Espa?a con la tierna y crud¨ªsima Ordesa: un cat¨¢logo de culpas expiadas y una doliente carta de amor a su familia.
Ambas obras parecen realistas, pero est¨¢n urdidas con presencias espectrales: ¡°Fantasmas enamorados¡±, dice Vilas. La custodia que ejerce convenientemente la poes¨ªa en la prosa. ¡°Predicciones baratas, si lo quieren as¨ª¡±, comenta H¨¦ctor Abad. Con se?ales aparentemente l¨®gicas que ellos codifican desde el m¨¢s all¨¢: ¡°Como cuando un rastro de cocuyos me gui¨® en mi casa de campo. La hab¨ªa comprado con la plata que me dej¨® El olvido que seremos ¨Cun ¨¦xito mundial que adapta ahora Fernando Trueba para el cine- y pens¨¦: es mi pap¨¢, que me se?ala el camino¡±.
Los hijos muchas veces no se dan cuenta de la importancia de sus padres hasta que mueren. Por eso, no pod¨ªa haber escrito el libro con ellos vivos. Esto, para m¨ª, es una tragedia"
Hab¨ªa ca¨ªdo asesinado en los a?os de plomo que asolaron Medell¨ªn y la novela de su hijo es una de las m¨¢s certeras cr¨®nicas de aquel tiempo. Lo mismo que Ordesa se ha convertido en un s¨ªmbolo de la clase media espa?ola, vapuleada por diversos naufragios entre el tardofranquismo y el crack de 2008. Pero digna y orgullosa. ¡°Esa clase fue la que trajo y consolid¨® la democracia en Espa?a¡±, explicaba Vilas.
Lo hizo resguardando sus escasos tesoros y capeando con madrugones tanto el ocio como la rutina de cada d¨ªa: ¡°El coche era un miembro m¨¢s de la familia. Mi padre ten¨ªa la obsesi¨®n, el trauma que yo hered¨¦, de ir buscando siempre sombras para aparcarlo. A m¨ª me fascinaba que cuando yo le indicaba alguna, ¨¦l supiera cuanto iba a durar. No, esa es de quince minutos, me dec¨ªa. Debemos buscar una de dos horas. Yo cre¨ªa que ten¨ªa superpoderes¡±. Adem¨¢s era guapo, como su madre. ¡°Cuando me sacaban a pasear mis t¨ªos yo quer¨ªa que la gente pensara que no se trataba de mis padres porque eran m¨¢s feos. Me asalta como un recuerdo n¨ªtido. Luego he entendido que fue mi primer s¨ªntoma de vanidad¡±.
A trav¨¦s de la memoria, tanto Vilas como Abad han perseguido con sus dos novelas autobiogr¨¢ficas un rastro: ¡°El del amor incondicional. Yo la escrib¨ª, buscando eso¡±, comenta el autor espa?ol. Por tal motivo, ambas, con ese disfraz de realismo, iluminan con el influjo de los relatos de caballer¨ªas, el signo de la cruzada para un mundo perdido. Son par¨¢bolas rom¨¢nticas contempor¨¢neas, salmos de reconocimiento y gratitud con dudas y balbuceos compartidos: ¡°?Qu¨¦ hacer cuando mueren? ?Qu¨¦ decisiones tomamos en su nombre? ?Enterrarlos o quemarlos? ?Qu¨¦ les gustar¨ªa a ellos? Yo sufr¨ª mucho cuando tuve que tomar esa decisi¨®n sin que me hubieran dejado clara su voluntad¡±.
Como aprendi¨® en vida a atender mejor a su madre. ¡°Me llamaba para preguntar cosas absurdas a mi entender. Si hab¨ªa comido, si me abrigaba. A veces no la cog¨ªa el tel¨¦fono. Pero un d¨ªa, al ver su nombre en la pantalla, pens¨¦ que llegar¨ªa el momento en que no sonar¨ªa m¨¢s. Y se contest¨¦ siempre¡±.
Sobre esos gestos trata Ordesa: ¡°A veces ella me dec¨ªa: ojal¨¢ tus hijos no te traten como me tratas t¨² ahora. Y esa maldici¨®n lleg¨®. Los hijos muchas veces no se dan cuenta de la importancia de sus padres hasta que mueren. Por eso, no pod¨ªa haber escrito el libro con ellos vivos. Esto, para m¨ª, es una tragedia. Lo hice por no haber sabido decirles lo que les quer¨ªa en vida. No se dieron las circunstancias y eso cre¨® un abismo sin soluci¨®n. Demasiadas conversaciones quedaron pendientes¡±.
De ah¨ª sale este di¨¢logo final que Vilas quiere establecer con sus hijos, al tiempo. Como un puente de palabras escritas sobre el que transitar cuando ¨¦stas no encuentran el momento de ser dichas¡
Babelia
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