Del talento
En ¡®Prodigios¡¯, ni?as y ni?os se comportan con absoluta educaci¨®n ante las c¨¢maras, sin la habitual petulancia de los que presuponen que han deslumbrado al mundo
El pasado s¨¢bado La 1 estren¨® en su mejor horario Prodigios,un concurso de talentos con dos particularidades: los participantes son menores de 16 a?os y las tres disciplinas convocadas, canto, danza e instrumentos, pertenecen al ¨¢mbito de la m¨²sica cl¨¢sica. Una estupenda sorpresa.
Si como dijo el poeta "ya hay un espa?ol que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una Espa?a que muere / y otra Espa?a que bosteza...", est¨¢ claro que los concursantes del primer programa quieren vivir y viven. Son realmente un prodigio de talento, constancia y disciplina. Fue emocionante escuchar y ver a un ni?o de 12 a?os tocar al piano una enrevesada pieza de Scarlatti, o a otro de 14 interpretar magistralmente con su viol¨ªn a Vivaldi, como lo fue escuchar a un tercero, de 12, cantar impecablemente Casta diva o contemplar a una ni?a de 14 bailar Giselle. Ni?as y ni?os que se comportan con absoluta educaci¨®n ante las c¨¢maras, sin la habitual petulancia de los que presuponen que han deslumbrado al mundo.
El programa, presentado eficazmente por Boris Izaguirre, tiene, al menos de momento, otra virtud: tres jurados, Ainhoa Arteta, Nacho Duato y Andr¨¦s Salado, que se ci?en sobriamente a su doble condici¨®n de jueces y tutores. Fue un placer, por ejemplo, contemplar a la soprano explicarle a una concursante c¨®mo conseguir controlar el aire con los pulmones o a Nacho Duato aconsejar c¨®mo acabar un paso. Jurados muy profesionales que eluden el divismo y se ci?en a transmitir sus conocimientos.
Y, si como vimos el s¨¢bado, hay una Espa?a que empieza vivir con talento, hay otra que indefectiblemente bosteza: la sufrida ciudadan¨ªa que tiene que escuchar los mantras de los pol¨ªticos en la precampa?a electoral, unos argumentos manidos y con frecuencia falsos, como ese apoyo de los independentistas a Pedro S¨¢nchez cuando la precampa?a se debe precisamente a su falta de apoyo, o esa lamentable e infantiloide actitud de un presidente auton¨®mico con delirios de grandeza a cuenta de unos lazos amarillos.
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