Libros de viajes que hay que meter en la maleta
Escritores del g¨¦nero como Colin Thubron, Philip Hoare, Javier Reverte o Patricia Almarcegui comentan su t¨ªtulo favorito
Colin Thubron: El tiempo de los regalos, de Patrick Leigh Fermor
Mi libro favorito de literatura de viajes es uno m¨¢s bien convencional, El tiempo de los regalos, de Patrick Leigh Fermor. Este paseo a pie a trav¨¦s de Europa en 1933-34, desde Holanda a Hungr¨ªa, fue escrito cuarenta a?os despu¨¦s del viaje, pero El tiempo de los regalos recupera un esp¨ªritu de libertad juvenil que ha inspirado a generaciones con su sue?o de autorrealizaci¨®n a trav¨¦s del viaje. Leigh Fermor sigui¨® hasta completar (casi) su trilog¨ªa de libros sobre su viaje a Estambul, pero nunca captur¨® del todo la exuberancia del primer volumen. Quiz¨¢ porque le robaron sus notas en ruta en Alemania, as¨ª que El tiempo de los regalos fue escrita de manera menos autoconsciente que las otras dos partes, brotando de una memoria prodigiosa.
Philip Hoare: Moby Dick, Herman Melville
Moby Dick es el libro m¨¢s subversivo, extravagante y divertido acerca de la ballena y el mar que uno pueda haber le¨ªdo nunca. ?No me creen? ?No creen que un libro de 1851 pueda impactarnos? Por favor, d¨¦jenme asegurarles que este es un excelente momento para meterlo en su maleta (?aunque tenga 135 cap¨ªtulos!). Por una raz¨®n, este a?o es el 200 aniversario de Melville (naci¨® el 1 de agosto de 1819), as¨ª que merece un regalo, el de la atenci¨®n y la admiraci¨®n de ustedes. Es un libro que pronostica el futuro de cambio clim¨¢tico y extinci¨®n. Satiriza a los pol¨ªticos, de manera perenne (el capit¨¢n Ahab como un l¨ªder estadounidense loco que anda suelto ¡ª?a qui¨¦n podr¨ªa recordarnos hoy eso?¡ª. El libro celebra el primer matrimonio gay interracial (el narrador, Ismael, se casa con Queequeg, el isle?o del Pac¨ªfico tatuado). Y al final... Bueno, tienen que verlo. Moby Dick es el m¨¢s grande, m¨¢s acuoso, m¨¢s ballenero viaje de aventura del mundo moderno, exquisitamente escrito, fant¨¢sticamente imaginado, y una vez enganchados no ser¨¢n capaces de soltarse. Cambiar¨¢ sus vidas para siempre. Les llevar¨¢ a los m¨¢s lejanos confines de la Tierra, y algo m¨¢s. Yo lo le¨ª y acab¨¦ en el oc¨¦ano m¨¢s all¨¢ de las Azores, mirando a una ballena a los ojos. ?Qu¨¦ otra obra pude llevar a semejante gloriosa y transportadora locura?
Patricia Almarcegui: Muerte en Persia, de Annemarie Schwarzenbach
Elijo Muerte en Persia (Min¨²scula), de Annemarie Schwarzenbach. Pero no puedo dejar de citar Los viajes de Al¨ª Bey, de Domingo Bad¨ªa, primer occidental en llegar a La Meca y fuente principal de los viajeros europeos posteriores a Oriente. El libro de Schwarzenbach es fundamental por varias razones. El viaje le permite reflexionar y hablar de la condici¨®n femenina y de g¨¦nero gracias a las mujeres que encuentra. Una mujer se fija en las mujeres, y los libros de viaje escritos por hombres apenas lo hacen. Schwarzenbach es adem¨¢s escritora. La experiencia del viaje la obliga a tensar y a forzar el lenguaje al m¨¢ximo y Muerte en Persia presenta una po¨¦tica y ret¨®ricas abrumadoras. Su descripci¨®n de Ir¨¢n es ¨²nica; identifica el exotismo del pa¨ªs y lo ajeno que resulta. Sin embargo, acaba reconoci¨¦ndose en dicho extra?amiento, el mismo que siente en su interior ante la vida y la ¨¦poca (¡°¨¢ngel devastado¡± la llam¨® Thomas Mann). Exterior e interior coinciden. Son las paradojas del viaje, a veces hay que irse muy lejos para encontrarse.
