La batidora de la muerta
Los primeros dos minutos de 'Mujeres desesperadas' marcaron un antes y un despu¨¦s en la estructura narrativa de cap¨ªtulo que, sin ser nunca superada, ha sido homenajeada en m¨²ltiples ocasiones
Una pizca del cl¨¢sico de ciencia ficci¨®n Las mujeres perfectas, de Ira Levin. Una parte de la relaci¨®n de su creador, Marc Cherry, con su madre tras confesarle que era gay. Un primer intento por mostrar una peque?a colecci¨®n de distintos tipos de mujeres, con una ¨²nica concesi¨®n a lo hispano: Eva Longoria. Y una dosis (magistral) de comedia negra a lo Agatha Christie (inspirada en un terror¨ªfico caso real). As¨ª se estren¨®, el 3 de octubre de 2004, Mujeres desesperadas. Inauguraba una estructura de cap¨ªtulo que, sin haber llegado a ser superada a¨²n, ha sido homenajeada en m¨²ltiples ocasiones, y por maestros de la narrativa televisiva de la talla de Ryan Murphy, que en una de sus ¨²ltimas producciones, la adrenal¨ªnica 911, calca la narrativa tem¨¢tica que hizo de Mujeres desesperadas un cl¨¢sico en muchos sentidos a¨²n no reconocido como tal.
?Y en qu¨¦ consist¨ªa dicha estructura? Cada cap¨ªtulo arrancaba con dos minutos en los que se mostraba, de una forma encantadora, una man¨ªa de alguna de las vecinas (y vecinos) de la maravillosa Wisteria Lane: un suburbio de jardines y casas y vidas aparentemente perfectas que en realidad no lo eran. Aquella man¨ªa, aquella debilidad ¨Cel sanctasanct¨®rum de la creaci¨®n de personajes¨C estaba relacionada con el leitmotiv del cap¨ªtulo en cuesti¨®n, en el que, como en un cuento de hadas, se presentaba un dilema que al final resolver¨ªan las cuatro amigas protagonistas.
Estas eran: la obsesivo-compulsiva Bree Van DeCamp, madre de familia numerosa y exdirectiva Lynette; la list¨ªsima e infiel Gabrielle y la torpe, tambi¨¦n sentimentalmente, ilustradora de cuentos Susan. La moraleja, convenientemente aderezada con una excelsa banda sonora de Danny Elfman, habitual en el cine de Tim Burton, nos advert¨ªa una y otra vez de que el mundo pod¨ªa ser un lugar horrible.
Esos inicios de cap¨ªtulo, un total de 180 ¨Ccuyos t¨ªtulos, por cierto, proven¨ªan de canciones del maestro Stephen Sondheim¨C, eran como peque?os y brillantes cortometrajes, casi una escuela de escritura de personajes. Pero destaca el primero de todos. El que nos presenta a la narradora de la historia que es, y esto era tambi¨¦n algo in¨¦dito hasta la fecha en una comedia mainstream, un fantasma. Lo que se cuenta en esos primeros dos minutos 32 segundos es a la vez el inicio de una historia circular ¨Cque luego fue ampliando sus c¨ªrculos¨C y una cr¨ªtica feroz a aquello que parec¨ªa dar sentido a la serie: la vida perfecta de la mujer perfecta. Mary Alice Young inicia su largu¨ªsima locuci¨®n ¨Cla cosa tuvo ocho temporadas, y todas estuvieron al mismo nivel¨C, as¨ª: "Me llamo Mary Alice Young. Cuando lean el peri¨®dico de hoy puede que vean un art¨ªculo sobre el d¨ªa tan raro que tuve la semana pasada".
Ese d¨ªa, despu¨¦s de hacer todas las tareas del hogar, y algunos recados, despu¨¦s de, como dice ella misma, "sacarle brillo a la rutina de mi vida", se dirigi¨® al armario del pasillo, cogi¨® un rev¨®lver y se peg¨® un tiro. El detalle de maestro, el que har¨¢ para siempre de Mujeres desesperadas un hito de, dec¨ªamos, la narrativa audiovisual, es que el suicidio de Mary Alice, inicio de todo el universo Wisteria Lane, se utiliza en esos primeros dos minutos para dejar claro c¨®mo de aprovechada ha sido siempre su vecina, Martha Hubert, que, al o¨ªr el ruido del disparo y para descubrir qu¨¦ hab¨ªa pasado, se acerc¨® a la casa fingiendo querer devolverle a Mary Alice la batidora que le hab¨ªa prestado hac¨ªa seis meses. Al descubrir el cad¨¢ver y despu¨¦s de horrorizarse, esboza una sonrisa, arranca la pegatina con el nombre (MARY ALICE YOUNG) de la batidora, y la devuelve a uno de los armarios de su cocina, porque, nos dice Mary Alice desde el m¨¢s all¨¢, "la se?ora Hubert siempre ha sido conocida por ver el lado bueno de las cosas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.