United colors of Mozart
Sellars y Currentzis alertan del cambio clim¨¢tico en un arbitrario y prodigioso "Idomeneo"

Coristas, bailarines y cantantes ocuparon el escenario en acci¨®n de gracias para trasladar al grader¨ªo la alegor¨ªa de la fraternidad. Diferentes razas, indumentarias y culturas. Un himno a la paz y a la concordia que se resent¨ªa de su propia cursiler¨ªa; que pretend¨ªa alertar contra el negacionismo del cambio clim¨¢tico; y que puso fin a un extravagante y arbitrario espect¨¢culo de Idomeneo, aunque no proceda mencionar ¨ªntegra o integralmente el titulo de la ¨®pera de Mozart.
As¨ª se anunciaba en los carteles del Festival de Salzburgo y as¨ª se estren¨® este s¨¢bado, pero Teodor Currentzis (direcci¨®n musical) y Peter Sellars (dramaturgia) la expusieron a una revisi¨®n y un?desguace. No solo suprimiendo recitativos y hasta personajes -Arbace qued¨® reducido a la m¨ªnima expresi¨®n-, sino incorporando fragmentos de otras ¨®peras -Thamos, rey de Egipto- y convirtiendo el Rond¨® para soprano, piano y orquesta KV505 en el centro de gravedad del ¨²ltimo acto.
Lo interpret¨® con sensibilidad la mezzo irlandesa Paula Murrihy (Idamante) en representaci¨®n de un reparto que m¨¢s parec¨ªa una misi¨®n de las Naciones Unidas. El tenor estadounidense Russell Thomas, Idomeneo vociferante y descuidado, comparti¨® ovaciones con una soprano china -Ying Fang (Ilia)-, un colega sudafricano (Levy Sekgapane) y hasta un bajo de Samoa.
Sab¨ªan cantar, es cierto, pero no con la excelencia que requiere Salzburgo. Y s¨ª con los requisitos de United Colors of Mozart que prevalecieron en la lectura pol¨ªtico-po¨¦tica de Sellars. Las grandes ovaciones del p¨²blico demuestran que las conductas transgresoras de anta?o han cedido al escr¨²pulo est¨¦tico y al buenismo. Lleg¨® a decir Sellars que los oc¨¦anos de amor son el remedio a la desgracia medioambiental, ahora que los mares devoran la tierra firme.
Semejante perspectiva edulcorante predispuso un alegato sobre el cambio clim¨¢tico que Sellars traslada conceptual y aleg¨®ricamente. La dramaturgia comienza con una alusi¨®n expl¨ªcita a la crisis de refugiados aprovechando que el Mediterr¨¢neo pasa por Grecia -Idomeneo transcurre originalmente en Creta, bajo el tridente de Neptuno-, pero al realizador estadounidense le interesan m¨¢s las derivadas abstractas de la iracundia oce¨¢nica. Y describe un mar de pl¨¢sticos modernos y criaturas arcaicas cuya moraleja represalia el desaf¨ªo del hombre a los poderes superiores.
El mayor defecto de la producci¨®n radica en las divagaciones y onanismos mentales. Las mejores virtudes recaen en el espacio est¨¦tico y las atm¨®sferas esc¨¦nicas, m¨¢s o menos como si representaran la caja ac¨²stica que a Teodor Currentzis conviene para exponer los prodigios de su asombrosa lectura musical.
De la Guerra del Golfo a la paz y la filantrop¨ªa
Peter Sellars (Pittsburgh, 1957), agitador de la escena oper¨ªstica en los ¨²ltimos 30 a?os, conserva su aspecto extravagante, l¨²dico, pero el "enfant terrible" de anta?o ha engendrado un director de escena menos provocador en lo expl¨ªcito -lo fue su "Don Giovanni" de Harlem- y m¨¢s sofisticado en lo est¨¦tico y en lo conceptual. Una buena prueba la ofrece su aproximaci¨®n a "Idomeneo". Ya hab¨ªa dirigido la ¨®pera de Mozart en 2003 para el Festival de Glyndebourne (sur de Londres), pero entonces sorprendi¨® y hasta indign¨® por la extrapolaci¨®n a la Guerra del Golfo. Hubo hasta patrocinadores del Festival que se indignaron con la propuesta, del mismo modo que el montaje tuvo un efecto incendiario en la platea. Han pasado 16 a?os desde entonces. Y se ha ido produciendo un camino evolutivo que ha desembocado en una lectura de "Idomeneo" igualmente pol¨ªtica -el clima domina la agenda-, pero menos agresiva y pol¨¦mica. Lo demuestra el entusiasmo de los espectadores "conservadores" de Salzburgo. O no tan conservadores, pues el Festival austriaco vir¨® a la vanguardia desde la ¨¦poca de G¨¦rard Mortier (principio de los 90) y el propio Sellars fue uno de sus grandes valedores.
Todos los colores que Sellars pone al servicio del anuncio de Benetton, Currentzis los matiza y explora en oleaje del coro? y en la combusti¨®n del foso. Que no es un foso, sino el cr¨¢ter del volc¨¢n, la hendidura tel¨²rica de la que emana un Idomeneo trepidante y sutil, poderoso y ligero, enjundioso e intenso.
El maestro griego no comparec¨ªa con la orquesta que ha creado a su imagen y semejanza (MusicAeterna). Lo hac¨ªa con las huestes de la Orquesta Barroca de Friburgo, un prodigio de virtuosismo y de plasticidad al que Currentzis aport¨® sus cualidades cham¨¢nicas.
Ha encontrado Salzburgo al sacerdote que buscaba para la ex¨¦gesis y la hermen¨¦utica de Mozart. Un director exc¨¦ntrico y heterodoxo, pero provisto un instinto y de una musicalidad que transubstancian sus interpretaciones en experiencias lis¨¦rgicas. Por din¨¢mica. Por cromatismo. Por tensi¨®n teatral. Y porque su capacidad integradora entre el foso y los cantantes -la homogeneidad- no contradice la peculiaridad de los solistas, el detalle minucioso, la orfebrer¨ªa de un sonido inveros¨ªmil.
Currentzis lee y escucha. Es el amo del circo. Sabe cu¨¢ndo tiene que aparecer el payaso triste y cu¨¢ndo debe hacerlo el domador de leones. La pulcra Ilia de Ying Fang desempe?¨® el primer papel, como si Currentzis la meciera entre sus brazos, mientras que la imponente Nicole Chevalier aprovech¨® el aria del despecho de Electra para incendiar el teatro salzburgu¨¦s. Una versi¨®n flam¨ªgera que el maestro griego excitaba con la gestualidad de un pose¨ªdo.
Era el contraste al remanso de la ¨²ltima escena. Decidieron Sellars y Currentzis finalizar la ¨®pera no como estableci¨® Mozart, sino con un ballet escrito anteriormente?de cuya coreograf¨ªa ex¨®tica se ocup¨® Lemi Pontifasio. Natural de Samoa. Y art¨ªfice de un paso a dos desconcertante al que dieron cuerpo una bailarina polinesia y un bailar¨ªn de Kiribati, perseverando as¨ª en la pedagog¨ªa de las islas amenazadas por el desaf¨ªo de los humanos a los cielos.
Se trataba de proponer a los espectadores un ejercicio po¨¦tico sobre el amor y la armon¨ªa de la naturaleza, m¨¢s o menos como expuso Pedro S¨¢nchez en su hipergluc¨¦mico discurso de investidura. Una extravagancia arriesgada y muy discutible que los espectadores toleraron con la misma naturalidad con que consintieron la tergiversaci¨®n de Idomeneo?en la propia casa de Mozart.
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