Javier Reverte: Inocentes en el extranjero, de Mark Twain
Creo que el verano es una buena ocasi¨®n para leer un libro de 1870 que no ha pasado en absoluto de moda: Inocentes en el extranjero, de Mark Twain. El escritor ten¨ªa 35 a?os cuando public¨® este relato sobre su periplo en crucero por Europa y Tierra Santa, y en su trabajo se aprecian, sobre todo, dos de las mejores cualidades del autor: la capacidad descriptiva del entorno y su agudo sentido del humor, a veces hilarante. Es un libro que hace reflexionar, so?ar con viajes y re¨ªr a mand¨ªbula batiente. ?Qu¨¦ dif¨ªcil mezcla, s¨®lo al alcance de los genios! Dice, por ejemplo, del curso del Arno, en Florencia: ¡°Ser¨ªa un r¨ªo agradable si le a?adieran agua¡±. Pura literatura, puro viaje.
Pilar Rubio: El leopardo de las nieves, de Peter Matthiessen
Elegir solo un t¨ªtulo, ?buf!, qu¨¦ dif¨ªcil en un g¨¦nero tan vers¨¢til, condenado, como el drag¨®n, a escribir con sus ocho cabezas. Elijo El leopardo de las nieves por su hondura esencial y por evitar florituras formales. Han pasado 40 a?os desde su publicaci¨®n y parece que el tiempo a¨²n es capaz de otorgarle m¨¢s y m¨¢s volumen. Es, sobre todo, una radical eleg¨ªa a la comuni¨®n con el lugar (¡°estoy aqu¨ª para estar aqu¨ª¡±) y, como es una sutil¨ªsima introducci¨®n a la filosof¨ªa budista, resuelve en su prosa la fusi¨®n de dualidades: se est¨¢ dentro de s¨ª tanto como se est¨¢ en el afuera del mundo. Todo es uno. Es tambi¨¦n el relato de una experiencia sublime, como es la de caminar dos meses por las regiones de Dolpo en el Himalaya con una mirada afilada y l¨²cida, y es tambi¨¦n literatura del yo sumido en un reciente duelo y la b¨²squeda de sentido. Literalmente este viaje le cambi¨® la vida a Matthiessen y muestra c¨®mo nos la puede cambiar a los dem¨¢s.
Gabi Mart¨ªnez: Los siete pilares de la sabidur¨ªa, de T. E. Lawrence
Si aceptamos Los sertones de Euclides da Cunha o los Viajes de Al¨ª Bey como libros de viaje, podemos convenir que Thomas Edward Lawrence, m¨¢s conocido como Lawrence de Arabia, escribi¨® la que para m¨ª no es solo una obra maestra del g¨¦nero, sino el libro total: Los siete pilares de la sabidur¨ªa. El peque?o ¡ªlleg¨® a pesar 42 kilos¡ª arque¨®logo y coronel brit¨¢nico, encargado de liderar la guerra de guerrillas ¨¢rabe frente a los turcos durante la Primera Guerra Mundial, narra la campa?a que le lleva a cruzar el desierto desde el mar Rojo hasta ?qaba. Para sobrevivir, debe entender tanto al desierto como a sus moradores, y se aplica y arriesga de tal modo en la inmersi¨®n, que igual atiende a los d¨ªas que aguanta un camello sin agua que a mapear la geograf¨ªa antes de asaltar un tren o a analizar antropol¨®gicamente a los ¨¢rabes para comandarlos mejor. ¡°Yo segu¨ªa, pero no fundaba¡±, dice, sin embargo, asumiendo su papel secundario en aquel paisaje y entre aquella gente a los que describe f¨ªsica y espiritualmente con el detalle de quien sabe que en ellos est¨¢, m¨¢s que su ¨¦xito, su salvaci¨®n. Conoce extremos del sexo y la sed, penetra en las ideas gracias a padecer la tierra y el clima, y eleva la obra a una cota a¨²n m¨¢s memorable al reflejar c¨®mo su propia psicolog¨ªa cambia, introduciendo a su vez la intriga sobre c¨®mo resolver¨¢ un gran dilema moral: ?traicionar¨¢ al pueblo que ha confiado en ¨¦l? La cantidad de temas y disciplinas abordados con rigor y poes¨ªa, la potencia de las paradojas, el choque cultural y el desnudo del espacio y las almas hacen de Los siete pilares de la sabidur¨ªa, ya est¨¢ dicho, el libro total. Que, por supuesto, es ¡°de viajes¡±.
