?gnes Heller como maestra
Ten¨ªa una alta exigencia de ella misma y no soportaba las quejas gratuitas de los estudiantes
El 19 de julio falleci¨® la fil¨®sofa ?gnes Heller. En los obituarios se menciona su condici¨®n de superviviente del Holocausto; su disidencia frente al totalitarismo comunista y su exilio; y su papel como cr¨ªtica del autoritarismo de Viktor Orb¨¢n y su democracia ¡°iliberal¡±: el mandatario h¨²ngaro quiere hacer del liberalismo una palabra tan manchada como fascismo o comunismo y eso ella no lo pod¨ªa consentir.
Si de algo hab¨ªa servido el experimento comunista, que denominaba ¡°dictadura sobre las necesidades¡± y ¡°callej¨®n sin salida de la modernidad¡±, era para mostrar que la democracia liberal, no hay otra, tiene la virtud sobresaliente de que permite abordar la cuesti¨®n social, el gran problema moderno, sin renunciar a la libertad.
Aprender esta lecci¨®n le llev¨® mucho tiempo y se lo debe a la terca contumacia de los funcionarios comunistas que siempre calificaron el proyecto democratizador de ¡°actividades contra el Estado¡± y de ¡°ideolog¨ªa antisocialista¡±. Como dijo, ¡°nos libraron de nuestros autoenga?os¡±, el socialismo era sencillamente irreformable.
Si ?gnes Heller fue en su juventud defensora del proyecto de un socialismo democr¨¢tico, la evidencia de su imposibilidad la llev¨® a revisar la condici¨®n moderna. Antes era la antesala dolorosa de la utop¨ªa, pero ahora se convert¨ªa en condici¨®n intrascendible, caracterizada por la contingencia, pero tambi¨¦n por la libertad. Siempre podemos elegir y darnos as¨ª un destino. Su evoluci¨®n fue de la antropolog¨ªa marxista y de la sociolog¨ªa de la vida cotidiana a la ¨¦tica de la personalidad.
Algo que no cuentan los obituarios de estos d¨ªas es c¨®mo ejerc¨ªa ?gnes sobre s¨ª misma esta exigencia moral, algo que pude ver como alumno suyo. ?gnes era una discutidora terrible que nunca tiraba la toalla hasta haber analizado cada cuesti¨®n hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle. Esta capacidad discutidora la ejerc¨ªa en todo lugar y ocasi¨®n as¨ª que hab¨ªa que andarse con cuidado al decir algo, porque se lo tomaba en serio y se examinaba de forma exhaustiva, sin mirar el reloj. Wolgang Harich, un fil¨®sofo entregado al socialismo autoritario de la RDA, dijo de Heller y de Kolakowski que ya se ve¨ªa que abandonar¨ªan la buena causa porque discut¨ªan mucho, tanto que hab¨ªan dejado que se enfriase el caf¨¦ que hab¨ªa preparado su madre, lo que le pareci¨® una grave afrenta.
En contra de lo que algunos creen, tambi¨¦n fue siempre una apasionada de Hungr¨ªa, a la que so?aba con regresar cuando estaba en el exilio y a la que regres¨® tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Se compr¨® una casita y retom¨® la docencia regular en la Universidad E?tv?s Lor¨¢nd de Budapest, donde hab¨ªa estudiado, que compaginaba con sus clases en Nueva York y con conferencias por todo el mundo. Una vez le dije que no hab¨ªa hecho el servicio militar y me lanz¨® una tremenda rega?ina en la que me record¨® que hab¨ªa perdido la posibilidad, no solo de servir a mi pa¨ªs, sino de conocer a fondo mi patria porque s¨®lo all¨ª habr¨ªa podido convivir con espa?oles de todas las regiones y de todas las clases. Mientras hablaba resultaba transparente que Hungr¨ªa despertaba en ella una lealtad sobresaliente que ni el exilio ni las persecuciones de Horthy, los nazis, los comunistas y ahora Orb¨¢n hab¨ªan podido debilitar. Siempre so?¨® con terminar sus d¨ªas en Hungr¨ªa y as¨ª ha sido.
Como ten¨ªa una alta exigencia de ella misma no soportaba las quejas gratuitas de los estudiantes. Hab¨ªa vivido en la miseria durante el nazismo y hab¨ªa vuelto a la miseria cuando se qued¨® sin trabajo en el socialismo, esto hac¨ªa que su fortaleza, su resistencia y su frugalidad fueran extraordinarias. Un d¨ªa me quej¨¦ delante de ella del precio de la vida en Nueva York y de las estrecheces a las que me ve¨ªa sometido. Me mir¨® fijamente y me dijo: ¡°?Sabes cu¨¢nto cuesta la ropa que llevo puesta?¡± No me atrev¨ª a responder, paralizado imaginando el origen de esas prendas. Sin esperar mi respuesta me dijo: ¡°Diez d¨®lares¡±. A lo que musit¨¦, ¡°?incluidos los zapatos¡±, y me dijo: ¡°S¨ª¡±. No volv¨ª a quejarme de nada.
?gnes Heller como maestra era rega?ona pero siempre estaba pendiente de sus alumnos, que form¨¢bamos una feliz cofrad¨ªa. Contestaba siempre inmediatamente los correos y en el ¨²ltimo que la escrib¨ª, al comunicarle el fallecimiento de Javier Muguerza, en el mes de abril de este a?o, me dijo que era una pena que se murieran los viejos amigos. Nada hac¨ªa presagiar que tan poco tiempo despu¨¦s, nadando sola, otra de sus pasiones, en las aguas del Balat¨®n, en su querida Hungr¨ªa, nos habr¨ªa de dejar tambi¨¦n ella.
?ngel Rivero es profesor de Teor¨ªa Pol¨ªtica en la UAM.
Babelia
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