M¨²sica de c¨¢mara
La presencia de J?rg Widmann magnifica las virtudes del Cuarteto Quiroga
Los Cuartetos Casals y Quiroga o, tanto monta, Quiroga y Casals celebran aniversarios y acumulan premios. Es una de las mejores noticias musicales que ha dado en estos ¨²ltimos a?os un pa¨ªs tradicionalmente yermo en este ¨¢mbito. Adem¨¢s, la semilla de su ejemplo ha prendido en un suelo cada vez m¨¢s f¨¦rtil y podr¨ªa decirse que andamos ya cerca de estar instalados en una cierta normalidad cuartet¨ªstica, con diversos grupos que tocan habitualmente un repertorio inagotable tanto aqu¨ª como en otros pa¨ªses. Y no deja de ser curioso que estos dos cuartetos ya muy experimentados decidieran bautizarse en su momento con el apellido de dos instrumentistas, el violonchelista Pablo Casals y el violinista Manuel Quiroga, que fueron aut¨¦nticas?rarae aves?en su ¨¦poca y que gozaron en vida de un enorme prestigio internacional. El tiempo ha demostrado que la elecci¨®n de aquellos j¨®venes no fue una decisi¨®n audaz ni temeraria, sino una mezcla de homenaje sincero y pago diferido de una deuda de gratitud.
El Cuarteto Quiroga recibi¨® el pasado a?o el Premio Nacional de M¨²sica (el Casals le precedi¨® en 2006), una suerte de imprim¨¢tur que suele avalar a int¨¦rpretes j¨®venes pero ya maduros con una s¨®lida carrera internacional a sus espaldas. El Quiroga est¨¢ reforzando esta faceta por medio de la colaboraci¨®n con instrumentistas de gran prestigio: hace pocos meses ha tocado con Martha Argerich (y volver¨¢ a hacerlo en abril), el a?o pasado se reforz¨® con la presencia de la violista Veronika Hagen (integrante del cuarteto hom¨®nimo) y a Madrid acaba de venir con J?rg Widmann, un superdotado de la interpretaci¨®n, la direcci¨®n y la composici¨®n que desata ovaciones y provoca admiraci¨®n all¨ª donde va. Su oratorio ARCHE, por ejemplo, fue el plato fuerte de la m¨²ltiple inauguraci¨®n de la Elbphilharmonie de Hamburgo, dentro de tres semanas estrenar¨¢ en la Staatsoper de Berl¨ªn la versi¨®n remozada de su ¨®pera Babylon y es una figura muy familiar en el Auditorio Nacional, porque hace dos temporadas fue artista residente de la temporada del Centro Nacional de Difusi¨®n Musical, lo que permiti¨®, entre otras cosas, conocer en primicia su Quinteto con clarinete, que estren¨® ¨¦l mismo con el Cuarteto Hagen. Y quienes estuvieran all¨ª en 2010 no habr¨¢n olvidado a buen seguro el Quinteto con clarinete de Brahms que interpret¨® en la Sala de C¨¢mara con el tristemente desaparecido Cuarteto Arcanto.
Obras de Bart¨®k, E?tv?s y Weber. J?rg Widmann (clarinete) y Cuarteto Quiroga. Auditorio Nacional, 9 de febrero.
Otros dos Quintetos con clarinete han sonado en esta ocasi¨®n: una novedad absoluta, Joyce, del compositor y director de orquesta h¨²ngaro Peter E?tv?s, y el puntal del repertorio para esta formaci¨®n instrumental que alumbrara, antes que Brahms y despu¨¦s que Mozart, Carl Maria von Weber. Como p¨®rtico, el Cuarteto n¨²m. 2 de otro creador h¨²ngaro, B¨¦la Bart¨®k, escrito en plena Primera Guerra Mundial. Una vez terminada su interpretaci¨®n por el Cuarteto Quiroga, parec¨ªan claras las fortalezas y las debilidades de su versi¨®n. Entre las primeras destaca, con mucho, su amplio arsenal de herramientas para tocar juntos y para escucharse unos a otros en todas las combinaciones posibles. Da gusto ver los constantes gestos, las miradas, las aproximaciones corporales de aquellos instrumentistas que, en un determinado pasaje, tocan l¨ªneas id¨¦nticas, paralelas o complementarias. Se percibe un enorme trabajo previo de an¨¢lisis de la partitura, de rigor conceptual, de ensayos muy meticulosos, pero el problema es ¨Cy por aqu¨ª asoma la principal flaqueza¨C que tantos buenos detalles, un trabajo de preparaci¨®n tan arduo, parecen impedir, por un lado, la necesaria espontaneidad en el momento del concierto (todo suena excesivamente premeditado, sin margen para un chispazo de inventiva o un imprevisto cambio de rumbo sobre la marcha) y, por otro, contribuyen a diluir la gran forma, el gran arco que debe dibujar la m¨²sica (siempre esencial en Bart¨®k), que pugna por hacerse o¨ªr entre esta sucesi¨®n de excelentes miniaturas. El suyo es, por decirlo as¨ª, un soberbio trabajo con el microscopio (y es quiz¨¢ significativo a este respecto que tres de sus instrumentistas toquen con una partitura general), pero uno a?ora unos perfiles m¨¢s n¨ªtidos desde la media distancia, como cuando cambiamos de perspectiva y nos alejamos un poco para captar toda la complejidad y globalidad de un cuadro.
