Felicidad
El cient¨ªfico Carlos L¨®pez Ot¨ªn convierte en espect¨¢culo hipn¨®tico cuestiones ¨¢ridas e incomprensibles
No resulta cursi sino conmovedor encontrarse a personas adultas que siguen proclamando algo que suena a utop¨ªa o a exceso de inocencia como ¡°solo quiero ser feliz¡±. Incluso si su sensatez a?ade: ¡°me conformo con que eso ocurra de vez en cuando¡±. Porque est¨¢ claro que existe, muchos ni?os podr¨ªan asegurarlo con naturalidad, aunque no sepan ni tengan necesidad de explicar en que consiste. Lucio Dalla, un m¨²sico y cantante con capacidad para removerme fibras ¨ªntimas, en ¨¦pocas tormentosas me hablaba de ese improbable estado: ¡°Ah felicidad, en que tren viajar¨¢s esta noche, s¨¦ que pasar¨¢s, pero como siempre, no te detendr¨¢s¡±. Bueno... la autocompasi¨®n es un deporte que nos gusta a todos, le asegura el c¨ªnico Bert Gordon al destruido Eddie Felson en El buscavidas. Por mi parte, hace mucho tiempo que ya ni siquiera me lamo las heridas escuchando la muy triste Felicidad.
?Qui¨¦n me iba a decir que iba a pasar un rato fascinante escuchando a un sabio de la ciencia, del humanismo, de la cultura, hablando de la b¨²squeda y la esencia del acto supremo de afirmaci¨®n en la vida? Se llama Carlos L¨®pez Ot¨ªn y presenta ante un p¨²blico extasiado su libro La vida en cuatro letras. Habla de genomas, de c¨¦lulas, de la inteligencia artificial, de f¨ªsica cu¨¢ntica, de cuestiones que me resultan ¨¢ridas o incomprensibles. Lo convierte en un espect¨¢culo hipn¨®tico y creo que me hace entender bastantes cosas. No solo est¨¢ hablando un cient¨ªfico. Tambi¨¦n un poeta. De lo m¨¢s trascendente en la existencia, de la huidiza felicidad.
Despu¨¦s, al filo de la madrugada, converso y r¨ªo con este se?or tan positivamente inquietante, enamorado de la vida y que se sinti¨® acorralado por las tinieblas. Y esa noche duermo mejor.
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