Nick Drake en castellano: un empe?o meritorio y casi suicida
Tachenko estrena una adaptaci¨®n ¨ªntegra del disco ¡®Five leaves left¡¯ en compa?¨ªa de socios como The New Raemon, Alondra Bentley o Abraham Boba

Nick Drake muri¨® ignorado y deprimido cuando solo le contemplaban 26 a?os, y, a tenor de ese car¨¢cter ensimismado y huidizo que le atribuyen las cr¨®nicas, hoy se quedar¨ªa at¨®nito si pudiera comprobar la dimensi¨®n colosal que no para de adquirir su figura. El Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid (porque Drake ya tiene algo de divino, mucho de celestial y un poco de m¨¢rtir temprano) ha programado hasta dos homenajes tan dispares entre s¨ª como con respecto a la obra reverenciada. Y si hace dos semanas ve¨ªamos al bar¨ªtono Joel Frederiksen reinventando el repertorio de nuestro ¡°hombre del r¨ªo¡± como si proviniera de la tradici¨®n renacentista brit¨¢nica, este s¨¢bado fueron los zaragozanos Tachenko quienes se atrevieron con el estreno absoluto de su tributo a Five leaves left (1969), primero de los tres ¨¢lbumes que tuvo tiempo de grabar Drake y uno de los cancioneros m¨¢s bellos y estremecedores que ha acertado a concebir la especie humana.
Sebas Puente y Sergio Vinad¨¦ han tenido el coraje de adaptar al castellano, intentando ser muy respetuosos con el esp¨ªritu de los originales, nueve de las diez composiciones que incluy¨® el l¨ªrico, contemplativo y atormentado Nicholas Rodney en aquel debut superlativo. Solo se mantuvo en su versi¨®n original inglesa Fruit tree, aprovechando que era la biling¨¹e Alondra Bentley la voz invitada en los madrile?os Teatros del Canal. Bentley dej¨® su delicado vibrato suspendido en el aire mientras deshojaba aquella premonici¨®n aterradora, la de la ¡°fama que no florece hasta que el tronco est¨¢ enterrado¡±. Y, de paso, refrend¨® por contraste la valent¨ªa de Tachenko al intentar este repertorio en castellano, un empe?o tan meritorio como ligeramente suicida.
Drake escrib¨ªa con un pulso muy l¨ªrico y sentimental, pero ni manierista ni rebuscado. Y como sus frases eran breves, aprovechando la profusi¨®n de monos¨ªlabos en la lengua inglesa, la traslaci¨®n de ese universo al castellano se confirm¨® anoche como una peque?a cuadratura del c¨ªrculo ling¨¹¨ªstica. En alguna de las propuestas de Sebas Puente a este respecto, sobre todo en los casos de River man y Way to blue, el resultado ten¨ªa un punto de simpleza c¨®smica casi, casi parroquial. Pero la primera se beneficiaba, al menos, de la preciosa voz de Ram¨®n Rodr¨ªguez (The New Raemon).
Junto a Bentley y Rodr¨ªguez, el tercero de los invitados en estado de gracia result¨® ser Abraham Boba (Le¨®n Benavente). La transformaci¨®n de la hermos¨ªsima Saturday sun en S¨¢bado al sol se desarrollaba con mucha m¨¢s naturalidad, pero adem¨¢s Boba aprovech¨® para sacarle provecho a esa sutil, casi imperceptible inflexi¨®n negroide que late al final de cada estrofa. Y tambi¨¦n tuvo su gracia encontrarse con Fino Onoyarte (Los Enemigos) reescribiendo por su cuenta Man in a shed con un cierto desparpajo coloquial.
¡°Fino ten¨ªa que estar aqu¨ª porque es el hombre que ha hecho un disco m¨¢s Nick Drake del pop espa?ol¡±, le piropearon al de Almer¨ªa. En realidad, lo mejor de este bello y escueto experimento (60 minutos exactos) consisti¨® en descubrir la nada desde?able n¨®mina de artistas peninsulares que se destapan como admiradores de Drake, un personaje tan oscuro y desdichado que nunca pareci¨® figurar en las oraciones de nuestros artistas. Bueno, salvo en el caso de Nacho Vegas, que incluso escribi¨® en su d¨ªa un pr¨®logo precioso al respecto, Plegarias del desamparo.
Sonaron las 10 canciones de Five leaves left y, como ¨²nica propina, un Fly tambi¨¦n castellanizado. ¡°Esperamos estar a la altura de una de las mejores canciones de la historia de la m¨²sica¡±, resumi¨® el guitarrista Pau Roca (La Habitaci¨®n Roja) antes de ayudar a Tachenko con esta preciosidad del repertorio de Bryter layter (1970), el segundo ¨¢lbum de nuestro bardo. La huella de Drake no para de extenderse y hacerse profunda, ahora tambi¨¦n por parte de los nuestros y en nuestro idioma. Los quebraderos de cabeza que sus afinaciones provocan a los guitarristas de medio mundo son ya un cl¨¢sico. Y la vigencia de ese sol sabatino, que llega de improvisto y ¡°sin que nadie sepa qu¨¦ hacer¡±, un resumen de nuestros desconciertos vitales al que siempre le acompa?ar¨¢ el abrigo de la posteridad.
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