La cotidianidad fantasmal
El director pocas veces logra reunir, ni en apartado narrativo ni en el est¨¦tico ni en el interpretativo, el elemento fantasmal con el plano de lo sencillamente corriente
Que un escritor contempor¨¢neo de terror con cierta reputaci¨®n y una veintena larga de novelas como el ingl¨¦s Ramsey Campbell haya sido adaptado apenas tres veces por el cine resulta sorprendente. Que las tres pel¨ªculas sean espa?olas y no brit¨¢nicas, se acerca a lo paranormal. As¨ª, a las notables Los sin nombre (1999), desasosegante debut en el largo de Jaume Balaguer¨®, centrado en el poder de las sectas, y El segundo nombre (2002), otro estreno, este de Paco Plaza, alrededor de la equ¨ªvoca figura de la paternidad, se une ahora una tercera ¨®pera prima: La influencia, de Denis Rovira van Boekholt, basada en una novela hom¨®nima de Campbell publicada en 1988.
Como en las dos anteriores adaptaciones, la esencia vuelve a estar en la maldad, as¨ª, a secas, en el seno de la familia; en la crueldad de los padres hacia los hijos (o viceversa), expuesta como salida a una vida insatisfecha o a la superaci¨®n de un dolor enquistado que solo puede superarse a trav¨¦s de pr¨¢cticas relacionadas con el ocultismo y la experiencia sat¨¢nica. Sin embargo, lejos de la cotidianidad medianamente plausible de las pel¨ªculas de Balaguer¨® y Plaza, Rovira van Boekholt prefiere acudir en su ambientaci¨®n al clich¨¦ de ese g¨®tico espa?ol cercano a lo decimon¨®nico, que entronca directamente con las mansiones, los pasillos, la iluminaci¨®n y el vestuario de obras como Los otros, El orfanato y El secreto de Marrowbone. Eso s¨ª, sin perder de vista el naturalismo del aqu¨ª y el ahora de los escenarios fuera de la mansi¨®n, e incluso la cercan¨ªa de algunos de los personajes que habitan o pasan por ella. Y he ah¨ª el principal de los problemas de una pel¨ªcula que va de m¨¢s a menos.
Es esa mezcla entre roles y entornos dif¨ªcilmente conciliables la que empieza a emborronar un producto sin una identidad muy clara: la brujer¨ªa cl¨¢sica, la simbolog¨ªa de corte lovecraftiano, las luces y los entornos de cierta sofisticaci¨®n, enfrentados a papeles puramente ordinarios como el de la enfermera mascachicle con pinta de choni o a situaciones como la de la muerte del electricista en el colegio. Rovira pocas veces logra reunir, ni en apartado narrativo ni en el est¨¦tico ni en el interpretativo, el elemento fantasmal con el plano de lo sencillamente corriente.
Mientras, el segundo gran problema de La influencia es tener que fiar el fundamento terror¨ªfico y emocional de la segunda parte del relato a la interpretaci¨®n de una ni?a a¨²n con poca experiencia como Claudia Placer, que hace lo que puede para mostrar con su rostro registros e interioridades de enorme complejidad incluso para la m¨¢s virtuosa de las actrices, sin ayuda de maquillajes y con excesiva tendencia por parte de Rovira a su filmaci¨®n en primer plano.
Queda, eso s¨ª, la parte m¨¢s interesante de La influencia: el combate interior de una hija respecto de una madre cruel, demente y malsana, a la hora del tr¨¢nsito final hacia la muerte, cuando la piedad final puede manifestarse por encima del m¨¢s comprensible de los rencores. Subtexto insuficiente en una pel¨ªcula que, pese a algunas insospechadas y sugestivas angulaciones de c¨¢mara, recurre demasiadas veces al miedo de los estallidos de m¨²sica, y que culmina con un tosco cl¨ªmax de acci¨®n.
Babelia
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