Eric Clapton, una guitarra entre el cielo y el infierno
El m¨²sico recorre una vida marcada por todos los excesos can¨®nicos del rock y el af¨¢n de alcanzar la perfecci¨®n en sus memorias, que se publican en septiembre en Espa?a
Ya en la primera frase de sus memorias Eric Clapton asegura que desde el principio de su vida tuvo la sensaci¨®n de ser una persona ¡°diferente¡± a las dem¨¢s. Al menos, el primer palo que recibi¨® estaba fuera de lo normal: aquel ni?o se enter¨® despu¨¦s de unos a?os de que sus padres eran en realidad sus abuelos y que su hermana era su madre. Tras eso, el ¡°peque?o bastardo¡±, tal y como le llamaba su t¨ªo, se pas¨® la ni?ez y la adolescencia encerrado en s¨ª mismo. Su madre se termin¨® yendo de casa, su padre nunca apareci¨® y su ¨²nico consuelo en el entorno pobre y aburrido de la localidad de Ripley, al sur de Londres, fue el blues, que, como tantos chicos de su generaci¨®n, conoci¨® por los programas de radio nocturnos.
El blues entr¨® en su vida y ya nunca le abandon¨®. Fue la primera de muchas obsesiones que acompa?ar¨ªan al espl¨¦ndido guitarrista y que son relatadas en Clapton. Autobiograf¨ªa, un libro publicado en espa?ol por Neo Sounds (traducci¨®n de Puerto Barruetabe?a Diez) y a la venta del 9 de septiembre. No son las t¨ªpicas memorias de batallitas, aunque en sus casi 400 p¨¢ginas se acumulen varias escenas de sexo, drogas y rock and roll, como esa fiesta a mediados de los sesenta en la mansi¨®n de Hurtwood en la que Clapton cuenta que, rodeados de algunos Rolling Stones y otras figuras musicales, casi se vuelven a juntar en su jard¨ªn para tocar los cuatro Beatles ¡ªfalt¨® Lennon¡ª mientras el anfitri¨®n acab¨® encerrado 24 horas en un armario. Un Clapton drogado quer¨ªa dar un susto a la chica que le gustaba de la fiesta y se durmi¨® dentro sin que nadie le echase de menos.
Era Clapton diferente y obsesivo desde que qued¨® maravillado por pioneros del blues del Mississippi como Big Bill Broonzy y Robert Johnson. A trav¨¦s de su autograf¨ªa, se entiende que, al igual que ten¨ªa serias dificultades para las relaciones sexuales desde que le humillaron en el colegio, le costaba permanecer mucho tiempo en un proyecto musical, algo que a la larga perjudicar¨ªa a aquel prodigio de la guitarra para ser un gran referente de la contracultura. Durante la d¨¦cada dorada de los sesenta, Mano lenta ¡ªapodo que recibi¨® por el tiempo que tardaba en cambiar las cuerdas que romp¨ªa de la guitarra en fren¨¦ticos conciertos¡ª no hall¨® nunca una identidad propia, ni un sonido definitivo, ni siquiera una est¨¦tica determinante, como s¨ª sucedi¨® con colegas como Bob Dylan, los Beatles, los Rolling Stones o Jimi Hendrix, amigo ¨ªntimo que, en el mejor momento de Clapton con el supergrupo Cream, le adelant¨® por la izquierda. ¡°Por desgracia para nosotros, Jimi acababa de sacar Are You Experiencied? y eso era lo ¨²nico que quer¨ªa escuchar la gente. Fueras donde fueras todo era Jimi, y eso me deprimi¨® mucho¡±, confiesa Clapton.
