La lectura como autobiograf¨ªa
Alan Pauls subraya en ¡®Trance¡¯, un relato autobiogr¨¢fico a trav¨¦s del impacto intelectual de sus lecturas, la idea de que vivir y leer no son actividades escindidas
Las palabras que se usan para promocionar este volumen de Alan Pauls forman parte de una caracterizaci¨®n del letraherido: ¡°La lectura como transfusi¨®n de sangre, shock el¨¦ctrico, posesi¨®n¡±. Primero el libro, luego el mundo. A m¨ª, que soy una lectora camp y militante, me imantan esos excesos que nos hacen tomar conciencia de que el libro es artefacto y nos expulsan del lenguaje hacia la realidad. Eso es lo que Pauls consigue con este glosario en el que cada aproximaci¨®n a una palabra sobre el acto de leer permite a su autor desplegar una serie de postales de su vida.
La teor¨ªa literaria, la artiller¨ªa conceptual y los preciosos barbarismos ¡ªnerdismo, identikit¡ª, esa imaginer¨ªa po¨¦tica que construye una particular ideolog¨ªa de la lectura ¡ªneurosis de lectura, libro-retrato, lectura extempor¨¢nea, la lex¨ªa barthesiana¡ª, son los elementos sobre los que se levanta una autobiograf¨ªa. Glosario y teor¨ªa literaria se reconvierten en g¨¦neros autobiogr¨¢ficos para subrayar la idea de que vivir y leer no son actividades escindidas. Forman parte de la misma figura de identificaci¨®n el recuento de los hitos ¡ªBorges, Cort¨¢zar, Piglia, Fogwill, Bola?o¡ª de una formaci¨®n que es simult¨¢neamente lectora, escritora y vital, as¨ª como esas met¨¢foras y sinestesias que sirven para describir el impacto intelectual y humano con que ciertas lecturas golpean a este lector hiperest¨¦sico, ¨¢vido, neur¨®tico: el narrador de Pauls dice que En busca del tiempo perdido ¡°desti?e¡±.
El lector Pauls habla de s¨ª mismo en tercera persona tal vez porque, en un acto de leg¨ªtima soberbia, se est¨¢ leyendo a s¨ª mismo. El yo resultar¨ªa demasiado modesto en esta confesi¨®n estilizada que es atractiva como testimonio personal: me interesa m¨¢s la avidez del lector que espera la llegada a Argentina del ¨²ltimo n¨²mero de Cahiers du Cin¨¦ma que la descripci¨®n de estructuralismo como marco de interpretaci¨®n cultural. Porque, cuando Pauls medita por ejemplo sobre el subrayado como manera de conversar, se est¨¢ mirando en el espacio de recepci¨®n a la vez que nos invita a mirarnos en ¨¦l; as¨ª, lo autobiogr¨¢fico excede el orificio del ombligo para transformarse en otra cosa y darnos una visi¨®n particular del crecimiento y la depravaci¨®n.
El manierismo de Pauls apunta hacia lugares ins¨®litos, que en el impulso de sacralizar supersticiosamente la literatura, la democratizan; sucede cuando constata el hecho de que ¨¦l es un lector voluntarioso y no genial, y que lo que se entiende y lo que no se entiende de un texto son igual de importantes: en el estimulante mundo de las rendijas y en el resto herm¨¦tico de los textos literarios hay una promesa de intrepidez y aprendizaje que contraviene la pedagog¨ªa, ?o?a y contraproducente, de las lecturas graduadas. El no hay fuera del texto de Derrida, y la idea del cuerpo que se puede leer y de los textos que tienen la consistencia de los cuerpos dan lugar a una de las entradas m¨¢s po¨¦ticas, ¡®Gula¡¯. Las entrel¨ªneas de esta confesi¨®n nos dejan adivinar cierta melancol¨ªa por un mundo que se va: en este sentido, la lectura como pr¨¢ctica anacr¨®nica, que implica una opci¨®n lineal, cronol¨®gica e hist¨®rica, acaso un modo de pensar sin coitus interruptus, podr¨ªa esgrimirse como forma de resistencia pol¨ªtica. Tal vez y ojal¨¢.
Trance. Alan Pauls. Ediciones Ampersand, 2018. Buenos Aires. 124 p¨¢ginas. 15 euros.
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