Mar¨ªa Belmonte: Desde el Monte Santo. Viaje a la sombra de Bizancio, de William Dalrymple
?Mi libro de viajes favorito? Es dif¨ªcil elegir. Hay tantos buenos. Pero hay uno extraordinario: Desde el Monte Santo. Viaje a la sombra de Bizancio, de William Dalrymple. En 1994, Dalrymple emprendi¨® un viaje tras las huellas de Juan Mosco, monje bizantino que en el a?o 578 parti¨® en peregrinaje por el Mediterr¨¢neo oriental para recoger la sabidur¨ªa de los padres del desierto, de los sabios y los m¨ªsticos del oriente bizantino. En Constantinopla escribi¨® un libro titulado El prado espiritual, donde relat¨® todas las an¨¦cdotas e historias sagradas m¨¢s memorables de su periplo, para, despu¨¦s, morir de agotamiento. Siguiendo sus huellas, Dalrymple nos lleva de viaje desde el monte Athos a Turqu¨ªa sudoriental, pasando por L¨ªbano, Siria y Palestina hasta llegar al desierto de Egipto mientras nos narra la dram¨¢tica situaci¨®n de los cristianos en Oriente Medio. El libro est¨¢ salpicado de peripecias personales de todo tipo: peligrosas, absurdas, divertidas, pero este pasaje de su estancia en Alejandr¨ªa, casi al final de su viaje, resume para m¨ª el tono del libro: ¡°Un volumen encuadernado de las cuatro novelas del Cuarteto de Alejandr¨ªa de Lawrence Durrell me ha acompa?ado en este viaje, como agradable contrapunto de la espiritualidad a veces sombr¨ªa de los monasterios que he visitado. Durante las largas tardes mon¨¢sticas en las que el sol daba de plano en el desolado albergue y la quietud era absoluta, sin que el m¨¢s leve sonido quebrara el lento bamboleo de las cortinas desva¨ªdas de la celda, pod¨ªa ser muy tranquilizador dejar a un lado Las m¨¢ximas de los padres del desierto y sentarme a leer sobre burdeles y bailarinas, sobre comerciantes corruptos y hacendados voluptuosos, ¡®libertinos dispuestos a hundirse en los sentidos tan profundamente como cualquier padre del desierto en la mente¡¯, como dice Baltasar en Justine¡±. Genial.
