¡®Las ben¨¦volas¡¯: el hedor del Holocausto, hecho ¨®pera
H¨¨ctor Parra, H?ndl Klaus y Calixto Bieito azotan el g¨¦nero en Europa con su versi¨®n de la novela de Jonathan Littell, estrenada en Amberes
Max Aue vomita a menudo sin saber muy bien por qu¨¦. La aniquilaci¨®n fue durante mucho tiempo su trabajo. Pero lo ejecut¨® con tanto sentido del deber que no cree que influya en sus nauseas ni ponga en duda los informes que sol¨ªa mandar desde el frente ruso, cuando a pie de fosa contemplaba decenas de miles de fusilamientos. ?l es un oficial alem¨¢n sofisticado: no entiende la vida sin Bach y creci¨® en la costa azul. Conoce con rigor cient¨ªfico la antropolog¨ªa y la historia de las religiones. Relativiza cuestiones morales como el incesto y por eso se acuesta cada vez que puede con Una, su hermana gemela. Cree que la cuesti¨®n jud¨ªa podr¨ªa evitarse a cierta escala masificada, pero entiende que el F¨¹rher haya encontrado en ella una v¨ªa de motivaci¨®n y contagio de odio colectivo a los suyos para dominar Europa.
Todo eso anda desperdigado entre las m¨¢s de mil p¨¢ginas de Las ben¨¦volas, la novela de Jonathan Littell que gan¨® el Premio Goncourt en 2006, publicada en Espa?a por Galaxia Gutenberg. Entonces, el autor nacido en Estados Unidos que escribe en franc¨¦s, tuvo ya infinidad de ofertas para llevarla al cine. Nunca cedi¨® los derechos. La ¨®pera es otra cosa. Mucho m¨¢s dif¨ªcil, quiz¨¢s, pero el doble de excitante para un mel¨®mano como ¨¦l. Condensar ese tratado sobre la ra¨ªz y la expansi¨®n del mal en tres horas de m¨²sica y escena es precisamente lo que han hecho H¨¨ctor Parra, autor de la partitura, H?ndl Klaus, encargado del libreto y Calixto Bieito, director teatral. Una versi¨®n estrenada este mi¨¦rcoles en el Teatro Vlaanderen de Amberes, coproducida por el Teatro Real y la ?pera Estatal de N¨²remberg.
Bieito fue claro al impulsar el proyecto y plante¨¢rselo a los otros dos creadores junto a quienes ya hab¨ªa montado otra obra: Wilde. No quer¨ªa ver un uniforme nazi sobre las tablas. ¡°Tienen un perverso efecto contagio sobre el p¨²blico¡±, explica en Amberes, donde la ¨®pera de la ciudad belga ha invitado a EL PA?S para este reportaje. La intenci¨®n del director de escena espa?ol era desentra?ar la maldad de Aue en un ambiente distinto. Sobre un magma de fluidos, encerrada en una abstracci¨®n dist¨®pica: ¡°M¨¢s kafkiana o conectada al universo de K¨²brick en La naranja mec¨¢nica: m¨¢s fr¨ªa, m¨¢s funcionarial¡±.
De oficina, crueldad g¨¦lida y sello administrativo hacia el abismo aunque cuente las andanzas de Aue por Ucrania, Stalingrado, Auschwitz, Berl¨ªn¡ Porque la soluci¨®n final, despu¨¦s de todo, m¨¢s all¨¢ del grito ahogado en gas de los campos de concentraci¨®n, el barro untado de la desolaci¨®n, la muerte y el despojo de la dignidad, fue un plan calculado de aniquilaci¨®n industrial.
Narraciones de este tiempo para un viejo genero
La iniciativa de convertir Las ben¨¦volas en una ¨®pera engarza con una tradici¨®n que parec¨ªa languidecer pero que ha regresado con fuerza a los escenarios en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Junto a la obra de Littell, se han adaptado algunas obras de ¨¦xito que triunfaron previamente en el cine, adem¨¢s, caso de Brokeback Mountain, basada en el relato de Annie Proulx, Dead Man Walking (Pena de muerte), sobre el libro de la monja Helen Prejean o The Perfect American, compuesta por Philip Glass sobre el libro acerca de Walt Disney escrito por Peter Stephan Jungk, por sacar algunos ejemplos vistos en Espa?a. En muchos casos, las narraciones han resistido el impacto de la ¨®pera. Pero en otros, la fuerza y el ¨¦xito de las versiones musicales han sido tales, que han borrado casi su recuerdo. Tal ha sido el caso de La dama de las camelias, de Alejandro Dumas, hoy, para casi todo el mundo, La traviata verdiana; Carmen, de Merim¨¦e, hoy envuelta en la racial gitana de Bizet. ?Qui¨¦n pone hoy por delante Escenas de la vida bohemia, de Henri Murger ante La boh¨¨me, de Puccini? Que un buen compositor hiciera el honor a un escritor de fijarse en su d¨ªa en una obra suya, pod¨ªa condenarle al olvido y pasar por encima de su escritura con m¨²sica.
