Juan Bosch, entre pol¨ªtica y literatura
El presidente dominicano sacrific¨® su carrera como novelista por la defensa de la democracia en su pa¨ªs
Conoc¨ª a Juan Bosch con motivo de una conferencia que imparti¨® en 1967 en el diario Pueblo de Madrid. Estaba acompa?ado de Enrique Ruiz Garc¨ªa, su asesor pol¨ªtico, que m¨¢s tarde lo ser¨ªa tambi¨¦n de Jos¨¦ Mar¨ªa de Areil?za en Espa?a y del presidente Luis Echeverr¨ªa en M¨¦xico. Este antiguo redactor del peri¨®dico de los sindicatos franquistas hab¨ªa saltado a la fama un lustro antes por encontrarse entre los asistentes al llamado contubernio de M¨²nich, una c¨¦lebre conspiraci¨®n de opositores a la dictadura de Franco. La presencia de Ruiz Garc¨ªa junto al expresidente dominicano no resultaba accidental. Ambos hab¨ªan conocido el exilio y la persecuci¨®n pol¨ªtica; y eran tambi¨¦n escritores de vigorosa pluma, intelectuales de vanguardia, deseosos de protagonizar las transformaciones sociales que demandaban.
Bosch fue derrocado de la presidencia de su pa¨ªs por un golpe militar que constituy¨® el pr¨®logo a la invasi¨®n de la isla por tropas norteamericanas. Los conmilitones que le detuvieron para expulsarle a Puerto Rico solo siete meses despu¨¦s de que hubiera asumido la presidencia argumentaron sin fundamento alguno su militancia comunista. En el corto espacio de tiempo que dur¨® su mandato hizo aprobar una nueva Constituci¨®n y dise?¨® una reforma agraria que nunca se llev¨® a cabo. Ya para entonces ¨¦l sab¨ªa que los males que aflig¨ªan a su pa¨ªs eran comunes a los que determinaban el futuro incierto de Am¨¦rica Latina: falta de institucionalidad democr¨¢tica; corrupci¨®n generalizada; desigualdad social; vulneraci¨®n constante y culpable de los derechos humanos, y recurso a la violencia indiscriminada. Se hab¨ªa rebajado as¨ª el valor de la vida humana hasta extremos casi inimaginables.
Revolucionario como fue, no dej¨® de denunciar, como en su novela La Ma?osa, los horrores ?frecuentes en las revueltas pol¨ªticas
Desde su exilio en 1938 hasta su regreso ¡ª25 a?os despu¨¦s¡ª como candidato triunfador en las primeras elecciones democr¨¢ticas tras el asesinato de Trujillo, Juan Bosch hab¨ªa optado por sacrificar su vocaci¨®n de escritor para poder dedicarse a la pol¨ªtica. No obstante figuraba ya en todas las antolog¨ªas de la nueva narrativa latinoamericana, por lo que su doble condici¨®n de intelectual y de activista le acompa?ar¨ªa toda la vida.
Revolucionario como fue, no dej¨® de denunciar los horrores y fracasos tan frecuentes en las revueltas pol¨ªticas. Su primera novela, La Ma?osa, subtitulada ¡°La novela de las revoluciones¡±, se cierra con la noticia de los fusilamientos masivos a cargo de Fello Macario, sobrevenido en victorioso caudillo de los rebeldes.
¡ªPero, general, ?c¨®mo ha fusilado usted a esa gente? ¡ªpregunta el protagonista.
Y el otro, sin inmutarse:
¡ªEra necesario.
¡ª?Necesario, general? ?Es necesario matar?
¡ªNo, matar no, Pepe; pero hay que dar ejemplos.
La primera edici¨®n de La Ma?osa es de 1936. Bosch, que ya hab¨ªa sufrido c¨¢rcel acusado de terrorismo, no se exiliar¨ªa hasta dos a?os despu¨¦s. Pese a que m¨¢s tarde se vio envuelto en repetidas conspiraciones con el ¨¢nimo de derrocar a Trujillo, desde joven parec¨ªa convencido de que las revoluciones devoran siempre a sus hijos y busc¨® de continuo v¨ªas democr¨¢ticas para la transformaci¨®n de la sociedad.
Algunos apuntan su deriva intelectual hacia el marxismo, desencantado como estaba de experimentos aparentemente democratizadores que no acababan de solucionar los problemas de su muy querida Am¨¦rica. No son pocos tambi¨¦n los que han querido utilizarle para justificar las pol¨ªticas populistas. Pero fue cualquier cosa menos un demagogo. Si apoy¨® el proceso cubano, presidi¨® el Tribunal Russell y particip¨® en cuantos congresos antiimperialistas se celebraron en los a?os setenta fue porque su an¨¢lisis intelectual le llev¨® a la convicci¨®n de que los males latinoamericanos se fundamentaban en la esquizofr¨¦nica relaci¨®n que Estados Unidos manten¨ªa y mantiene con lo que todav¨ªa considera el patio trasero del imperio. La guerra de Vietnam acrecent¨® en ¨¦l su rechazo a las pol¨ªticas de la Casa Blanca y es probable que se haya deslizado hacia el marxismo te¨®rico en algunas de sus reflexiones. Tambi¨¦n amigos y conocidos suyos, como Haya de la Torre, fundador del APRA peruano, o Tierno Galv¨¢n, que fue alcalde de Madrid con el PSOE, se confesaban marxistas. Pero otros, Jos¨¦ Mar¨ªa Figueres en Costa Rica o R¨®mulo Betancourt en Venezuela, encajar¨ªan mal en esa definici¨®n. En cualquier caso, nada hay en los escritos de Juan Bosch, ni mucho menos en su acci¨®n como agitador y conductor de masas, que permita identificarle sino como un dem¨®crata de los pies a la cabeza.
