La raz¨®n y el perreo
Banda sonora del capitalismo rampante o denuncia del sistema en primera persona, el trap es el nuevo punk. Un ensayo analiza el fen¨®meno musical que ha cambiado la cultura urbana
Los artistas se parecen menos a s¨ª mismos que a su ¨¦poca¡±, leemos en uno de los atinados aforismos de este libro. Y en nuestra ¨¦poca, el trap ?es c¨®mplice de las din¨¢micas del capital? ?Es su banda sonora? La cr¨ªtica musical de izquierda ortodoxa as¨ª lo cree, y a?ade a ese reproche algunos otros, como el sexismo o el s¨ªndrome del blanco negro ¡ªy del blanco gitano¡ª. Vistos as¨ª, los traperos ser¨ªan trepas, apropiacionistas de baratillo; sus v¨ªdeos y mixtapes, s¨ªntomas de la desproletarizaci¨®n de la generaci¨®n m¨¢s reciente. En otras palabras, se le echa la culpa a Bad Gyal de que Podemos, por ahora, no haya podido.
A lo largo del ¨²ltimo a?o se han publicado dos aportaciones que matizan esas ideas y proponen otra perspectiva. En Trapologia, Max Besora y Borja Baguny¨¤ contextualizaron el g¨¦nero en el marco de los debates sobre lengua y estilo, y defendieron su informalismo como una alternativa al pop de habitaci¨®n y al letrismo po¨¦tico. Ambos son intelectuales de la hornada precedente, como lo es Ernesto Castro, con quien mantienen un fruct¨ªfero di¨¢logo. En ¨¦l, y en las entrevistas realizadas por el pensador madrile?o en su canal de YouTube, se comprueba que esas miradas transgeneracionales permiten considerar bajo otra luz los modos en que la econom¨ªa y la cultura se relacionan.
Castro hab¨ªa dado ya muestras de su talento para los estudios de est¨¦tica en su anterior ensayo, Un palo al agua. Expuso all¨ª una idea que resulta clave para su monumental an¨¢lisis del g¨¦nero: la manera en que la subjetividad, en la era comunicativa, se diluye y el yo se codifica como producto. Este proceso no lo interpreta a la manera humanista; muy al contrario, se detiene con minuciosidad en sus ambivalencias y da cuenta de su ¡°compleja simplicidad¡±. Perreando por fuera y razonando por dentro traza un mapa de la eclosi¨®n del trap y localiza sus focos irradiadores. Principalmente en Granada ¡ªcuyo papel en las alternativas a la industria quiz¨¢s hubiera merecido mayor desarrollo¡ª y tambi¨¦n en Valencia, Badalona, Mallorca y Tenerife, as¨ª como en las festividades de San Isidro y la Merc¨¨. A la vez establece una convincente cronolog¨ªa de las sonoridades urbanas. En 2013, el pico de la crisis: el paro juvenil llega al 55%. En 2014, el gran cisma entre la escena rapera y la trapera.
Esa escisi¨®n permite entender algunos rasgos distintivos del g¨¦nero. Si en Espa?a la corriente principal del rap siempre fue pol¨ªticamente comprometida y musicalmente virtuosa, los traperos, puestos de MDMA y drogas de farmacia, oponen a este paradigma el artificio del Auto-Tune y una hiperproductividad que tiene tanto de h¨¢ztelo t¨² mismo como de adicci¨®n al trabajo. Y basta ya de¡°shows perfectamente ejecutados¡±: un concierto es fiesta y karaoke, man. El trap es el nuevo punk porque, como ocurri¨® en su d¨ªa con la reacci¨®n punk contra la canci¨®n protesta, a una actitud proletaria y art¨ªstica le contrapone una pose amateur y lumpen.
Si para los veintea?eros, veintegenarios, no hay ma?ana tras la ca¨ªda de Bankia, el comportamiento de los m¨²sicos se volver¨¢, simult¨¢neamente, conformista y aceleracionista, integrado e implosivo. Dar¨¢ lugar a actuaciones y performatividades que constituyen una ¡°autodenuncia del sistema en primera persona¡± (en Yung Beef), un ¡°desmantelamiento de las ideas de competici¨®n y fama¡± (en Cecilio G.) o una reescritura de los c¨®digos de feminidad (impagable el pasaje acerca de las u?as postizas de La Zowi). A decir de Castro, quien advierte contra la costumbre de tomarse las letras al pie de la letra, no se trata solo de una caricatura de iconos y actitudes neoliberales, pero la contiene, aun cuando parece celebrarlos.
Es el caso de C. Tangana: describir su carrera como una teogon¨ªa es una de las audacias que el libro nos regala. Pues el asunto no es c¨®mo se define el trap, sino hasta d¨®nde llega su onda expansiva. Y llega lejos. Rompe la barrera que separaba el mainstream del underground. Determina el reconocimiento de los productores y la deriva profesional de las cuentas de memes. Asume una problem¨¢tica desgitanizaci¨®n del flamenco, pero tambi¨¦n politiza el twerking. O m¨¢s bien lo impolitiza, pues, como sostiene el autor, el trap es un potencial que oscila entre el nihilismo sucio y el ascenso m¨ªstico, entre rendirse a la moda y dictarla. Entre la autenticidad y el ful. Este proceso eclosiona en 2017, cuando el t¨¦rmino, saturado, se difumina y el g¨¦nero, m¨¢s poroso, se va orientando hacia el mel¨®dico consenso del pop.
Decir que este es un buen estudio de historia de la m¨²sica ser¨ªa pecar de omisi¨®n. Es asimismo un recital de sagacidad filos¨®fica, un certero tratado de sociolog¨ªa, una gram¨¢tica de la nueva est¨¦tica audiovisual y una mina de conceptos ¡ªla metam¨²sica, la ley de la obsolescencia, la memetizaci¨®n¡ª que, sin duda, habr¨¢n de sobrevivir al movimiento que tan concienzudamente describe.
El trap. Filosof¨ªa millennial para la crisis en Espa?a. Ernesto Castro. Errata Naturae, 2019. 416 p¨¢ginas. 20 euros.
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