El verano del deslumbramiento
El filme detalla la fascinaci¨®n del joven Stevie, un chico de trece a?os, por un grupo de skaters que encarnan su perfecto ideal de pertenencia a una comunidad
Cuando Holden Caufield entra en el Sal¨®n Malva de su hotel en Nueva York, lo primero que hace su mirada es rastrear el entorno en busca de otros muchachos de su edad. No encuentra a ninguno. A trav¨¦s de este gesto tan nimio, J. D. Salinger lograba fijar algo sustancial sobre la mirada adolescente, esa que vive en la permanente contradicci¨®n entre la b¨²squeda de iguales, el reconocimiento, y el impulso irrefrenable de ingresar en el territorio ajeno de la vida adulta. Abundan en las im¨¢genes de En los 90, ¨®pera prima como director de Jonah Hill, observaciones de esa misma naturaleza: el deslumbramiento al entrar en el santuario prohibido de la habitaci¨®n del hermano mayor, con sus estanter¨ªas con casetes; el urgente lavado de boca con jab¨®n para que la madre no detecte el aliento delator de un cigarrillo furtivo; la irreprimible y sutil¨ªsima sonrisa que se dibuja en el rostro cuando el hermano mayor no puede evitar verbalizar sus rencores y frustraciones...
EN LOS 90
Direcci¨®n: Jonah Hill.
Int¨¦rpretes: Sunny Sujic, Olan Prenatt, Ryder MacLaughlin, Lucas Hedges.
G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2018.
Duraci¨®n: 80 minutos.
Rodada en formato acad¨¦mico, en pel¨ªcula de 16 mil¨ªmetros que captura la magia de un tiempo perdido -el del verano de la iniciaci¨®n- y con una banda sonora con alma de mixtape elaborada para una novia futura, En los 90 detalla la fascinaci¨®n del joven Stevie, un chico de trece a?os, por un grupo de skaters que encarnan su perfecto ideal de pertenencia a una comunidad. En casa, un hermano en guerra contra el mundo (y contra s¨ª mismo) y una madre presta a compartir sus desvelos sentimentales no parecen generar la suficiente fuerza centr¨ªpeta para retenerle en el espacio dom¨¦stico. Stevie tardar¨¢ en descubrir que sus idealizados nuevos amigos proceden de hogares much¨ªsimo menos benignos.
Con la modestia por bandera, Hill ha hecho una pel¨ªcula que parece no ser nada (o m¨¢s bien poco) y, en cambio, lo es todo. Sus florituras son escasas y est¨¢n bien colocadas -ese plano secuencia seguido de un chispeante juego de montaje en la fiesta, a los sones del Watermelon Man de Herbie Hancock-, pero su verdadera fuerza est¨¢ en su precisa capacidad de observaci¨®n y en su apuesta por la s¨ªntesis: el modo en que el cineasta debutante cierra su pel¨ªcula, con un accidente rodado con el menor n¨²mero de planos posibles, una convalecencia con transparente desarrollo dram¨¢tico y un v¨ªdeo de skate convertido en singular ejercicio de estilo revela a un potencial talento de primera divisi¨®n.
Babelia
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