Reconoce Mano lenta cierto s¨ªndrome del eterno segundo, pero a¨²n m¨¢s que el mismo tipo al que bautizaron ¡°Dios¡± en la escena londinense en los primeros compases de su carrera nunca estaba satisfecho con nada. Tozudo y ¡°demasiado purista¡±, dejaba grupos excelentes como los Yardbirds y John Mayall y sus Bluesbreakers en cuanto se desviaban un poco de su fanatismo blues o abandonaba bandas de impacto medi¨¢tico y comercial como Cream o Blind Faith por falta de inter¨¦s. Clapton era un pura sangre de la guitarra, pero no encajaba en su ¨¦poca, hasta el punto de que la beatleman¨ªa le parec¨ªa ¡°terrible¡± y demostraba ¡°lo aborregada que estaba la gente¡±.
Tampoco encajaba en su vida. Tanto como al blues se enganch¨® al alcohol, la coca¨ªna y la hero¨ªna a medida que fue escalando en su carrera, que en los setenta empezar¨ªa en solitario. Inquieto siempre art¨ªsticamente, el guitarrista ten¨ªa habilidad para elegir canciones de otros ¡ªBob Marley, Bob Dylan, Jimi Hendrix o J.J. Cale¡ª y convertirlas en sus propios ¨¦xitos, pero su deprimente vida narcotizada le imped¨ªa idear grandes obras en conjunto. En solitario, cuesta hallar un ¨¢lbum suyo absolutamente redondo, incluso 461 Ocean Boulevard y No Reason to Cry, que contienen un esp¨ªritu muy atractivo, son considerados por su creador como trabajos donde ¡°se ve lo borracho que estaba¡±. No puede decir lo mismo de la formidable y desgraciadamente breve asociaci¨®n con Derek and The Dominos, de donde sali¨® en 1970 un disco magn¨ªfico y Layla, compuesta por al amor que sent¨ªa por Pattie Boyd, esposa de George Harrison.
La monumental belleza de este lamento camufla la preocupante obsesi¨®n de Clapton por la mujer de su gran amigo. En sus memorias, el guitarrista refleja su desesperaci¨®n, llegando incluso al acoso, como cuando la amenaz¨® con seguir inyect¨¢ndose m¨¢s hero¨ªna hasta matarse si no se iba con ¨¦l y dejaba a Harrison. Unos a?os despu¨¦s, Pattie Boyd al final se separ¨® del beatle ¡ªfan de los escarceos sexuales con otras mujeres¡ª y se uni¨® a Clapton, que, despu¨¦s de tanto, acabar¨ªa destrozando su matrimonio con ella por culpa de su alcoholismo. En el libro, el autor de Layla hace un sincero ejercicio de reconocimiento de culpa por su comportamiento con la mujer de su vida, y con tantos que le rodearon cuando empezaba el d¨ªa desayunando tres whiskys. ¡°En los peores momentos de mi vida, la ¨²nica raz¨®n por la que no me suicid¨¦ fue porque sab¨ªa que, si estaba muerto, no podr¨ªa beber. Era la ¨²nica cosa por la que merec¨ªa la pena vivir¡±, asegura.
Despu¨¦s de pasar por desintoxicaci¨®n en dos ocasiones durante los ochenta, cuando menos inspirado estuvo musicalmente, a Clapton, que ya llevaba tres a?os sin beber, le esperaba en 1991 su peor desgracia. La muerte de su hijo Conor. El peque?o de cuatro a?os se cay¨® desde un piso 53 de un rascacielos de Nueva York. Su recuerdo fue detonante de Tears in Heaven, la composici¨®n por las que m¨¢s premios recibi¨® Clapton, quien en sus memorias no incide mucho en el dolor de aquellos a?os y s¨ª en la fuerza que hall¨® en la m¨²sica, la oraci¨®n y la rehabilitaci¨®n para recuperar la estabilidad. Remata su autobiograf¨ªa con la posibilidad de redenci¨®n, esa que, en los peores momentos de su existencia, bajo un remolino de obsesiones, Mano lenta ofreci¨® a los dem¨¢s a trav¨¦s de los deleites y llantos de su irrepetible guitarra.
Babelia
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