Pl¨¢cido Domingo, aclamado en Salzburgo
El cantante act¨²a por primera vez tras las acusaciones de acoso de nueve mujeres y el p¨²blico le arropa entre bravos y ovaciones
Pl¨¢cido Domingo ha disfrutado de muchas ovaciones en su carrera. Pero pocas como la que recibi¨® este domingo en Salzburgo, donde cant¨® la ¨®pera Luisa Miller, de Verdi. Era la primera vez que pisaba un escenario desde que el 13 de agosto leyera la noticia de que nueve mujeres le acusaban de acoso en EE UU. Si hab¨ªa dudas de c¨®mo lo iba a recibir el p¨²blico en el festival austriaco, quedaron difuminadas. Fue aclamado.
De inicio, generalmente se ofrece un cumplido aplauso de cortes¨ªa antes de cada versi¨®n en concierto de las ¨®peras, como estaba programado. Ocurre cuando la orquesta, director y cantantes aparecen ante los focos. Pero al salir Domingo al escenario del Festspielhaus a las 15.00, fueron muchos los que se pusieron en pie y le regalaron algunos bravos. No hab¨ªa abierto la boca y ya se notaba que esta funci¨®n de Luisa Miller, llamada casi a ser un tr¨¢mite para ¨¦l en la temporada, se convertir¨ªa en algo m¨¢s electrizante.
Los atractivos junto a Domingo eran fuertes. Una generaci¨®n de int¨¦rpretes en la cumbre de su carrera, como el polaco Piotr Beczala en el papel de Rodolfo, la soprano georgiana Nino Machaidze, como Luisa Miller, o los bajo bar¨ªtonos, John Relyea y Roberto Tagliavini, como Wurm y Graf Walter completaban el reparto. Dirig¨ªa James Conlon y tocaba la Orquesta Mozarteum local.
Nada en la ciudad daba se?ales de altercado en un espacio acostumbrado a los esc¨¢ndalos y la fuerte divisi¨®n de opiniones en lo que toca a la m¨²sica. Reinaba una tranquilidad gris poblada de turistas. Algunos detalles indicaban que todo segu¨ªa igual en esta localidad nativa de Mozart, como de cuento tirol¨¦s. En el restaurante Triangel, un cl¨¢sico a mano para el p¨²blico y las estrellas del festival, Domingo conservaba su nombre en la carta con el postre que prefiere: tortitas con mermelada. Hacia las dos de la tarde cay¨® un chaparr¨®n. Pero la gente se acercaba a las puertas del teatro m¨¢s con ¨¢nimo de prietas las filas que de pol¨¦mica.
Tampoco Salzburgo sirve como un term¨®metro de la realidad, ni de la temperatura social. Es un foro de lo m¨¢s elitista, con sus propias reglas. Presume de sus intocables. Y Domingo lo sigue siendo desde que debutara en 1975 con Don Carlo. Llegaba en inferioridad de condiciones art¨ªsticas. Si sus colegas cantaban a las bravas, con pleno dominio de la situaci¨®n y en muchos momentos de manera brillante, el espa?ol aparec¨ªa en escena con su flecha clavada en el tal¨®n de Aquiles.
Ya el primer aplauso, sin que comenzara a sonar la m¨²sica, se la arranc¨®. El acto con que se inicia el t¨ªtulo result¨® un dechado de polisemia y dobles sentidos. De las palabras que pronunciaba Miller, el personaje y padre de la hero¨ªna rom¨¢ntica encarnado por Domingo, se pod¨ªa sacar punta. Pronto qued¨® claro que sobre el escenario se desdoblar¨ªan dos espect¨¢culos: los pasajes en los que participaba el espa?ol y la ¨®pera en s¨ª. Seguramente Friedrich Schiller y Salvatore Cammarano se lo perdonaron. El primero escribi¨® Intriga y amor, la obra de teatro que sirve de base a la pieza. El segundo fue el autor del libreto. Un texto plagado de intrigas, venganzas y cr¨ªmenes desatados por la pasi¨®n que, curiosamente, hizo pronunciar a Domingo lo siguiente en algunas arias y d¨²os: ¡°Un matrimonio debe ser de libre elecci¨®n¡±. ¡°A un seductor he acogido en casa. Juro venganza¡±. ¡°El honor, mi sagrada posesi¨®n, es lo que deseo mantener intacto¡±.
Pocas veces un concepto como el honor, de vocaci¨®n tan un¨ªvoca y absoluta, desemboc¨® en tantas ambig¨¹edades. Pero los c¨®digos de la tarde ten¨ªan su propia ley. Como el que provocaba que fueran m¨¢s mujeres que hombres las que se levantaron de inicio a aplaudir a Pl¨¢cido Domingo y las que m¨¢s bravos le dedicaron. Eso en la representaci¨®n que el cantante manten¨ªa en solitario. La que apelaba m¨¢s a la memoria del pasado convertida hoy en mito herido que al presente.
En la otra, en la ¨®pera en s¨ª, fue Beczala quien compiti¨® en ovaciones con el madrile?o. El tenor acababa de triunfar en el final de temporada del Liceu con el mismo papel de Rodolfo y en Salzburgo dio pruebas de ser hoy el artista verdiano con m¨¢s aptitudes en ese tipo de tesitura, donde Verdi comenz¨® a romper lazos con una herencia pr¨®xima al belcantismo para iniciar un camino propio.
Un rol que Pl¨¢cido Domingo bord¨® anta?o y que hoy se limita a acompa?ar desde su otra fase de bar¨ªtono. Por definirla de alguna manera. Porque la convenci¨®n actual en este cap¨ªtulo respecto a la carrera del artista es dejar que cante hasta que se canse, sin que lo que sale de su garganta sea propiamente un tono cien por cien acorde con el de la cuerda exigida para los papeles. Lo que s¨ª qued¨® claro ayer es que, lejos de da?arle, el episodio de las acusaciones, le ha dado un impulso ajeno a los aspectos art¨ªsticos.
No ha sido un verano feliz para Pl¨¢cido Domingo. A las acusaciones publicadas por la agencia Associated Press, hay que unir otro episodio familiar previo. Su nuera Samantha Domingo, divorciada de su hijo Pl¨¢cido Jr, asegur¨® en la prensa brit¨¢nica que la Iglesia de la Cienciolog¨ªa capt¨® a varios miembros de su familia y extorsion¨® durante a?os al tenor. Lo extraart¨ªstico parece querer jugar fuerte en esta etapa final del cantante.
Su ventaja es que, como estrella global, puede sacrificar sus cartas en Norteam¨¦rica y centrarse en Europa. El rigor con el que se encaran los episodios que le afectan all¨ª se juzgan con m¨¢s benevolencia en el Viejo Continente. Sus actuaciones en Filadelfia y San Francisco han sido canceladas. Parece que en este mundo de polarizaciones por doquier, el Me Too afronta una batalla cultural entre ambas partes que este domingo benefici¨® al cantante en una de sus plazas fuertes. Y demostr¨® que la l¨®gica del mundo de la ¨®pera y sus aficionados sigue siendo tan singular como imprevisible.
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