Margaret Atwood: ¡°De forma natural me sale ser una vieja zorra malvada¡±
Mientras el mundo espera con intriga 'Los testamentos', secuela de 'El cuento de la criada', que se publica este jueves, su autora defiende el feminismo pero alerta del peligro de censurar el arte por razones morales
En la primavera de 1984, en un Berl¨ªn partido a¨²n por el Muro, una joven escritora canadiense arranc¨® con una novela en la que imaginaba que un macabro r¨¦gimen puritano, Gilead, se impon¨ªa en Estados Unidos, anulando las libertades, convirtiendo a las mujeres f¨¦rtiles en siervas, e imponiendo un feroz sistema de vigilancia. M¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s de su publicaci¨®n, El cuento de la criada ha regresado a las listas de libros m¨¢s vendidos, ha sido adaptada a una exitosa serie de televisi¨®n, que ya va por su tercera temporada, y en ninguna marcha a favor de los derechos de las mujeres faltan los h¨¢bitos rojos y las tocas blancas, descritas en la novela. La distop¨ªa de Margaret Atwood (Ottawa, 1939) ha vuelto con fuerza, y la prol¨ªfica autora ¡ªque public¨® su primer poemario en 1969 y lleva 60 libros (casi a raz¨®n de uno por a?o incluyendo ensayos, libros infantiles, cuentos y hasta c¨®mics)¡ª se ha decidido a escribir la secuela.
El final de El cuento de la criada estaba cargado de suspense (de hecho, la ¨²ltima frase es ¡°?hay m¨¢s preguntas?¡±), y la intriga sin duda tambi¨¦n ha rodeado la nueva novela, Los testamentos (Salamandra). La lectura del libro antes de su publicaci¨®n deb¨ªa de realizarse en la sede de la editorial y previa firma de un acuerdo de confidencialidad, del que no se salv¨® ni el jurado del Premio Booker, que esta semana ha anunciado que el libro est¨¢ nominado al galard¨®n. La nueva novela ocurre 15 a?os despu¨¦s del final de la primera, y en ella se intercalan los testimonios de tres mujeres: la malvada t¨ªa Lydia, que narra su propia historia, y otras dos j¨®venes relacionadas con Offred. Atwood atendi¨® a la prensa acompa?ada de una de sus agentes a finales de julio en Londres. En el Royal Overseas Club, a pocos metros de Piccadilly, vestida de negro, con un colorido pa?uelo de seda y unas deportivas, se muestra ir¨®nica y cr¨ªtica, no pierde ocasi¨®n de introducir referencias a otros libros ¡ªdesde el R¨¦quiem de la poetisa Anna Ajm¨¢tova, el compendio de diarios The Assasin¡¯s Cloak, o la nueva novela de Salman Rushdie Quijote, que ella califica de fan fiction¡ª. Atwood despliega una afilada inteligencia.
PREGUNTA. Abre Los testamentos con tres citas.
RESPUESTA. S¨ª, una de George Eliot sobre c¨®mo se percibe a las mujeres; otra de Vasili Grossman que viene a decir que b¨¢sicamente los extremos de izquierda y derecha son lo mismo, y la de Ursula K. Le Guin que afirma que libertad no es un regalo sino un trabajo duro. Esto ¨²ltimo tiene mucho que ver con los mismos motivos por los que George Orwell vuelve a ser tan popular. Las circunstancias que nos rodean se parecen m¨¢s a los a?os treinta y cuarenta, que a nada de lo ocurrido entre entonces y ahora: vemos extremismos de izquierda y derecha, pensamiento de grupo, polarizaci¨®n, demagogos tratando de generar miedo y ganar poder. Asusta.
P. ?Qu¨¦ le empuj¨® a escribir esta secuela?
R. Las cosas ocurren. Durante 30 a?os me han preguntado qu¨¦ pasaba despu¨¦s, si Offred lograba escapar, o por qu¨¦ se pierde su rastro en Maine.
P. ?Hab¨ªa algo que quer¨ªa evitar en el nuevo libro?
R. No quer¨ªa que fuera aburrido, ni una repetici¨®n de lo que ya ten¨ªamos, ni una novelizaci¨®n de la serie de televisi¨®n. ?Suficiente, no?
¡°No quer¨ªa que la nueva novela fuera una repetici¨®n ni una novelizaci¨®n de la serie de televisi¨®n¡±
P. En Los testamentos alterna voces de mujeres con edades distintas. ?Cu¨¢l fue la m¨¢s complicada?
R. La m¨¢s f¨¢cil fue la de la mujer mayor, porque de forma natural me sale ser una vieja zorra malvada [risas]. La m¨¢s dif¨ªcil, la de la m¨¢s joven.
