El rockero que hablaba suajili
La extraordinaria aventura vital de Esteban P¨¦rez, fundador de la revista 'Todas las Novedades'
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Los a?os noventa fueron tormentosos para la prensa musical espa?ola. Especialmente durante la segunda mitad de la d¨¦cada, cuando la fiebre del indie arrebat¨® a los grandes medios, provocando un cisma que gener¨® abundantes deserciones: buena parte del p¨²blico musiquero decidi¨® buscar otras fuentes de informaci¨®n. Justo entonces se implant¨® el modelo de las revistas gratuitas.
Entre ellas, Todas las Novedades destacaba por su modestia. Su creador, Esteban P¨¦rez, obvi¨® el espejismo del dinero discogr¨¢fico y busc¨® publicidad entre la infraestructura del negocio: clubes, locales de ensayo, estudios, tiendas de instrumentos. En contenido editorial, tambi¨¦n romp¨ªa el consenso: detect¨® el relativo desamparo del rock urbano y en sus portadas sal¨ªan Rosendo, Los Enemigos, Reincidentes, Boikot, ?u, Marea. Periodista de formaci¨®n, evit¨® el sectarismo de la prensa autodenominada heavy, que construye su ideolog¨ªa en base a unos flacos esl¨®ganes que, a veces, esconden intereses espurios. Libre de compromisos con la industria discogr¨¢fica, Esteban daba salida a bandas emergentes.
Una vez que el lector superaba sus abigarradas portadas, ve¨ªa que Todas las Novedades practicaba un eclecticismo superior al de sus hermanas mayores. Esencialmente, cab¨ªa todo, incluyendo el sector menos ?o?o del indie (de Australian Blonde a Lagartija Nick), los cantautores, el mestizaje, el hip-hop nacional y m¨²sicas te¨®ricamente minoritarias como el jazz, el blues, el country.
Lo que hab¨ªa sido originalmente una empresa familiar se abri¨® a otras firmas. Para el colaborador, la libertad de expresi¨®n era total y ¡ªm¨¢s raro a¨²n¡ª se cobraba sin retraso ni pelea. No era la m¨¢s hermosa de las publicaciones gratuitas, pero iba creciendo en tonelaje y funcionaba econ¨®micamente.
As¨ª que, reci¨¦n comenzado el siglo XXI, nos impact¨® el anuncio de que Esteban vend¨ªa su criatura period¨ªstica y se instalaba en Kenia. Todav¨ªa no hab¨ªa cumplido los 40 a?os pero se negaba a seguir en la batalla. Su plan era sencillo: ¡°Me llevo all¨ª mis libros y mis discos; quiero aprovechar para escuchar, para leer todo lo que el trabajo me ha impedido¡±. Como era propio de ¨¦l, se prepar¨® concienzudamente. En Madrid, estudi¨® suajili durante un par de a?os. Ocurri¨® tras descubrir la asombrosa playa de Diani, junto a Tanzania: compr¨® all¨ª un terreno y se hizo construir un bungal¨®, a un coste modesto para lo que aqu¨ª estamos acostumbrados. Hab¨ªa traspasado Todas las Novedades y era propietario de un piso en Madrid; su alquiler daba para vivir c¨®modamente frente al oc¨¦ano ?ndico.
No hac¨ªa proselitismo de su decisi¨®n, pero recib¨ªa educadamente a los programas tipo Madrile?os por el mundo, donde explicaba lo bonito y lo feo de su para¨ªso particular. Como en cualquier rinc¨®n del Tercer Mundo, en Kenia un extranjero es una cartera con patas. Sufri¨® un intento de asalto y comprob¨® que deb¨ªa recurrir a la (cara) sanidad privada. Aparte, Diani se convirti¨® en una meca del turismo sexual y eso complicaba la relaci¨®n con los nativos.
Puede que se cansara de holgar, tal vez calibraba volver a trabajar: ve¨ªa a su alrededor carencias que urg¨ªa cubrir. As¨ª que inici¨® los tr¨¢mites para nacionalizarse keniano. No lleg¨® a conseguirlo: el pasado mes, fallec¨ªa repentinamente. Y con ¨¦l, tambi¨¦n mor¨ªan nuestras fantas¨ªas de Robinson Crusoe.
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