Contorsiones con roquete
Vuelve a Madrid la compa?¨ªa La Veronal con su creaci¨®n de 2015, siempre de su director Marcos Morau, en una lujosa y compleja coproducci¨®n
Vuelve a Madrid la compa?¨ªa La Veronal con una creaci¨®n de 2015, Voronia, siempre de su director Marcos Morau (Onteniente, 1982), una lujosa y compleja coproducci¨®n en la que intervienen el Mercat de les Flors de Barcelona, entidades p¨²blicas de Weisbaden y Berl¨ªn y el Teatro Nacional de Chaillot (Par¨ªs), entre otros. La obra se abre con una alusi¨®n brutalista a la servidumbre en la obsesiva escena coral de la limpieza. Aspiradoras, fregonas, cubos y mochos, bayetas y escurridores se vuelven instrumentos l¨ªricos en las manos ralentizadas de una tropa uniformada que preparan, prologan, el ¨¢cido y tenebrista ritual que continuar¨¢.
En la primera media hora no suceden grandes cosas; las escenas de presentaci¨®n recrean esa organizaci¨®n interior y cr¨ªptica, de secta o congregaci¨®n. Pudorosos uniformes de internado, monaguillos con roquetes de lino, un bailar¨ªn que asemeja un di¨¢cono¡ el ambiente quiere ser cism¨¢tico, pero se queda en el tono de farsa. Para llegar a lo entendido como paroxismal, eso que Leopold Szondi llama acertadamente ¡°vuelo cainita¡± (y que a Morau le encanta trenzar), hace falta algo m¨¢s de materia y menos enigmas visuales, aunque siempre vayamos con la biblia por delante y por detr¨¢s, como un sino marcado a fuego, d¨¢ndole utilidad memorial o ambiental en esas frases deslumbrantes de culpa.
Voronia
Coreograf¨ªa y direcci¨®n: Marcos Morau.
M¨²sica: Pietro Mascagni, Giuseppe Verdi, Richard Wagner, Arvo P?rt y otros.
Escenograf¨ªa: Enric Planas; sonidista: Marcelo Lastra; v¨ªdeo. Joan Rodon.
Teatros del Canal, Madrid. Hasta el 14 de abril.
La provocaci¨®n, en lo abisal (lo m¨¢s profundo cognoscible), de un hipot¨¦tico choque o contraste gr¨¢fico entre el bien y el mal no acaba de verse expl¨ªcitamente por ning¨²n lado en Voronia. Para la danza, la teor¨ªa y su verborrea ayudan, pero no justifican. La propia iglesia ha superado ese lugar com¨²n estacando los l¨ªmites del infierno metaf¨®rico del literal, y a la vez del canon, como una referencia donde la literalidad (narrativa y figurada) no precisa del dogma. Es Giacomo Casanova quien juega con la teor¨ªa de los m¨ªnimos o megamicros (de hecho Morau coloca un enano, ni?o o miniatura en el eje de su montaje) en su deliciosa Icosameron (1787: ?ciencia-ficci¨®n del XVIII?), con ese viaje imposible y ut¨®pico al inframundo interior, a las profundidades ¨ªgneas de la tierra, persiguiendo su centro (Verne pis¨® esa huella). Casanova usa metaf¨®ricamente a sus protagonistas para tratar de un equilibrio entre el bien y el mal, en sus manifestaciones y querencias, y hay antecedentes que pueden traerse a colaci¨®n: Ludvig Holberg (1741) y su Nikolai Klimii, un h¨¦roe subterr¨¢neo; The Blazing World (1668) de Margaret Cavendish o finalmente el imprescindible?Lamekis de Charles Fieux de Mouhy, que ya en 1738 llev¨® a su egipcio ¡°a la tierra interior¡±.
En la segunda parte de Voronia, la mec¨¢nica esc¨¦nica se luce: el ascensor o cancela de Hades, la gran mesa de la cena ritual (?12 o 13 comensales en referencia evang¨¦lica?) y hay una cierto crescendo ayudado por unas m¨²sicas potentes (ol¨ªmpicamente ignoradas en el programa de mano) y que siempre son un b¨¢lsamo.
En la formalidad pl¨¢stica, sin entrar en porcentajes o preeminencias pero con evidencia muy contrastada, vemos los aportes a la est¨¦tica de La Veronal de Peeping Tom, Robert Wilson y DV8 Physical Theatre. Tambi¨¦n hay un gusto en el fraseo de baile que resulta m¨¢s que reconocible en las secuencias de movimiento y en la asunci¨®n de una cor¨¦utica ajena nacida hace tiempo en William Forsythe (muy epid¨¦rmico aqu¨ª), Wayne McGregor, Marco Goecke y Alexander Ekman. Si el arte de la contorsi¨®n persistente adquiere carta de m¨¦todo y eje de vocabulario, al menos deb¨ªa haber tenido su an¨¢lisis y su empaquetado como hacen sus inspiradores.
Pero no nos confundamos en el trampantojo de las formas. En Morau y su exacerbado intelectualismo no hay un estilo propio y elevado al rango distintivo de lo propio sino una muy habilidosa recurrencia de taller con sutiles encolados a la manera de una taracea muy pulimentada. Esa marqueter¨ªa esc¨¦nica da frutos y desboca en una casi incontestable buena factura teatral donde la eficacia de las luces, la banda sonora, los escenarios y el vestuario decoran el tiempo de duraci¨®n, no extendido, sino bastante conciso. De la danza propiamente mucho no se puede decir porque sencillamente no la hay. El c¨®digo es estrecho y narcisista, dos caracter¨ªsticas bastante extendidas hoy d¨ªa entre ese sector de la profesi¨®n que profesa pegado al suelo, la torsi¨®n y la espiral cerrada (una contradicci¨®n). Ocasionalmente se recurre a una evoluci¨®n mim¨¦tica del grupo, pero siempre dentro de la misma militancia, como si pesaran a¨²n demasiado los coqueteos con la anti-danza y la dependencia del efecto sobre lo substancial. El p¨²blico aplaudi¨® pasionalmente y en pie a los artistas, en una excepcional y calurosa acogida, ya en s¨ª calificable de triunfo.
Babelia
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