Peter Landelius, el sueco que se enamor¨® de Am¨¦rica
Tradujo a todos los grandes escritores hispanoamericanos del siglo XX y desempe?¨® su oficio diplom¨¢tico en Cuba, Argentina y Espa?a, entre otros pa¨ªses
Solo la muerte iba a poder con este gigante sueco, Peter Landelius, que muri¨® a los 76 a?os en la madrugada del ¨²ltimo s¨¢bado en Santiago de Chile. All¨ª viv¨ªa con su mujer, Nancy Julien Reboredo, cubana a la que conoci¨® en La Habana en 1974, cuando ¨¦l cumpl¨ªa destino diplom¨¢tico como encargado de negocios de su pa¨ªs.
Peter fue el sueco que se enamor¨® de Am¨¦rica. Tradujo a todos los grandes escritores hispanoamericanos del siglo XX, desde Pablo Neruda a Juan Mars¨¦, desempe?¨® su oficio diplom¨¢tico, entre otros pa¨ªses, en Cuba, en Argentina, en Espa?a¡ Y quiso vivir, con Nancy, sus ¨²ltimos tiempos en Chile. Ella hab¨ªa trabajado con Salvador Allende en La Moneda, y all¨ª estaba en los ¨²ltimos momentos del presidente depuesto por la Junta Militar. Para ellos dos aquel suceso pol¨ªtico de enorme envergadura en Am¨¦rica fue una herida mayor de sus vidas. Su regreso a Santiago, pues, tuvo para ambos un gran valor. Ellos dos, ante aquel palacio manchado por la sangre y la metralla, no solo mostraron las heridas de la historia, sino el impacto que en sus almas dej¨® aquel inmenso destrozo.
De Chile, precisamente, viene el amor de Peter Landelius por la lengua espa?ola. Pues fueron los Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada del Nobel chileno Pablo Neruda el que le inspir¨®, en un viaje que hizo por Espa?a en 1962, su ya indestructible abrazo a estas literaturas. En 1965 tradujo esos poemas de Neruda y desde entonces ya fue el apasionado traductor del boom y de sus aleda?os. En Estocolmo fue, adem¨¢s, el introductor de los hispanoamericanos agraciados con el Nobel (Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa¡), a los que adem¨¢s verti¨® al sueco, antes y despu¨¦s de que fueran galardonados.
A esa gesti¨®n afectiva que prodig¨® el matrimonio hacia los visitantes espa?oles donde ambos estuvieran, Nancy y Peter a?adieron el cuidado de periodistas descarriados que, en la g¨¦lida noche sueca, no ten¨ªan donde cenar tras los fastos nobelescos. Esos extraviados eran rescatados por ¡°los Landelius¡±, cuya casa fue fonda generosa hasta para los reci¨¦n conocidos. La generosidad fue la marca de ambos.
Peter era pol¨ªglota, pero el espa?ol y la alegr¨ªa fueron su patrimonio. Profundamente europeo, dej¨® escrito en Europa y el toro (Tecnos) su juicio sobre el indeciso presente de un continente que ten¨ªa que aspirar, seg¨²n ¨¦l, a una unidad pol¨ªtica sin complejos. Contra la unanimidad imperiosa de los acuerdos, dec¨ªa ¨¦l, Europa ten¨ªa que servirse de su heterogeneidad para ser m¨¢s potente. Como diplom¨¢tico sueco extendi¨® la solidaridad sueca a los pa¨ªses latinoamericanos en lucha por su libertad, en las sucesivas d¨¦cadas en las que se produjeron sus destinos, y adem¨¢s explic¨® con su presencia y su actitud la idea de que los suecos ni son fr¨ªos ni son tristes.
Su convicci¨®n socialdem¨®crata empat¨® en Espa?a (en 1983, cuando se produjo su primer destino aqu¨ª) con la llegada al poder de Felipe Gonz¨¢lez, despu¨¦s de la Transici¨®n. Y cuando esta era a¨²n objeto de tertulia, discusi¨®n y controversia (en casa de los Altares, en Segovia, sobre todo) ya Peter y Nancy eran, como Kim de la India, los amigos de todo el mundo. Hasta hoy.
Acaso ni el Instituto Cervantes ni las academias est¨¢n al tanto de todo lo que hizo Peter Landelius por el espa?ol en el pa¨ªs del Nobel. Baste esta relaci¨®n de algunos de sus traducidos: Leopoldo Alas, Francisco Ayala, Mario Benedetti, Alfredo Bryce Echenique, Ernesto Cardenal, Julio Cort¨¢zar, Jes¨²s D¨ªaz, Eliseo Diego, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Pedro Juan Guti¨¦rrez, Juan Mars¨¦, Pablo Neruda, Benito P¨¦rez Gald¨®s, Ernesto S¨¢bato, Jorge Sempr¨²n, Antonio Sk¨¢rmeta, C¨¦sar Vallejo, Mario Vargas Llosa¡ Incansable hispanoamericano de Suecia, naci¨® en 1943, ten¨ªa cuatro hijos y un mill¨®n de amigos, m¨¢s o menos. Parec¨ªa indestructible, pues hasta en el dolor recibi¨® agasajos y comparti¨® su risa.
Babelia
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