La solidez y su resquicio

La condici¨®n humana y los rusos. En los estertores de la Guerra Fr¨ªa, con Ronald Reagan en el poder estadounidense y Mija¨ªl Gorbachov con los sovi¨¦ticos, en lo que se adivinaba como el principio del fin, una pel¨ªcula pol¨ªtica americana descifra a la perfecci¨®n d¨®nde poner el acento. No en esos rusos del poder sino en otro tipo de rusos: en los literatos, en Le¨®n Tolst¨®i y su an¨¢lisis del choque entre las convenciones sociales y los impulsos vitales. En cristiano: en c¨®mo se le fue la cabeza a Gary Hart, aspirante y gran favorito para la candidatura dem¨®crata a la presidencia del pa¨ªs en 1988, a poco tiempo de su victoria, llevando a su propia casa a una de sus amantes.

Basada en el libro del periodista Matt Bai All the truth is out, El candidato, visi¨®n de Jason Reitman de aquellos d¨ªas de espinas carnales en el esp¨ªritu impoluto de un cargo pol¨ªtico, es una s¨®lida pel¨ªcula de la escuela de los a?os setenta. La que tiene con todo merecimiento en un altar a Alan J. Pakula, el maestro de las conspiranoias, el autor de Todos los hombres del presidente. Una historia en la que tambi¨¦n salen, aunque en papeles terciarios, Bob Woodward y Ben Bradlee, y que mira a las formas de aquellas obras maestras de los setenta: a las m¨²sicas disonantes de Michael Small para El ¨²ltimo testigo y La noche se mueve, con la partitura de Rob Simonsen; a las fotograf¨ªas de grano duro y matices ocres de Gordon Willis, con el tratamiento de la luz por parte de Eric Steelberg.

Asent¨¢ndose en una doble dicotom¨ªa, la que separa el cargo p¨²blico de su privacidad, y la mucho m¨¢s interesante entre el raciocinio del cerebro y el est¨ªmulo de las tripas, El candidato despliega su relato en variadas vertientes, y todas ellas tienen unas notables densidad y calidad: la familiar, con mujer e hija; la profesional, con la corte de ayudantes de la campa?a y su trabajo minuto a minuto; la period¨ªstica, con la labor fundamental en el caso de los periodistas del Miami Herald y The?Washington Post, y la fina l¨ªnea que a veces separa el derecho a la informaci¨®n sobre la privacidad de un pol¨ªtico y el cotilleo y el intrusismo; y la feminista, con un valioso punto de vista de la joven amante, Donna Rice Hughes.

Sin embargo, con el trabajo de Reitman queda una duda razonable: visto el tono del desenlace, y su sutil pero claro mensaje, que incluso roza lo hagiogr¨¢fico con el personaje p¨²blico que fue Hart, cabe preguntarse por qu¨¦ no llega a verse en acci¨®n ad¨²ltera al protagonista. La respuesta es obvia: aunque en la pel¨ªcula quede claro que se produjo, si ello llega a verse en im¨¢genes, la lecci¨®n pol¨ªtica y period¨ªstica final quedar¨ªa devaluada a ojos de ciertos espectadores. Y eso, como la torpeza de Hart en la vida real, es un importante resquicio en un trabajo, por lo dem¨¢s, muy distinguido.