Rumbo a la saudade

Cuando, en un momento de 522. Un gato, un chino y mi padre, Natalia de Molina se topa de frente, en los pasillos de un Todo a Cien regentado por un chino (o japon¨¦s), con Nadia de Santiago no implosiona el universo como si Marty McFly se hubiese topado consigo mismo en el cl¨ªmax final de Regreso al futuro. Parte II (1989), pero el espectador con memoria puede caer en la cuenta de algo relevante: la coherencia que une los dos largometrajes que, de momento, conforman la breve filmograf¨ªa de su director, Paco R. Ba?os. Nadia de Santiago fue la protagonista de su tonificante ¨®pera prima, Ali (2012), dando vida a una joven que decid¨ªa parapetarse tras una coraza sentimental frente al desbordamiento emocional de una madre instalada en la inmadurez. Natalia de Molina es George, la protagonista de este segundo largometraje de Ba?os, una joven agoraf¨®bica que mide en 522 pasos su limitado radio de acci¨®n vital y sobre cuyas circunstancias planean los mensajes de un padre ausente. Los retratos femeninos en el interior de una trinchera existencial se revelan, pues, perseverante especialidad de este cineasta en cuyo c¨ªrculo de afinidades figuran creadores como Santi Amodeo, Alberto Rodr¨ªguez y Chiqui Carabante.

522. Un gato, un chino y mi padre es, no obstante, una pel¨ªcula muy distinta a Ali: una road movie en direcci¨®n a la melancol¨ªa del fado que no contiene en todo momento su constante tendencia a la dispersi¨®n y que constri?e de manera bastante forzada sus cargas de excentricidad en la figura de ese compa?ero de viaje chino (o japon¨¦s). Ba?os ha querido ser coherente y, al mismo tiempo, esquivar una f¨®rmula, loable decisi¨®n que, no obstante, condiciona el poder de seducci¨®n de un conjunto que tiene en su actriz protagonista a su eficaz toma de tierra.