Amenaza en la sombra
Laia Marull y Pablo Derqui muestran, a gran voltaje, lo peor de una pareja en pugna por la custodia filial en un feroz melodrama de Jordi Casanovas
Jordi Casanovas es uno de nuestros dramaturgos m¨¢s astutos y vers¨¢tiles. Nacido en 1978, cuenta ya con una treintena de obras, en las que acostumbra a arriesgarse cambiando de g¨¦nero y tono sobre un fondo tal vez com¨²n: la crueldad y los juegos de dominio, con una violencia a veces f¨ªsica aunque m¨¢s habitualmente verbal, como suele corresponderle a la escena. Ha escrito comedias negras (Idiota), thrillers (Les millors ocasions), aventuras fant¨¢sticas al borde del terror o la ciencia ficci¨®n (Un hombre con gafas de pasta, City/Sim City, La ruina, La revoluci¨®), para citar solo algunas de mis favoritas, y recientes incursiones en el teatro documento, modalidad inaugurada con Ruz-B¨¢rcenas, estrenada en el madrile?o Teatro del Barrio, o Port Arthur y Jaur¨ªa, que espero ver la semana pr¨®xima en el Pav¨®n Kamikaze.
La dansa de la venjan?a toma su t¨ªtulo de Medea¡¯s Dance of Vengeance, de Samuel Barber, y es un melodrama contempor¨¢neo en clave de denuncia, pero que a mis ojos tiene maneras victorianas e incluso toques de ferocidad isabelina. Est¨¢ funcionando de maravilla en la Villarroel barcelonesa, a las ¨®rdenes de Pere Riera, que tuvo all¨ª un ¨¦xito parecido dirigiendo un texto propio, Inf¨¤mia, tres a?os atr¨¢s. El reparto es sensacional. A mi juicio, lo mejor que ha hecho Laia Marull, una estupenda actriz que sabe ser vulnerable e inquietante, y que, l¨¢stima, no se prodiga mucho en teatro. Debut¨® en 1993 de la mano de Llu¨ªs Pasqual, y entre sus trabajos hay que destacar tambi¨¦n Nina, El pol¨ªgrafo, La llista e Incendis. Pablo Derqui es un maestro a la hora de dibujar personajes turbios y amenazadores, como hizo en Roberto Zucco, L¡¯¨¤nec salvatge o Cal¨ªgula. Derqui y Marull, que ya coincidieron en el Lliure interpretando Hedda Gabler, son aqu¨ª dos personajes profundamente perturbados, casi strindbergianos: Roger y Cl¨¤udia, un matrimonio de clase alta que parece haberse separado ¡°civilizadamente¡± pero cuyo verdadero campo de batalla ser¨¢ la custodia del hijo. La acci¨®n de este duelo de poder tiene lugar en un sal¨®n lujoso, abierto al p¨²blico por ambos lados. Roger es lo que suele llamarse un hombre ¡°de cultura¡±, pero poco a poco conocemos su car¨¢cter autoritario, su fundamentalismo y su peligro, emblematizado en su ansia de apartar a los d¨¦biles, los depresivos, los pesimistas, del camino de su hijo (¡°debemos evitar que le pase lo mismo que a esos seres repugnantes e infelices: siento que esa es mi misi¨®n¡±, proclama). Cl¨¤udia, pintora, introspectiva, busca liberarse del dominio de su marido y empezar una vida nueva, pero su sombra es un ego¨ªsmo no menos da?ino: los ejemplos, al ser m¨¢s secretos que los de Roger, resultar¨ªan demasiado reveladores. ?Qui¨¦n es m¨¢s culpable, qui¨¦n m¨¢s v¨ªctima? Lo m¨¢s sugestivo es que Casanovas no parece tomar partido por ninguno. Quiz¨¢s la pregunta m¨¢s adecuada sea: ?qui¨¦n dejar¨¢ peor herencia? Y ah¨ª radica el riesgo al que me refer¨ªa al principio, y que corren tanto el dramaturgo como el director y los dos int¨¦rpretes, porque las ra¨ªces hereditarias, y la lenta, letal danza de la venganza, est¨¢n al borde del melodrama enloquecido. Hemos visto muchas piezas en torno a contiendas matrimoniales, pero los giros de La dansa de la venjan?a (t¨ªtulo que quiz¨¢s peque de obvio: ¨²nica pega) son un poco chirriantes, aunque a menudo los excesos argumentales inyectan intensidad al melodrama. Tiene algo de los siniestros relatos de Daphne du Maurier, con toques alucinados del primer Sirk o de Fassbinder. Sebasti¨¤ Brosa firma una escenograf¨ªa que le hubiera gustado al Hitchcock m¨¢s on¨ªrico y claustrof¨®bico. Y hablando de Hitchcock, ah¨ª est¨¢ el espacio musical de Jordi Bonet, que despierta en m¨ª ecos de los pasajes m¨¢s ominosos de Bernard Herrmann.
Pero lo que realmente me toc¨® fue de qu¨¦ modo Derqui y Marull le echan kilos de convicci¨®n y poder¨ªo al condumio, y c¨®mo Riera dirige con tiral¨ªneas: la modulaci¨®n del ritmo creciente y la tensi¨®n entre la pareja; el control exquisito de la puesta en escena; el humor oscuro que fluye bajo el texto. La amenaza tambi¨¦n evoca un r¨ªo imparable. No hay excesivos gritos, pero los silencios son m¨¢s dolorosos y desarbolantes. Me gusta tambi¨¦n el equilibrio entre naturalismo y los giros casi expresionistas de la ¨²ltima parte. Lamento no haber podido detenerme en el argumento, para analizar, aunque fuera un poco, la forma en que Casanovas te lleva por donde quiere, con golpes de efecto tan fulminantes como el de la maleta enigm¨¢tica. Y que al final recuerde aquellas funciones policiacas (con la firma de Jos¨¦ Luis Alonso) que en los sesenta se anunciaban por la radio con voz cavernosa: ¡°Por favor, no cuenten el final a sus amistades¡±. No creo equivocarme augur¨¢ndole un gran ¨¦xito. En toda Espa?a y donde se estrene.
La dansa de la venjan?a. Texto: Jordi Casanovas. Direcci¨®n: Pere Riera. La Villarroel. Barcelona. Hasta el 31 de marzo.
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