P. ?Cambia de opini¨®n seg¨²n va escribiendo?
R. Siempre hay cambios, porque piensas que sabes lo que est¨¢s haciendo y luego resulta que no. Como en la vida.
P. ?Se ha sentido presionada?
R. Soy demasiado mayor para eso. Los autores hoy sienten presi¨®n a los 20 y a los 30 porque ser¨¢ bastante determinante para su futuro lo que pase con el libro en el que trabajan. Antes, los editores sacaban todo de un autor, funcionase o no. Creo que a Graham Greene le publicaron al menos cinco libros antes de que su editor tuviera beneficios. Luego, una vez que te convert¨ªas en alguien conocido, como Greene, todos los t¨ªtulos pasaban a ser valiosos. Hoy se pagan enormes sumas por libros que no consiguen triunfar, y los escritores se quedan estancados. Yo empec¨¦ en una ¨¦poca en la que los editores buscaban autores, no libros.
P. Ha escrito que hay novelas que embrujan a los lectores, y otras a sus escritores, y que con El cuento de la criada pasaron ambas cosas. ?Este libro la ha perseguido?
R. S¨ª, absolutamente. Hay obras que se resisten a ser solo libros y con esta novela ha sido as¨ª. Tambi¨¦n hay personajes que se escapan de las p¨¢ginas como Don Quijote, que ha pasado a ser una met¨¢fora y est¨¢ ah¨ª dando vueltas por el mundo.
P. ?Es ese el triunfo absoluto para un escritor?
R. No s¨¦, porque al final tu personaje puede acabar protagonizando el anuncio de un dent¨ªfrico. Pueden acabar apropi¨¢ndoselo por motivos que no tienen nada que ver con tu libro.
P. ?A¨²n le sorprende el ¨¦xito de El cuento de la criada?
R. Su popularidad ha dependido de lo que estuviera pasando en el mundo en general. En las ¨²ltimas tres elecciones en Estados Unidos ha subido, pero en los a?os noventa la gente dec¨ªa: ¡°Es cosa del pasado, nada as¨ª ha ocurrido, la Guerra Fr¨ªa termin¨®, v¨¢monos de compras¡±. Adem¨¢s, no tuvo tanto ¨¦xito cuando sali¨®.
P. Mary McCarthy se mostr¨® muy dura en una cr¨ªtica.
R. Ella ten¨ªa problemas de salud en aquel momento, pero no creo que le hubiera gustado en cualquier caso, porque formaba parte de una generaci¨®n que pensaba que se hab¨ªa avanzado y no iba a haber retroceso en la causa de las mujeres. Me pregunto qu¨¦ dir¨ªa hoy. En cualquier caso, hay que perdonar a la gente de cierta edad, como a m¨ª ahora.
¡°?Presionada? Soy mayor para eso. Yo empec¨¦ cuando los editores buscaban autores, no libros¡±
P. En El cuento de la criada solo hab¨ªa adultos, pero en el nuevo libro dos de las narradoras son menores. ?Hay un mensaje para las j¨®venes?
R. Es muy interesante ver lo que pasa con la segunda generaci¨®n cuando ocurre un gran cambio en una sociedad. ?Qu¨¦ pas¨® con los hijos de los bolcheviques o con los de los puritanos en Estados Unidos? El fervor suele ser cosa de los progenitores. En los a?os ochenta ten¨ªas a hijas de feministas pregunt¨¢ndose a qu¨¦ ven¨ªa tanto alboroto. Y esa es la situaci¨®n en Los testamentos entre el personaje central y su madre, que ella piensa que es rid¨ªculamente extrema.
P. ?La relaci¨®n intergeneracional de las mujeres es m¨¢s dura?
R. Estamos sintonizados con el relato de que las mujeres pelean unas contra otras, pasando por alto el hecho de que ellos pelean entre s¨ª todo el tiempo, no hay m¨¢s que leer a Shakespeare para verlo. Pero los hombres, al formar parte del grupo dominante, son vistos como individuos. En cambio, si est¨¢s fuera de ese grupo, como las mujeres, lo que hagas es visto como algo t¨ªpico de tu grupo, no como un caso particular.
P. ?Qu¨¦ opina de las nuevas generaciones?
R. Se rebelan contra la extinci¨®n, y estoy totalmente a favor. Est¨¢n forzando que los pol¨ªticos entren en el asunto. Su rebeli¨®n ha llegado en un momento crucial cuando el resto de la gente se ha dado cuenta de que la emergencia clim¨¢tica es una realidad. Y los menores de 20 tambi¨¦n se est¨¢n moviendo para impulsar el control de las armas en Estados Unidos. Aunque hay matices y excepciones, los adolescentes hoy protestan, mientras que los que tienen 30 o 40 no lo hac¨ªan a su edad, pero no hay que reproch¨¢rselo porque no era el momento hist¨®rico en que eso ocurr¨ªa.