Hacia su coraz¨®n aun latente en la memoria de los muertos, se dirigi¨® H¨¨ctor Parra, pese a las advertencias de H?ndl Klaus cuando decidi¨® visitar Auschwitz: ¡°No lo hagas, le dije. Yo no puedo ir. S¨¦ que me derrumbar¨ªa¡±, comenta el autor austriaco del libreto. ¡°Pero yo s¨ª¡±, comenta el m¨²sico. ¡°Necesitaba escuchar el silencio del lugar, recuperar la voz, el susurro de su memoria, dormir all¨ª, sentirme solo¡±, comenta el compositor catal¨¢n.
As¨ª compuso el septeto que tiene lugar en el campo. Para una ¨®pera que mantiene la estructura musical del libro en siete movimientos era fundamental beber de varias fuentes. As¨ª es como Parra tambi¨¦n suspende su aportaci¨®n en los inquietantes colchones de Bach, Shostakovich, Schubert o el Bern Alois Zimmermann de Die Soldaten. ¡°Es lo ¨²nico que ped¨ª en las reuniones previas, que respetaran ese armaz¨®n musical del relato fundamental para una ¨®pera¡±, comenta Bieito.
El proyecto se puso en marcha as¨ª y fue rematado con una rapidez inusitada para los tiempos que se manejan en el g¨¦nero. S¨®lo dos a?os, con dedicaci¨®n exclusiva por parte de Parra y Klaus. El resultado brilla ya en la ¨®pera Vlaanderen de Amberes hasta el dos de mayo y despu¨¦s en Gante, entre el 12 y el 18 con Peter Rundel como director musical y el norteamericano Peter Tantsis y la suiza Rachel Harnisch en los papeles principales. Todos ellos movidos por la escenificaci¨®n hipn¨®tica y desoladora de Bieito, muy fiel a la mugre y las tinieblas que torturan la novela de Littell para retratar la aniquilaci¨®n f¨ªsica y moral absoluta que traen consigo los totalitarismos.
En todo el espect¨¢culo vibran tambi¨¦n los referentes de Esquilo en su Orestiada o el hielo abrasador del infierno de la Divina Comedia trasladado al frente sovi¨¦tico acompa?ados de una pl¨¢stica que nos hace viajar del expresionismo abstracto a la prehistoria. La obra se une a la traves¨ªa que traz¨® Tolstoi en Guerra y Paz o al grito de Vasili Grossman en Vida y destino junto a los callejones sin salida de Thomas Bernhard, Paul Celan o Primo Levi¡ Sobre esa tradici¨®n del horror sobre la condici¨®n humana se asienta Littell en el siglo XXI.
Para alertarnos, adem¨¢s, de que la cultura no nos puede salvar. ¡°Es m¨¢s, que esta puede ser tambi¨¦n un motor de destrucci¨®n si mal digerida, te lleva, como a los nazis, por ciertos caminos. La cultura no es escudo contra nada, a priori¡±, comenta Parra. Puede ser un simple disfraz para recubrir las entra?as de un monstruo perfumado de insoportable elitismo supremacista, como Aue, podrido por dentro a causa de la infecci¨®n que le produjeron sus traumas familiares.
En ellos se ha detenido el libreto y la acci¨®n. De entre todo el complejo entramado enciclop¨¦dico que contienen Las ben¨¦volas, hab¨ªa que elegir de d¨®nde sacar el m¨¢ximo partido dramat¨²rgico. ¡°Su relaci¨®n incestuosa con su hermana y el amor odio hacia la madre. Su vertiente homosexual, casi mec¨¢nica, su mentalidad devota de un deber que le exime de toda culpa¡±, comenta Bieito. Para lograr dicha s¨ªntesis, comenta Klaus, ¡°llegu¨¦ a maldecir el libro tantas veces¡¡±. Pero su complicidad con Parra ha sido absoluta. ¡°Ambos forman un t¨¢ndem de referencia ya en la ¨®pera contempor¨¢nea europea¡±, comenta Bieito. La pujanza de una generaci¨®n ya madura que no renuncia a advertir sobre las zonas oscuras del presente por medio de la obstinada memoria.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.