Hiroshima, ¡®mon amour¡¯
?ngel Rup¨¦rez escribe en ¡®Morir en Hiroshima¡¯ una posible respuesta a la pregunta de c¨®mo escribir poes¨ªa despu¨¦s de los horrores del siglo XX
El se?or Watanabe, protagonista de la novela m¨¢s reciente de Andr¨¦s Neuman (Fractura), recordaba con precisi¨®n fotogr¨¢fica los efectos que siguieron a la explosi¨®n at¨®mica en Hiroshima. El cine tampoco ha permanecido ajeno al asunto, desde el filme-emblema de Alain Resnais que da t¨ªtulo a esta rese?a hasta la estremecedora cr¨®nica que rod¨® Shohei Imamura en Lluvia negra. Incluso la banda pop OMD se marc¨® un hit antibelicista a comienzos de los ochenta con Enola Gay, que alud¨ªa al nombre del avi¨®n encargado de lanzar la bomba sobre suelo nip¨®n.
Ya en el espacio l¨ªrico, uno de los grandes poemas del ¨²ltimo Pedro Salinas, 'Cero', evocaba la ¡°desgarrada blancura¡± de la radiaci¨®n. Con Morir en Hiroshima, ?ngel Rup¨¦rez se suma a esta cadena desde una perspectiva peculiar: frente a la denuncia testimonial o la arrebatada salmodia, el autor ofrece a la vez un cuaderno de campo y una plegaria rota. En este viaje por los s¨ªmbolos del dolor colectivo, las im¨¢genes luminosas (abundan aqu¨ª los farolillos, las luci¨¦rnagas y las fogatas) contrastan con los signos cenicientos de la destrucci¨®n.
Aunque el vuelo verbal rompe las barreras espacio-temporales, el libro se aproxima antes a la recreaci¨®n hist¨®rica que a la fabulaci¨®n literaria: ¡°?C¨®mo reconstruir la vida? ?Qu¨¦ dice el sol, 60 a?os despu¨¦s?¡±, leemos. A lo largo del recorrido, el autor trata de recuperar la memoria de las v¨ªctimas: conversa con los supervivientes, mira la silenciosa desolaci¨®n de la naturaleza y visita el museo en cuyas paredes se proyectan las consecuencias del estallido (¡°Despu¨¦s de mamar, el ni?o se habr¨ªa quedado dormido.?/ As¨ª es como hubiera ocurrido pero la explosi¨®n irrumpi¨®?/ en la escena y calcin¨® al instante a la madre y al ni?o¡±). El itinerario termina con una despedida zen y una posdata en Kioto que cierran el c¨ªrculo de catarsis y redenci¨®n. Sorteando casi siempre el pintoresquismo tur¨ªstico, Morir en Hiroshima no solo entrega una sugerente pesquisa existencial, sino tambi¨¦n una posible respuesta a la pregunta de c¨®mo escribir poes¨ªa despu¨¦s de los horrores del siglo XX: desde luego, los versos de Rup¨¦rez se parecen m¨¢s a una canci¨®n de amor que a un amargo r¨¦quiem.
Morir en Hiroshima.??ngel Rup¨¦rez. Evoh¨¦, 2018. 87 p¨¢ginas. 10 euros.
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