Anchuras de miras

Como en buena parte del neorrealismo italiano, de Ladr¨®n de bicicletas a Umberto D, en La ceniza es el blanco m¨¢s puro hay una protagonista absoluta, pero lejos del esencialismo del personaje ¨²nico, porque sobre ellos pivota el verdadero quid de la cuesti¨®n: aqu¨ª, la sociedad china del nuevo milenio; all¨ª, la sociedad italiana de posguerra. En su decimocuarto largometraje, casi un grandes ¨¦xitos de sus tem¨¢ticas y de su estilo rocoso y violento, Jia Zhangke aborda los cambios sociales y econ¨®micos de su pa¨ªs entre los a?os 2001 y 2017, pero lo hace con una severidad narrativa que bien se puede convertir para el espectador en un reto de enorme complejidad.

Lo del director chino no son solo elipsis: son hachazos. Saltos en el espacio y en el tiempo que retan a la platea a un maduro ejercicio de intensidad en el que no cabe la menor disidencia: ante cualquier despiste, la pel¨ªcula se convierte en una losa. De gran sutileza en la informaci¨®n ofrecida sobre los personajes y las situaciones, adem¨¢s de sobre el tiempo en que se desenvuelven, La ceniza es el blanco m¨¢s puro est¨¢ comandada por la mujer de un mafioso de medio pelo que, tras pasar por la c¨¢rcel, debe reinventarse como ciudadana, como amante y como ser humano en un universo cambiante que amenaza con devorarla. China ha virado en su modelo de crecimiento econ¨®mico hacia la exportaci¨®n y la inversi¨®n, en medio de una corrupci¨®n institucional y moral que se escapa por cada esquina del encuadre. Un paisaje f¨ªsico que acaba afectando al paisaje humano, de innegable desolaci¨®n, pero extra?amente bello en su grisura: karaokes habitados por rostros hundidos; casinos caseros donde pasar las horas muertas, las vidas muertas; extrarradios en forma de descampados infernales; minas abandonadas a la espera de reconversiones industriales.

Como Naturaleza muerta (2006), la pel¨ªcula es una historia de b¨²squeda en la que regresa en forma de di¨¢logo uno de los t¨®tems del cine del autor chino: la presa de las Tres Gargantas, paradigma f¨ªsico y simb¨®lico del nuevo pa¨ªs, obra fara¨®nica con la que quedaron sepultados bajo el agua cientos de pueblos y un modo de acercarse a la econom¨ªa, desde el comunismo hasta un incipiente capitalismo. Un lugar en el que los chinos, como en otras obras de Jia, Placeres desconocidos (2002), que tantas cosas tiene en com¨²n con este ¨²ltimo trabajo, El mundo (2004) y Un toque de violencia (2013), ya no saben si vienen o si van.

Sin embargo, en su fuero interno la mujer protagonista, un modelo de feminismo alejado del estereotipo, siempre parece saber ad¨®nde va. A un lugar donde las cenizas de sus derrotas adquieran el color de una cierta paz consigo misma, donde la violencia a su alrededor, con una secuencia brutal en el punto de inflexi¨®n de la pel¨ªcula, no la acogote nunca m¨¢s. Como el formato 4:3 que el director utiliza en sus primeras secuencias, s¨ªmbolo casi carcelario, para dar paso luego a un panor¨¢mico 16:9 en el que la mujer busca su propia libertad. Anchura de pantalla, anchura de miras.