Jordi Esteva: El Nilo azul, de Alan Moorehead
Tras la temprana lectura de El Nilo azul, de Alan Moorehead, qued¨¦ hechizado por sus innumerables historias. Me inquietaron las costumbres de los Afar de Djibouti y sus collares con test¨ªculos de los enemigos ofrecidos como dote. Las ceremonias de trance en Etiop¨ªa que reencontrar¨ªa en el ?frica fantasmal, de Leiris, y en cierto modo en las cartas de Rimbaud desde la misteriosa Harar. Me impresion¨® la gesta de los mamelucos, la casta de esclavos guerreros que dominaron El Cairo, al servicio de la Sublime Puerta, y c¨®mo Mohamed Al¨ª, el creador del Egipto moderno, acab¨® con ellos poniendo fin a la oscura y larga noche egipcia. Alan Moorehead hablaba tambi¨¦n de los exploradores brit¨¢nicos en busca de las fuentes del Nilo, que descubr¨ªan para el imperio cataratas, r¨ªos y monta?as conocidos naturalmente por los habitantes y que desde siempre tuvieron nombre. Con El Nilo azul reviv¨ªa los momentos de soledad de la infancia cuando, rodeado de atlas y mapas, viajaba sin salir de la habitaci¨®n. Meses despu¨¦s de su primera lectura part¨ª al Sud¨¢n en busca de un primo cineasta perdido como Kurtz, en el coraz¨®n de la regi¨®n de Ecuatoria, al que jam¨¢s encontr¨¦. No he vuelto al libro que me puso "un petardo en el culo" lanz¨¢ndome al mundo. No me atrevo. ?Demasiado brit¨¢nico y colonial, perhaps?
Xavier Moret: El peor viaje del mundo, de Apsley Cherry-Garrard
Me encanta este libro porque narra un duro viaje a la Ant¨¢rtida con un humor muy ingl¨¦s. Ya desde las primeras l¨ªneas, el autor lo deja claro: ¡°La exploraci¨®n polar es la forma m¨¢s radical y al mismo tiempo solitaria de pasarlo mal que se ha concebido (¡). Se est¨¢ m¨¢s solo que en Londres y m¨¢s apartado que en cualquier monasterio, y adem¨¢s el correo no llega m¨¢s que una vez al a?o¡±. Cherry-Garrard describe con maestr¨ªa esta odisea, realizada entre 1910 y 1913, en la que tuvo que soportar temperaturas de hasta 56 grados bajo cero que le hicieron llegar a considerar a la muerte ¡°como una amiga¡±. Su relato de c¨®mo arriesg¨® la vida para llevar a Inglaterra tres huevos de ping¨¹ino emperador es de antolog¨ªa, sobre todo cuando, a la vuelta, los conservadores del Museo de Historia Natural de Londres lo reciben con una frialdad que supera la de las tierras polares. Un gran libro, sin duda, al que me gusta volver de vez en cuando para deleitarme con la aventura y el estilo del gran Cherry-Garrard.
Anik Lapointe: El coraz¨®n perdido de Asia, de Colin Thubron
Siempre que voy a Londres acabo en Daunt Bookshop, la librer¨ªa de mis sue?os. En ella fui descubriendo a la gran mayor¨ªa de los maestros de la literatura de viajes, escritores a los que estoy doblemente agradecida porque me abrieron de una sola tacada las puertas de dos mundos: el literario y el viajero. En Daunt Book?shop, con su inmensa vidriera, tienes la sensaci¨®n de estar ante la entrada de una cueva luminosa que esconde los secretos m¨¢s rec¨®nditos de los seres m¨¢s intr¨¦pidos. Una cueva organizada por pa¨ªses, que me permiti¨® descubrir, en la d¨¦cada de los noventa, los libros de Colin Thubron, singularmente El coraz¨®n perdido de Asia (1994), un fabuloso viaje hist¨®rico, cultural y literario por las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas de Asia Central, y En Siberia (1999), su shakespeariano y magistral retrato del Gulag sovi¨¦tico, de los pueblos y regiones a¨²n traumatizados tras la disoluci¨®n de la URSS. Desde entonces, la prosa precisa de Colin Thubron, y su mirada ¨²nica para evocar civilizaciones silenciadas por el polvo del tiempo, me han ayudado a surcar el espacio y el tiempo y a entender mucho mejor el mundo de hoy y el de ayer.
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