?Brrr, qu¨¦ fr¨ªo!
Lo mejor para combatir el calor es leer libros que sucedan en los polos y pensar en los que se publicar¨¢n en septiembre
1. Ant¨¢rtida
Estuve compadeci¨¦ndome de una amiga que me llam¨® desde Toledo para decirme que en aquella ¡°pe?ascosa pesadumbre¡± ¡ªcomo la llam¨® Cervantes en el Persiles, homenajeando al gran Garcilaso¡ª hab¨ªan sobrepasado los 40 grados cent¨ªgrados, y que ahora comprend¨ªa lo que supuso el tormento de san Teopompo en el ardiente horno al que fue castigado por negarse a adorar a falsos dioses. Lo que yo ignoraba es que aqu¨ª, en Madrid, donde hace tiempo nos hemos entregado a la idolatr¨ªa (?Carmena, no te vayas!), no nos ¨ªbamos a quedar rezagados: constat¨¦ 44 grados (expresados en Fahrenheit a¨²n impresiona m¨¢s: 111,2) en el term¨®metro de la parada en la que esperaba resignado a las cinco en punto de la tarde ¡ªcomo pat¨¦tica contrafigura de Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas¡ª la llegada del autob¨²s refrigerado que me condujera a otro c¨ªrculo del mismo infierno. Total: calor, calorazo, en un ambiente espeso en el que el ¨²nico aire que corr¨ªa era el pegajoso vulturno. De modo que permanec¨ª varios d¨ªas sepultado en mi sill¨®n de orejas, con las persianas bajadas, el ventilador echando humo, el Johnnie Walker y el cubo de hielo al alcance de la mano (solo me levantaba para reponerlos), mientras le¨ªa y/o hojeaba lecturas m¨¢s bien fr¨ªas. Literalmente. He rele¨ªdo a trozos, por ejemplo, ?rtico. La batalla por el Gran Norte (Ariel), de Marzio G. Mian, la historia y cr¨®nica de la conquista y la salvaje explotaci¨®n de ese no-continente en el que cada cual intenta sacar tajada, mientras se deshace ante nuestros ojos a raz¨®n (en Groenlandia, por ejemplo) de 375 millones de toneladas cada a?o. Segu¨ª refresc¨¢ndome con el entretenido Sin llegar nunca a la cumbre (Literatura Random House), de Paolo Cognetti, un relato de viaje sobre una expedici¨®n al Himalaya que no pretend¨ªa escalar ninguna cumbre (como s¨ª intentan esas enormes colas de turistas que vemos en la tele). Continu¨¦ con el Diario ¨¢rtico. Un a?o entre los hielos y los inuit (La L¨ªnea del Horizonte), de la muy esforzada exploradora Josephine Diebitsch Peary (esposa de Robert Peary, el controvertido ¡°descubridor¡± del Polo Norte), a quien encarn¨® Juliette Binoche en Nadie quiere la noche (Isabel Coixet, 2015). Pero el calor arrecia y necesito m¨¢s droga dura y heladora; ha llegado el momento de recurrir a dos de las mejores novelas que se han escrito nunca sobre el continente de los hielos perpetuos: la Ant¨¢rtida, donde (como nos recuerda el poco fiable narrador de Mu?oz Molina en Tus pasos en la escalera; Seix Barral) el almirante Byrd se refugi¨® varios meses en una cueva de hielo para recabar datos cient¨ªficos. La primera de esas dos grandes novelas (y la ¨²nica que escribi¨® su autor) es La narraci¨®n de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe (1838; varias ediciones en bolsillo); y la segunda, y m¨¢s fr¨ªa y espeluznante, es En las monta?as de la locura (1936; varias ediciones), de H. P. Lovecraft. Confieso que con toda esta lectura (a la que he ido a?adiendo algunos cuentos del Yukon, de Lack London, entresacados de los dos vol¨²menes de Cuentos completos; Reino de Cordelia) he conseguido refrescarme algunos ratos. Aunque, como vivo en Madrid, y aqu¨ª toda felicidad encuentra su castigo, resulta que se me ha estropeado el ventilador y se me ha acabado el whisky. Qu¨¦ bochorno.
2. Avances
A lo mejor tiene la culpa el calor, que ha dejado a los editores de por aqu¨ª m¨¢s mudos (salvo contadas excepciones) que los guerreros de terracota de la dinast¨ªa Qin (221-206 a. C.), pero lo cierto es que, cuando esto escribo, todav¨ªa son contados los avances editoriales para el oto?o de los que tengo noticia. Nada que ver, por ejemplo, con lo de nuestros vecinos galos, que saben desde hace varias semanas (ver Livres Hebdo) todo lo que llegar¨¢ a las librer¨ªas entre mediados de agosto y finales de septiembre, que son las dos fechas m¨¢gicas en las que se enmarca la esperada rentr¨¦e. Este a?o, por cierto, los libreros franceses dicen estar contentos porque, aunque desciende ligeramente la producci¨®n de t¨ªtulos, entre los que llegar¨¢n a las librer¨ªas hay m¨¢s nombres ¡°de tir¨®n¡±, empezando por nuevas novelas de las all¨ª muy le¨ªdas Am¨¦lie Nothomb y Marie Darrieus?secq. Solo en lo que respecta a novelas y relatos, esta temporada tendr¨¢n para elegir 524 t¨ªtulos, de los cuales 336 provienen de la francofon¨ªa y 188 son traducciones. Todo eso en un contexto bastante optimista en el que han crecido las ventas de libros en abril y mayo, y en el que, como se desprende de una encuesta del Centre National du Livre del Minist¨¨re de la Culture et de la Communication (nada que ver con la insuficiente pol¨ªtica estad¨ªstica de nuestro Ministerio y de la Federaci¨®n de Gremios de Editores), los j¨®venes franceses (entre 7 y 19 a?os) leen una media de seis libros por a?o (dos por prescripci¨®n y cuatro por placer), a raz¨®n de tres horas semanales (siete horas y media dedican a ver televisi¨®n y ocho a Internet). La encuesta ha aparecido casi al mismo tiempo que la noticia de que entre los big five de la edici¨®n francesa ya no est¨¢n ni Planeta ni el grupo italiano RCS (Rizzoli-Corriere della Sera), que hasta ahora formaban parte del palmar¨¦s. Por ¨²ltimo, y como curiosidad, seg¨²n la revista Challenges, este a?o los propietarios de seis grupos editoriales figuran entre las 500 grandes fortunas de Francia: Josette Robin y la familia Lefebvre (libros jur¨ªdicos), Arnaud Lagard¨¨re (grupo Lagard¨¨re), Gallimard, la familia Esm¨¦nard (Albin Michel), Jacques Gl¨¦nat (Gl¨¦nat) y Herv¨¦ de la Martini¨¨re (La Martini¨¨re). Ya ven, haciendo libros tambi¨¦n se puede ser millonario; no tanto como los fabricantes de art¨ªculos de lujo (que siempre ocupan los primeros puestos del ranking franc¨¦s de los superricos), pero suficiente como para sentirse la mar de satisfechos de haberse conocido.
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