Pasado y premonici¨®n de Umbral
No siempre escribi¨® de?la actualidad del pasado, sino de lo que a?Espa?a le acechaba si olvidaba el viejo sonido de la guerra
Francisco Umbral fue varios hombres a la vez, y era tambi¨¦n un ni?o. La historia de su vida, que tras su muerte vivi¨® el giro de la noticia p¨®stuma que public¨® aqu¨ª Manuel Jabois sobre su verdadero padre, fue materia de sus propias novelas y de sus art¨ªculos. Despu¨¦s de aquella noticia muchas inc¨®gnitas, incluidas sus imposturas, sus man¨ªas o sus desplantes, hallaron otras interpretaciones y algunos abismos. No era Umbral el dandi que ¨¦l quiso parecer, fue en realidad un ser de su tiempo, la guerra espa?ola, la posguerra triste, la Transici¨®n que ¨¦l dibuj¨® en este peri¨®dico, los desencantos que vivi¨® este pa¨ªs sujeto a los s¨²bitos malestares de la historia.
Fue un escritor a tiempo completo, y a vida completa. El olvido de Umbral, que se ha practicado como deporte nacional incluso en los tiempos en que era el m¨¢s notorio de los escritores espa?oles, aparte de Camilo Jos¨¦ Cela, omiti¨® en un tiempo, inevitablemente, la historia que luego se conoci¨® por Jabois, pero, sobre todo, descuid¨® el enorme caudal de testimonio, muchas veces herido, como en Mortal y rosa, de una vida que no era lo que parec¨ªa si uno se paraba tan solo en sus diarios de snob.
Umbral, por decirlo as¨ª, tampoco le hizo justicia a Umbral, pues permiti¨® que las alharacas (muchas veces inventadas) de su personalidad nocherniega y social hicieran desaparecer sus dramas humanos, sus dudas, su memoria radicalmente escindida. Por eso no se vuelve a Umbral, porque convirti¨® su vida, salvo en algunos aspectos, en una puerta cerrada por cuyas rendijas envi¨® mensajes que hablaban de la desolaci¨®n real y de las quimeras perdidas.
Ahora se ha publicado en Italia un libro sobre una d¨¦cada prodigiosa de Umbral, la que va de 1965 a 1975, cuando en Espa?a parec¨ªa que iba a escribirse otra historia y ¨¦l, sobre todo, escribi¨® Mortal y rosa, a ra¨ªz de la muerte de su hijo, que a ¨¦l y a su mujer, Mar¨ªa Espa?a, ya marcar¨ªa para siempre, hasta hoy, pues Mar¨ªa sobrevive a Paco, que muri¨® el ¨²ltimo d¨ªa de agosto de 2007.
En ese libro, El tiempo parado (Edizioni ETS), su autor, Marco Ottaiano, que ejerce su magisterio en N¨¢poles, analiza ¡°la importancia de su trabajo period¨ªstico como cr¨ªtico de las costumbres y renovador de la lengua y de la prosa castellana¡±. Lo fue, fue todas esas cosas, no fue tan solo ¡°el de las negritas¡±, tampoco fue solo el que (con justicia, por cierto) reclam¨® en la televisi¨®n que hab¨ªa ido a ese programa a ¡°hablar de mi libro¡±. Fue, sobre todo, un escritor desgarrado, un hombre solo ara?ando en la m¨¢quina de escribir una explicaci¨®n para s¨ª mismo. Lo disfraz¨® todo, menos el dolor. Fue el autor, como escribi¨® Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald en un pr¨®logo a Mortal y rosa, de ¡°algunos de los m¨¢s turbadores y emocionantes segmentos autobiogr¨¢ficos de nuestra literatura contempor¨¢nea: ¡®El poema en prosa de unos graves meses de mi vida¡±.
No siempre escribi¨® de?la actualidad del pasado, sino de lo que a?Espa?a le acechaba si olvidaba el viejo sonido de la guerra
Ese Umbral de los desgarros es tambi¨¦n el autor de un libro, Capital del dolor, que Umbral public¨® en Planeta 10?a?os antes de su muerte y que levanta ahora escalofr¨ªos retrospectivos. Por usar el t¨ªtulo de Ottaiano, ah¨ª par¨® Umbral el tiempo en los proleg¨®menos de la Guerra Civil, acerc¨® su o¨ªdo al lenguaje falangista de la ¨¦poca, que resuena como una premonici¨®n de este que sube por los desag¨¹es amargos del tiempo. Escuchaba Umbral: ¡°Tenemos que hacer una Espa?a una, grande y libre. Tenemos que hacerla porque el separatismo mas¨®n la est¨¢ troceando; tenemos que hacerla grande porque Espa?a ha sido un imperio y tiene voluntad de imperio, y por eso los falangistas vivimos siempre en cruzada; tenemos que hacerla libre porque el capitalismo y el comunismo internacional quieren una Espa?a sometida, sovietizada, o una Espa?a parlamentarista y caduca, decadente y muerte, tenemos¡¡±.
Es el pr¨®logo de la guerra, habitado de bravatas de aquellos Primoderriveras y de manos alzadas, en una peque?a ciudad de las afueras. Leer ahora Capital del dolor ayuda a creer que Umbral no siempre escribi¨® de la actualidad del pasado, sino de lo que a este pa¨ªs le acechaba en el futuro si se olvidaban los viejos sonidos de la guerra.
El libro de Ottaiano se present¨® recientemente en el Instituto Cervantes de N¨¢poles. Con ese motivo le pregunt¨¦ al entusiasta umbraliano por qu¨¦ se hab¨ªa fijado en Paco como int¨¦rprete de aquellos a?os de Espa?a. Y me dijo: ¡°Escrib¨ª sobre Umbral porque es necesario e inevitable para un hispanista que se ocupa de literatura contempor¨¢nea estudiar a los grandes renovadores no s¨®lo de la lengua, sino?tambi¨¦n del sentido mismo de la literatura y del papel de esta en el mundo. Escrib¨ª sobre Umbral porque siempre he querido luchar contra los prejuicios, y ning¨²n escritor espa?ol ha soportado tantos prejuicios como ¨¦l. Escrib¨ª sobre Umbral porque en Italia sigue siendo totalmente desconocido (s¨®lo se tradujo Mortal y rosa y casi no tuvo difusi¨®n librera): un hispanista tiene la responsabilidad de difundir lo mejor de su universo literario de referencia¡±.
Ottaiano sabe, porque viene a Espa?a mucho, que lo mismo que ¨¦l dice de Umbral en Italia se podr¨ªa decir ahora mismo tambi¨¦n de Umbral en Espa?a. Acaso se tendr¨ªa que volver a Capital del dolor para observar hasta qu¨¦ punto aquella pluma con la que escribi¨® estaba marcada por el fuego de otras premoniciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.