Su padre hab¨ªa nacido en Tortosa y trabaj¨® como alba?il antes de emigrar a la isla. ?l fue enviado por la familia a estudiar y trabajar en Barcelona, su suegra era gallega y, en resumen, mantuvo siempre un v¨ªnculo entra?able con Espa?a. Lector empedernido de los cl¨¢sicos, sab¨ªa de memoria extensos pasajes de El Quijote y luc¨ªa en su prosa un admirable mestizaje entre su depurado castellano con el barroquismo del habla popular del Cibao dominicano. La primera vez que habl¨® en p¨²blico en Espa?a fue en febrero del mismo a?o 1967, en un colegio mayor de la capital ante un auditorio universitario. Trat¨® de explicar lo que denominaba la ¡°arritmia hist¨®rica¡± de la Rep¨²blica Dominicana, motivada por haber sido siempre la isla frontera del imperialismo, sometida a mayores violencias, ultrajes y peligros que otros territorios de la corona. M¨¢s tarde, en abril del citado a?o, frente a un auditorio multitudinario congregado en la sede de Pueblo, hizo p¨²blica su condici¨®n de revolucionario tranquilo. ¡°Am¨¦rica Latina tiene una larga tradici¨®n de lucha¡±, dijo. ¡°Cuarenta y dos mil infantes de marina pudieron poner fin a la revoluci¨®n dominicana, pero ni con 42 millones de hombres se podr¨¢ poner fin a la revoluci¨®n de Latinoam¨¦rica. Lo que hay que hacer es anteponerse a esta revoluci¨®n y lograr que se haga no violentamente, sino institucionalmente. Para que nuestros hijos, sin tener que ir a morir, puedan vivir en la justicia y la libertad¡±. En el momento en que todo esto suced¨ªa, la izquierda europea todav¨ªa no hab¨ªa perdido las esperanzas en el experimento cubano y en los procesos de descolonizaci¨®n en ?frica.
Junto a su protesta pol¨ªtica, Bosch aprovech¨® la visita a Espa?a para hablar de literatura. Se?al¨® en una entrevista con ?ngel Mar¨ªa de Lera el abismo que exist¨ªa, pese al famoso boom, entre la latinoamericana y la de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. ¡°Todas nuestras literaturas forman una sola, pero no hemos conseguido darle la unidad precisa dentro de su diversidad¡±, comentaba. Para a?adir: ¡°Es una l¨¢stima y una falta imperdonable porque no sabemos hacer uso de ese gran instrumento universal que es nuestra lengua com¨²n. Ello nos debilita enormemente frente a la presi¨®n de otras culturas¡±. Medio siglo despu¨¦s, el panorama no ha cambiado mucho.
Tras su conferencia en el diario de los sindicatos, me present¨¦ a Juan Bosch y entabl¨¦ con ¨¦l una relaci¨®n que acab¨® por concretarse en la publicaci¨®n de su libro El pentagonismo, una virulenta cr¨ªtica a la pol¨ªtica de Estados Unidos. En el pr¨®logo que escrib¨ª d¨¦cadas m¨¢s tarde para la edici¨®n que de la obra hizo el presidente Leonel Fern¨¢ndez resalt¨¦ que el an¨¢lisis acerca del militarismo de la pol¨ªtica americana continuaba de actualidad. ¡°Poner al presidente de Estados Unidos a decir mentiras¡±, se?alaba Bosch, ¡°es degradar el pa¨ªs ante el mundo, y eso ha hecho el pentagonismo¡±. Semejante afirmaci¨®n invita a la melancol¨ªa cuando vemos el c¨²mulo de mentiras y tonter¨ªas que Trump es capaz de hilar p¨²blicamente y a diario.
Michael Reid, que fue corresponsal de The Guardian y The Economist en el Caribe, especula en su libro Forgotten Continent con una an¨¦cdota protagonizada por L. B. Johnson cuando orden¨® la invasi¨®n de Rep¨²blica Dominicana. Seg¨²n ¨¦l, hab¨ªa tomado tan grave decisi¨®n al saber que ¡°hab¨ªa cuerpos sin cabeza tirados en las calles de Santo Domingo¡±. Como la prensa le desafi¨® a demostrar semejante aserto, tuvo la ocurrencia de llamar a su embajador para ordenarle: ¡°Por Dios, hace falta que encuentres algunos descabezados¡±. El resultado de todo aquello es que no hubo democracia en el pa¨ªs hasta bien entrada la d¨¦cada de los noventa. Lleg¨® de la mano de los seguidores de Juan Bosch.
Admir¨¦ de ¨¦l su honestidad como pol¨ªtico, su lucidez intelectual y su extensa cultura. Cuando le conoc¨ª, viv¨ªa en un apartamento de Benidorm acompa?ado de su esposa y sin ayuda dom¨¦stica. ¡°No puedo pagar ni siquiera un secretario¡±, me dijo. ¡°Soy un hombre muy pobre¡±. A cambio de su escasez, nos dej¨® un legado inmenso de solidaridad y dignidad.
La Ma?osa. Juan Bosch. Berenice, ?a?o publicaci¨®n?. 201 p¨¢ginas. 21,95 euros.
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