Dylan
El estreno de 'Rollin Thunder Revue' supone un acontecimiento no ya para los dylanitas o los seguidores de Scorsese, sino tambien para los interesados por la magia permanente
Hace mucho tiempo que ese impresionante narrador de historias mediante im¨¢genes y sonidos llamado Scorsese husmea en una leyenda sin fecha de caducidad que cuenta historias mediante canciones y que responde al nombre art¨ªstico de Bob Dylan. Esta relaci¨®n es entre dos reyes. No por razones de herencia, sino que han creado ambos reinos tan identificables como deslumbrantes. Lo hizo con respeto y belleza recogiendo la actuaci¨®n de Dylan en la clausura de la maravillosa El ¨²ltimo vals. Y, como un Sherlock Holmes con sentido po¨¦tico, indag¨® en la juventud de Dylan, que incluso se prest¨® a algo tan ins¨®lito como ser entrevistado, intentando desvelar las claves de un misterio hipn¨®tico e insondable, en el documental No Direction Home.
Pero los enigmas desaparecen cuando el tal Dylan se sube al escenario, algo que hace de forma enfermiza para nuestra suerte a lo largo de toda su vida artistica, exceptuando los a?os de retiro despu¨¦s del accidente de moto, o cuando graba canciones que mantendran su fuerza, su lirismo y su poder de emoci¨®n en los pr¨®ximos siglos.
Y, c¨®mo no, el estreno en Netflix de Rollin Thunder Revue supone un acontecimiento no ya para los dylanitas o los seguidores de Scorsese, sino tambi¨¦n para los interesados por la magia permanente. Y leo en el muy documentado an¨¢lisis de mi amigo Fernando Navarro que Dylan y Scorsese se inventan cosas que nunca ocurrieron en esa gira, que juegan a la autoficci¨®n. Qu¨¦ retorcidos los convencidos de que lo ¨²nico real es el arte. Y c¨®mo es la m¨²sica de Dylan, sus textos, su personalidad, su estilo. Y seguiremos llamando a las puertas del cielo, aunque ya sepamos que no las abre ni dios.
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