Grandiosa puerta grande para Ure?a
El torero murciano cort¨® las dos orejas del quinto tras erigir toda la tarde un monumento al toreo natural
Paco Ure?a sali¨®, por fin, a hombros por la puerta grande de Las Ventas tras una doble actuaci¨®n clamorosa en la que levant¨® un monumento al toreo por naturales basado en la elegancia, el empaque, la firmeza, la inspiraci¨®n y una concepci¨®n sublime del arte.
Toda la lidia del segundo toro fue una sucesi¨®n de exquisiteces de la mano de un torero que se sinti¨® artista de los pies a la cabeza, desnud¨® su alma y se dej¨® llevar por el m¨¢s puro sentimiento, de modo que cautiv¨® a la plaza entera.
La obra comenz¨® desde que se abri¨® de capa con cuatro ver¨®nicas al hilo de las tablas; despu¨¦s, Juan Francisco Pe?a lo pic¨® con maestr¨ªa, midiendo al mil¨ªmetro el castigo; galop¨® el toro en banderillas, y, a continuaci¨®n, se inici¨® una secuencia para el recuerdo.
DEL R?O/CASTELLA, URE?A, ROCA REY
Toros de Victoriano del R¨ªo, desigualmente presentados, mansos, rajados, sosos, blandos y nobles.
Sebasti¨¢n Castella: pinchazo y estocada ca¨ªda _aviso_ y un descabello (silencio); media muy baja y atravesada (silencio).
Paco Ure?a: pinchazo y estocada (petici¨®n y vuelta); estocada trasera (dos orejas). Sali¨® a hombros por la puerta grande. Parte m¨¦dico: contusi¨®n en la parrilla costal izquierda con posible fractura; contusi¨®n en la esc¨¢pula izquierda pendiente de estudio radiol¨®gico. Pron¨®stico reservado.
Roca Rey: pinchazo _aviso_ y bajonazo (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 15 de junio. Trig¨¦simotercera corrida de feria. Lleno de 'no hay billetes' (23.624 espectadores, seg¨²n la empresa).
Ure?a hizo un quite en el centro del ruedo de tres ver¨®nicas pre?adas de empaque, lent¨ªsimas, que le salieron del coraz¨®n, y una media de esc¨¢ndalo que llev¨® la emoci¨®n a los tendidos. Le sigui¨® Roca Rey con otro por apretadas chicuelinas, y cuando todos cre¨ªan finalizada la muestra, Ure?a volvi¨® al toro y cincel¨® cuatro delantales de aut¨¦ntico sue?o que culmin¨® con un torer¨ªsimo desplante en la cara del toro que hizo que la plaza se viniera abajo.
Cuando cit¨® con la muleta, al toro ya solo le quedaba media vida, entregado en los enga?os desde que sali¨® al ruedo. Entendi¨® el torero la calidad del pit¨®n izquierdo, y por ese lado construy¨® una labor de toreo rebosante de sabor, intermitente eso s¨ª, pero todo un homenaje a la pureza; bien colocado siempre, los naturales nacieron largos, hermosos, de uno en uno ante la creciente oscuridad de su oponente, pero monumentos todos ellos a la grandeza. Solo una vez cit¨® con la mano derecha, el toro se le vino encima, lo encun¨® y volte¨® de manera dram¨¢tica. Y poco despu¨¦s, con los tendidos entusiasmados por la gracia y el empaque del torero murciano, lleg¨® el error del pinchazo que desluci¨® una faena preciosa de principio a fin, de est¨¦tica sublime y calidad suprema.
Ure?a pas¨® a la enfermer¨ªa y le toc¨® el turno a Roca Rey. Las comparaciones son odiosas y en ellas perdi¨® el torero peruano. Se mostr¨® tan decidido como en ¨¦l es habitual, pero ni sus toros, los dos mansos y rajados, le ayudaron, ni el torero encontr¨® la inspiraci¨®n. Mulete¨® al hilo y ventajista y parte de la plaza se lo recrimin¨® con toda la raz¨®n.
Una ovaci¨®n celebr¨® la vuelta al callej¨®n de Paco Ure?a, necesitada como estaba la afici¨®n de otra porci¨®n de buen toreo. Y lo hubo, otra vez, a la ver¨®nica cl¨¢sica. Bien picado, medido de nuevo, por Pedro Iturralde, el toro lleg¨® a la muleta con la nobleza y la fortaleza suficientes para que Ure?a dictara otra lecci¨®n, otro monumento al toreo por naturales, de toreo excelso, de muchos quilates, extraordinaria, que culmin¨® con el triunfo tan esperado del gran torero murciano.
Castella cerr¨® su particular feria con mucha m¨¢s pena que gloria. Cansado, vulgar, desanimado¡ cualquiera sabe. Termin¨® su labor en el quinto y el recuerdo de su paso por la plaza qued¨® anulado. Era ese segundo un toro rajado o, quiz¨¢, aburrido de tantas desgana de su lidiador. Y ante el otro, noble, manejable, repetidor y soso, provoc¨® hast¨ªo y desencanto. Hay que ver para creer c¨®mo un torero tan experimentado insiste una y otra vez en un toreo superficial y anodino que m¨¢s que un intento de lucimiento deriv¨® en una tortura.
Babelia
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