El otro punto d¨¦bil del Cuarteto Quiroga es su espectro din¨¢mico, especialmente por arriba. Nos regalaron admirables pianissimi, perfectamente empastados, espl¨¦ndidas medias voces, pero apenas sonaron fortissimi como tales, rotundos, secos, poderosos, como los que requiere, por ejemplo, el feroz segundo movimiento de la obra de Bart¨®k. En ocasiones sorprend¨ªa ver m¨¢s vibrato en la mano izquierda que sonido real, cuando es el primero el que debe moldear el segundo, no viceversa. Ensanchar su espectro din¨¢mico redundar¨ªa sin duda en que sus ideas musicales, siempre atinadas, congruentes y cuidadosamente elaboradas, vieran reforzado su poder expresivo.
Todo mejor¨® con la incorporaci¨®n de J?rg Widmann, un m¨²sico mucho m¨¢s libertario y que hizo mucho por sacar las mejores virtudes del Quiroga, que son muchas, en los Quintetos de E?tv?s y Weber. El del primero deriva de una obra que program¨® tambi¨¦n el Centro Nacional de Difusi¨®n Musical en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa en 2016, estrenada entonces por el Cuarteto Calder y la soprano Barbara Hannigan. La parte vocal de aquel Joyce, entonces un movimiento de una estructura tripartita, se conf¨ªa ahora, mutatis mutandis, a un clarinete y la inspiraci¨®n sigue siendo el muy musical und¨¦cimo episodio, Sirenas, del Ulises de James Joyce: ¡°Nos presenta al protagonista masculino, Leopold Bloom, divagando entre atractivas camareras a trav¨¦s de convenientemente vigorosos gestos musicales¡±, afirma Peter E?tv?s sobre su pieza. Los hallazgos ling¨¹¨ªsticos del escritor irland¨¦s inspiran en el compositor una m¨²sica llena de fantas¨ªa y, sobre todo, de humor. Este se plasma una y otra vez en continuos glissandi, de corto, medio y largo alcance, en los cinco instrumentos, a veces interrumpidos teatralmente por ellos mismos, como cuando, en el sexto movimiento, Widmann chist¨® a sus compa?eros poniendo bruscamente freno a un incipiente pasaje danzable. Este mismo movimiento se cierra con un c¨®mico dise?o en segundas y terceras, que el clarinetista ha de interpretar con la t¨¦cnica del Flatterzunge, seguida de una nota grave marcada fortissimo. Y, pocos compases antes del final, segundo viol¨ªn, viola y violonchelo deben sonar, literalmente, ¡°como p¨¢jaros¡±. Humor, contrastes, registros extremos, inventiva a raudales, libertad: James Joyce en estado puro.
En la segunda parte, sin la presi¨®n inherente a un estreno, y m¨¢s con la extrema dificultad t¨¦cnica que impone Joyce a los cinco instrumentistas, el Cuarteto Quiroga y J?rg Widmann se dedicaron, mucho m¨¢s relajados, a disfrutar y a hacer disfrutar. El Quinteto con clarinete de Weber es una obra predilecta de su compatriota, que hace gala en ella no solo de su virtuosismo, sino tambi¨¦n de esa manera de hacer m¨²sica entusiasta, espont¨¢nea y liberadora que Widmann contagi¨®, y no poco, a sus compa?eros. El lenguaje cl¨¢sico siempre le ha ido muy bien al cuarteto espa?ol, que aqu¨ª acompa?¨® y arrop¨® a Widmann con mimo, dej¨¢ndole explayarse a sus anchas en el lirismo a raudales de la obra. Los cinco hicieron aut¨¦ntica m¨²sica de c¨¢mara, el t¨ªtulo, por cierto, de la primera colecci¨®n po¨¦tica de un todav¨ªa jovenc¨ªsimo James Joyce. Chamber music se abre con estos dos versos: ¡°Cuerdas en la tierra y en el aire / hacen m¨²sica dulce¡±. La definici¨®n perfecta, con el a?adido del clarinete, de la segunda parte del concierto.
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