¡°A partir de una edad, caminas entre el presente y el pasado¡±
Marcos Ord¨®?ez recoge una sabrosa miscel¨¢nea de asuntos y emociones en su dietario ¡®Una cierta edad¡¯
¡°No s¨¦ qui¨¦n me dijo que las ¨²ltimas palabras de Paul Claudel hab¨ªan sido estas: ¡®Doctor... ?usted cree que habr¨¢ sido el salchich¨®n?¡¯¡±. ¡°Cuando yo era peque?o, detestaba el circo¡±. ¡°Me acuerdo de ?ngel Pavlovsky, un rey de la comedia, una noche de oto?o, a la salida del Capitol: ¡®El otro d¨ªa un espectador se fue a media funci¨®n pero volvi¨® a entrar porque lo de afuera era peor¡¯¡±. ¡°La ¨²ltima frase, tan proustiana de John Hurt antes de caer abatido por una bala en Las puertas del cielo, de Michael Cimino: ¡®Qu¨¦ curioso, el a?o pasado, por estas fechas, yo estaba en Par¨ªs¡±. Recorre uno las entradas y las p¨¢ginas de Una cierta edad (Anagrama), el dietario que acaba de publicar Marcos Ord¨®?ez, en un feliz deambular entre variad¨ªsimos asuntos, personas (de Stendhal a Butch Cassidy pasando por Juan Cruz) y estados de ¨¢nimo.
Cada entrada es un descubrimiento, una causa de regocijo, de sonrisa, de meditaci¨®n o de amable melancol¨ªa. Hay reflexiones, recuerdos, pasajes costumbristas ¨C¡°los equipajes de las motos, tambi¨¦n llamados cofres, parece que se hubieran inventado para apoyar la libreta y tomar notas por la calle¡±-, apuntes dignos del Woody Allen de C¨®mo acabar de una vez con la cultura o Sin plumas (¡°Adolfo Marsillach sale de su casa. Dos se?oras comentan: ¡®Ese es el padre de la hija de Adolfo Marsillach¡±), historias m¨¢s largas (la desternillante de Julia Gutierrez Caba sobre uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de su carrera representando una obra de Agatha Christie), efusiones (¡°?Dios bendiga a James Salter!¡±) y anotaciones de cariz muy personal: ¡°Sue?o que viajo en el tiempo hasta el a?o 68 para follar con Emma Cohen (...) Un sue?o estupendo, de los que no abundan¡±.
Ordo?ez (Barcelona, 1957) est¨¢ esperando en la puerta del bar para hablar de su libro. Luce una gorra de b¨¦isbol de los Yankees que desentona con el resto de su sobria indumentaria y le proporciona un aire a lo Harry Dean Stanton en Par¨ªs, Texas. Se apunta a pedir un oporto y cuando los traen, entrechoca su copa lanzando su lema favorito (aparte del ¡°dilo con firmeza pero finamente¡±, de Quitiliano), el brindis irland¨¦s de John Huston: ¡°Por el impulso¡±.
¡°En un libro como Una cierta edad cabe todo, casi¡±, se?ala. ¡°Actualidad hay poca, porque se disuelve r¨¢pido. No es un dietario teatral, aunque el teatro forma parte importante de mi vida y sale, claro¡±. El autor describe as¨ª lo que hay en su libro, confeccionado con ¡°platos muy variados¡±: ¡°Recuerdos, cr¨®nicas breves, apuntes al sesgo, microrrelatos, peque?os poemas, humoradas luminosas o bromas oscuras de la existencia¡±. Hay m¨¢s: ¡°El paso de la edad, el tiempo, cosas que te obsesionan¡±. Son todos textos escritos entre 2011 y 2016. Dice Ord¨®?ez que en ellos acaso se encuentre ¡°mi esencia sin argumento, mi voz hecha de muchas¡±.
Sobre la clave del g¨¦nero, reflexiona: "Lo bonito es la libertad que te proporciona, puedes correr en cualquier direcci¨®n, con la condici¨®n de no ponerte estupendo. Lo que atrapas es muchas veces que te cae, has de estar, por tanto, muy atento¡±. Un ejemplo, el cartel del loro perdido que ¡°atiende por Kostia¡±, necesita ¡°dieta especial¡± y es indispensable ¡°en terapia depresiva de un familiar¡±. Otro: ¡°Este no es barrio de guisantes¡±. Otro m¨¢s, una gitana en la Seguridad Social: ¡°La ni?a, que tiene escoc¨ªo el regocijo¡±. Dice que le abrieron los ojos al inter¨¦s actual del dietario dos escritores que lo frecuentan, Ignacio Vidal-Folch e I?aki Uriarte. "Ambos tienen ese talento para coger algo¡±. ?Cioran? ¡°Te parte el alma, pero en cambio me gustan mucho Jules Renard ¨Cal que descubrimos por Pla- y Charles Simic con sus p¨ªldoras sanadoras¡± (i. e. ¡°la belleza de un momento fugaz es eterna¡±). Aborrece Ord¨®?ez ¡°esos dietarios en que la mitad es ajuste de cuentas¡±. Para ¨¦l es fundamental entretener, ofrecer algo de humor ¡°y pillar un poco de belleza¡±. Aunque alg¨²n texto tenga la extensi¨®n y la fuerza de un aforismo, el escritor marca distancias: ¡°El aforismo quiz¨¢ es escucharse un poco demasiado a uno mismo¡±, lo que no est¨¢ mal como, precisamente, aforismo. En Una cierta edad abundan los amigos del autor (Lady Espert, la Sard¨¤, Mario Gas, Shakespeare, la gata Rosal¨ªa) muchos desaparecidos (Anna Maria Moix, Rosa Novell, Anita Lizaran). ¡°Alguien dijo que a partir de cierta edad caminas en dos lugares, el presente y el pasado, continuamente te va la memoria hacia atr¨¢s y ah¨ª est¨¢n ellos, los que se han ido¡±.
Marcos Ord¨®?ez se marcha dejando tras ¨¦l un reguero de historias y de frases en las que resuena su voz cavernosa a lo Constantino Romero. A recordar desde la primera del libro (de su querido Ennio Flaviano), ¡°la situaci¨®n es grave pero no seria¡±, hasta la pen¨²ltima (suya), ¡°tres se?ales indicativas de que el d¨ªa, pese a todo, ha sido bueno: si he atrapado un momento de belleza, si he re¨ªdo con alegr¨ªa al menos una vez y si he podido decir: ¡®Bueno, creo que tengo un borrador, ma?ana lo paso a limpio¡±. La ¨²ltima es: ¡°Buenas noches. Feliz a?o nuevo¡±.
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