Chirino visto por Chirino
Un libro p¨®stumo de charlas con Antonio Puente, que saldr¨¢ en mayo, recoge el testamento creativo y vital del escultor
Entre 2015 y 2018, el escultor canario Mart¨ªn Chirino, fallecido el lunes, convers¨® con el escritor y periodista Antonio Puente sobre su vida, su obra y las l¨ªneas maestras que la han atravesado. Esas charlas se recoger¨¢n en el libro La memoria esculpida (Galaxia Gutenberg), que se publicar¨¢ a principios de mayo. Lo que sigue es un breve diccionario del mundo Chirino visto por Chirino.
Espiral. ¡°Es el principio y el fin: hacia adelante y hacia atr¨¢s es lo mismo. Es el principio de la vida y lo otro: sus puntos suspensivos. Es lo que aglutina cuanto he creado; si no llego a saber que ten¨ªa que delimitar con claridad muchas cosas, nunca iba a ser el escultor que ten¨ªa que ser. Y claro, la espiral ocupa el v¨¦rtice de mi recorrido, con su centro siempre abierto a cualquier derivaci¨®n. Es el v¨¦rtice central de los antagonismos, las contradicciones, las dudas¡ Es geometr¨ªa, con un centro perpetuamente escindido, entre la tensi¨®n y la distensi¨®n, lo s¨®lido y lo vacuo; un centro precintado pero infinito¡ Y tambi¨¦n es geograf¨ªa: su centro coincide con nuestro propio origen insular, que determina una cultura tensa y densa, que es lo mejor que nos puede pasar. En ese sentido, la espiral es una obsesi¨®n de la insularidad, donde los d¨ªas del hoy y del ayer no son distintos.
Insularidad. "Cuando leo las tesis sobre la insularidad, de intelectuales como Juan Manuel Trujillo, Westerdahl, P¨¦rez Minik, Garc¨ªa Cabrera¡, la pregunta que me desazona es por qu¨¦ se quejaba aquella gente de lo mismo que me quejo yo casi un siglo despu¨¦s; por qu¨¦ sentimos lo mismo. Muy en consonancia con lo de la ¡°t¨¦cnica de la mezquindad¡±, el c¨¦lebre cu?o de Manolo Millares, P¨¦rez Minik hab¨ªa se?alado: ¡®Tenemos miedo de expresar nuestra admiraci¨®n por si te quitan algo¡±.
Morata de Taju?a. ¡°Siempre he vivido en el extrarradio. Ya lo hice en Nueva York, y despu¨¦s en Madrid, primero en San Sebasti¨¢n de los Reyes [1960-96], al norte de la ciudad, y ahora en Morata de Taju?a [a partir de 1996], al sureste. Ambas casas han tenido siempre las puertas abiertas para todo el que quisiera visitarme, y han acogido a gente de diversas procedencias, tambi¨¦n a muchos de mis paisanos. Lo cierto es que en Morata de Taju?a estoy en mi Arcadia. El paisaje es muy sobrio pero hermoso, semejante a la Toscana, y conserva vestigios romanos. La casa es muy simple, hecha de desechos, pero muy abierta al sol y a la luz, que se contrarrestan con un jard¨ªn, dise?ado para componer sombra. Tambi¨¦n en esto de las casas debo de ser estoico, porque me gustan los entornos sobrios y de cierta solemnidad; porque en Morata vivo entre cipreses y en San Sebasti¨¢n de los Reyes viv¨ªa junto a un cementerio, que parec¨ªa un cuadro de Fra Ang¨¦lico¡¡±.
Nueva York. ¡°Hasta que no llegu¨¦ a Nueva York, ya a finales de esa d¨¦cada, no sent¨ª la verdadera libertad; en qu¨¦ consiste, digamos, poder escindirse por dentro y mantener el equilibrio. Cuando vives en una gran urbe, y, sobre todo, en la meca art¨ªstica y cultural, como era Nueva York entonces, el mundo y el sentido del tiempo se vuelven m¨¢s fluidos... Creo que ha sido la experiencia que m¨¢s me ha marcado en toda mi vida, sinti¨¦ndome, casi, como un extranjero de m¨ª mismo. Llegu¨¦ gracias al mecenazgo del empresario Hart Perry, y su esposa, la escultora Beatrice Perry, que me brindaron un espacio aleda?o a su residencia. Debo decir que el entorno y su trato eran maravillosos. Mi taller era r¨²stico, pero estaba situado en un lugar de ensue?o, en la ribera del r¨ªo... Lo que aquel enclave de Nueva York me proporcion¨® fue tiempo, mucho tiempo para plantearme la teor¨ªa y la praxis de lo que ir¨ªa a hacer en adelante y para forjarme una disciplina de trabajo definitiva... Me permiti¨® darme cuenta, definitivamente, de que mi obra me importa m¨¢s que mi vida. Me sentaba a trabajar y me olvidaba del resto, y comprend¨ª que esa experiencia era mi salvaci¨®n. Trabajas y te olvidas del tiempo, del entorno; crear es el mejor lenitivo¡±.
Viento. ¡°Es despu¨¦s, cuando construyo mi casa de San Sebasti¨¢n de los Reyes, cuando los vientos comienzan a tomar cuerpo; y m¨¢s tarde, en el taller de Nueva York, igualmente modesto pero con un bello entorno, en aquel enclave privilegiado a orillas del r¨ªo Hudson, cuando se convierte en la ra¨ªz de mi obra, extendi¨¦ndose a derivaciones como los aer¨®voros y las ladys¡ De nuevo la dualidad de la que venimos hablando: se va perfeccionando la espiral de los vientos en la misma medida en que se desarrollan sus evoluciones¡±.
Epitafio. ¡°Nunca me ha gustado erigirme en nada; no quiero ser un profeta. Mientras tanto, quiero decirles a los j¨®venes que hay que vivir, y que para ello es imprescindible intentar averiguar qu¨¦ es la vida, es decir, la propia; decirles que les aguarda un largu¨ªsimo camino en el que no hay que desfallecer en el caminar hasta extenuarse y s¨ª creer, adem¨¢s, que todo aquello que te ocurre tal vez sea lo mejor que te ha podido ocurrir...
Les dir¨ªa a los j¨®venes que dejen a un lado el qu¨¦ dir¨¢n, y que act¨²en. Hay que evitar tanta preocupaci¨®n est¨¦ril, y tanta especulaci¨®n en el vac¨ªo, como a menudo se observa¡±.
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