Un Chucky con m¨²ltiples prestaciones
Un trabajo atravesado, de principio a fin, por un retorcido humor negro, que se manifiesta en claves casi vodevilescas
Un grupo de adolescentes contempla, con visible regocijo, La matanza de Texas 2 (1986), de Tobe Hooper, en un momento de esta imaginativa resurrecci¨®n de la franquicia Mu?eco diab¨®lico que se desarrolla en el presente de la interconectividad, la subida de v¨ªdeos a YouTube y la dependencia juvenil de los tel¨¦fonos m¨®viles. El director Lars Klevberg no est¨¢ aplicando en esa secuencia ning¨²n tipo de mirada moralista, orientada a alertar sobre la amoralidad teenager o sobre el pernicioso influjo de las im¨¢genes s¨¢dicas: tanto ¨¦l como sus personajes son perfectamente conscientes de que cierto cine de terror de los ochenta ¨Cdel que la pel¨ªcula de Hooper ser¨ªa no tanto ejemplo paradigm¨¢tico, como feliz hip¨¦rbole- se vio a s¨ª mismo como una suerte de slapstick sangriento. As¨ª, el sentido del humor y el conocimiento de las fuentes ser¨¢n los dos rasgos distintivos que este nuevo Mu?eco diab¨®lico esgrima como bandera en los tiempos en que algunas ambiciosas y muy estimulantes pel¨ªculas han inspirado la etiqueta bastante grimosa de terror inteligente.
MU?ECO DIAB?LICO
Direcci¨®n: Lars Klevberg.
Int¨¦rpretes: Aubrey Plaza, Mark Hamill, Gabriel Bateman, Tim Matheson.
G¨¦nero: terror. Estados Unidos, 2019.
Duraci¨®n: 90 minutos.
Salvo en una brillante secuencia en la que un personaje intentaba descubrir si el mal¨¦fico Chucky ten¨ªas las pilas puestas, el fundacional Mu?eco diab¨®lico (1988) de Tom Holland no se diferenciaba demasiado del grueso de pel¨ªculas de terror de los ochenta con monstruo o psic¨®pata ocurrente en su interior. Klevberg, que debut¨® con la discutida Polaroid (2019) a partir de su corto hom¨®nimo, parece tener en alta consideraci¨®n al original, lo que no le ha impedido, en complicidad con su guionista Tyler Burton Smith, proponer una interesante puesta al d¨ªa que, para empezar, sustituye el rito vud¨² por la venganza (tecnol¨®gica, no sobrenatural) de un explotado trabajador subcontratado y ampl¨ªa el margen de maniobra de Chucky convirti¨¦ndole en una suerte de infernal ingenio de la dom¨®tica tan capaz de pedir un Cabify como de velar por el sue?o de un beb¨¦.
La pel¨ªcula de Klevberg no est¨¢ lejos de lo que propuso David Gordon Green en la nueva La noche de Halloween (2018). La inquietante interpretaci¨®n vocal de Mark Hamill y la estilizada labor de fotograf¨ªa de Brendan Uegama contribuyen a intensificar la atm¨®sfera malsana de un trabajo atravesado, de principio a fin, por un retorcido humor negro, que se manifiesta en claves casi vodevilescas ¨Cel macabro regalo que el ni?o protagonista debe ocultar- antes de esa verbena final sobrevolada por drones tuneados con cuchillas y salpimentada por ensangrentados rostros infantiles.
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