El blanco de Santiago Segura
El halo de simpat¨ªa es (casi) constante, a pesar de que la pel¨ªcula arranca bastante mal
Las carreras art¨ªsticas y profesionales son a veces tan inescrutables como la propia vida. Que se lo digan al Kevin Smith de Clerks y de Jersey girl, que en diez a?os pas¨® de la transgresi¨®n a la cursiler¨ªa. Y aunque analizar una obra a trav¨¦s del cristal de la vida privada del autor siempre resulte peligroso, esta vez no parece haber duda: Padre no hay m¨¢s que uno, s¨¦ptimo largometraje de Santiago Segura, surge como consecuencia de su estado vital. Una pel¨ªcula para sus hijas, con sus hijas.
Si al Segura de entre 1992 y 1994, el de la salvaje e interesante serie de cortometrajes Evilio, Perturbado y Evilio vuelve (El purificador), hoy probablemente imposibles de llevar a cabo en la era del #MeToo, y al Segura de 1998, el del espectacular ¨¦xito de Torrente, el brazo tonto de la ley, le hubiesen dicho que en 2019 iba a estar dirigiendo una comedia familiar de tono fundamentalmente blanco protagonizada por ni?os, quiz¨¢ hubiese arqueado la ceja en se?al de desconcierto. Sin embargo, como amante del cine popular, incluso tiene sentido.
En su nueva etapa como director, quiz¨¢ escasa de creatividad pero con esa astuta visi¨®n comercial que siempre le ha caracterizado, Segura ha apostado por dos remakes consecutivos, y en ambos consigue caer de pie. Sin rodeos (2018), nueva versi¨®n de la chilena Sin filtro (Nicol¨¢s L¨®pez, 2016), era divertida, c¨¢ustica, puede que menor pero tambi¨¦n efectiva, y ten¨ªa a unas enormes Maribel Verd¨² y Candela Pe?a. Una pel¨ªcula revoltosa que pod¨ªan ver incluso los preadolescentes, porque la atractiva negrura inicial y el grosor posterior de la saga torrentiana se estaba domesticando.
La gran familia (1962), m¨ªtica pel¨ªcula de Fernando Palacios esbozada por la mente comercial de Pedro Mas¨®, habita en el imaginario colectivo patrio y parece el modelo tonal a seguir. Pero, no nos enga?emos, toda la base est¨¢ ya en la pel¨ªcula original: Mam¨¢ se fue de viaje, dirigida por Ariel Vinograd hace solo dos a?os, y que ya ha provocado, adem¨¢s del remake espa?ol, otro en Italia y uno m¨¢s en M¨¦xico. Segura ha cambiado algunas situaciones (sobre todo, el hecho de narrar en paralelo las vacaciones de la madre, algo que no estaba en la pel¨ªcula de Vinograd), diversos di¨¢logos, ha quitado chistes y ha puesto otros. Alguno bastante penoso (el de la paja), y otros estupendos (los del grupo de whatsapp del colegio). Pero el halo de simpat¨ªa es (casi) constante, a pesar de que la pel¨ªcula arranca bastante mal por el tono recitativo de las secuencias entre Segura y Toni Acosta, y porque el director hay veces que precisa demasiados planos para narrar situaciones que no parecen necesitarlo.
Eso s¨ª, pasada una media hora, todo se ajusta. Los ni?os est¨¢n bien (entre ellos, Calma y Sirena, las hijas de Segura, y sobre todo Luna Fulgencio); cuando la c¨¢mara mantiene el plano general lleno de gente, el humor f¨ªsico es excelente (el ni?o haciendo el Superman mientras la hija folcl¨®rica canta a lo Roc¨ªo Jurado), y los matices de insolencia, como tambi¨¦n le ocurr¨ªa a Sin rodeos, est¨¢n bien controlados. Definitivamente, el blanco es el nuevo negro de Santiago Segura.
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