P. ?Se abusa del t¨¦rmino feminista?
R. Si te metes en Internet y haces una b¨²squeda sobre tipos de feminismo te saldr¨¢n m¨¢s de 70. Ocurre como con cualquier ismo, porque ?qu¨¦ quieres decir con cristianismo? ?Te refieres a los ortodoxos griegos, al Papa de Roma, a los pentecostales; te refieres a gente que baila con serpientes? No puedes meterlos en el mismo saco. Lo mismo ocurre con los feminismos, son muy plurales: ?sobre qu¨¦ preguntas?
P. ?La libertad de las mujeres?
R. Es que no puedes decir ¡°feminista¡±, sino este grupo de feministas. En l¨ªneas muy generales, un cristiano es alguien que tiene a la figura de Cristo en alta estima. De manera similar, a grandes rasgos se puede decir que el feminismo sostiene que las mujeres son seres humanos y no son inferiores. Pero hay otros miles de asuntos y desacuerdos. Eso no significa que el objetivo ¨²ltimo no sea v¨¢lido, sino que hay diferencias en la percepci¨®n sobre c¨®mo alcanzarlo.
¡°El cuento no tuvo tanto ¨¦xito cuando sali¨®. Su popularidad tiene que ver con lo que pasa hoy en el mundo¡±
P. ?Se cometen excesos?
R. Claro, ?pero qu¨¦ hay de nuevo? Ya hemos estado ah¨ª, leamos la historia de la Revoluci¨®n Francesa.
P. ?Es importante denunciarlos?
R. En esto estoy con Orwell y su ¡°di la verdad¡±. Si no, lo que construyas no tendr¨¢ cimientos asentados en la realidad. La verdad es que hay todo tipo de mujeres. No pretendamos que son un tipo de ¨¢ngeles que vuelan entre las nubes. Tienen imperfecciones y fallos como el resto, ?y por qu¨¦ no deber¨ªan tener derecho a ello?
P. En Los testamentos menciona varias novelas.
R. Y todas est¨¢n en la lista de libros prohibidos: Anna Karenina, El para¨ªso perdido, tambi¨¦n los de Colette.
P. ?Le inspir¨® Colette?
R. No s¨¦ qu¨¦ quiere decir inspiraci¨®n. ?Significa, de manera muy general, que vi que escribi¨® un libro y sent¨ª que yo tambi¨¦n pod¨ªa? Antes lo hizo Jane Austen. El mundo de Colette estaba bastante alejado del lugar donde yo crec¨ª. Incluso Simone de Beauvoir y su libro El segundo sexo fueron creo muy importantes para mujeres francesas de una determinada edad, y quiz¨¢ para las europeas, pero no tanto para las norteamericanas. Tambi¨¦n Betty Friedan escrib¨ªa para una generaci¨®n que no era la m¨ªa.
P. ?A qui¨¦n tiene en mente cuando escribe?
R. Nadie sabe nunca qui¨¦n le va a leer. Es una de las cosas que tiene la literatura. Ni siquiera con las redes sociales sabes qui¨¦nes son tus lectores porque ponen en su perfil la foto de un gato y su nombre puede ser Prisi¨®n Furiosa o cualquier cosa. Mis lectores pueden ser cualquiera, hablar cualquier idioma. Tengo mucha suerte.
P. Quer¨ªa preguntarle por la revisi¨®n del canon literario.
R. ?Y qu¨¦ es el canon?
P. Parece que en los ¨²ltimos a?os hay un mayor inter¨¦s por reivindicar y descubrir a escritoras.
R. S¨ª, se publica a un abanico m¨¢s amplio de mujeres de distintos pa¨ªses y con distintas experiencias. Pas¨® tambi¨¦n en los a?os setenta y luego dej¨® de pasar. Va y viene. Est¨¢ en la naturaleza humana decir que necesitamos cambio, y luego decir que es demasiado.
P. Tambi¨¦n hay una relectura de, por ejemplo, Philip Roth, que vuelve a ser se?alado como mis¨®gino.
R. Creo que fue un fiel cronista de su tiempo [risas]. Quienes dicen eso est¨¢n siendo exageradamente presentistas. No puedes esperar que todos los escritores sean o piensen como t¨².
P. Se discute sobre las ¡°guerras morales¡± y si se deben aplicar esos criterios a la literatura y al arte.
R. Eso es un regalo a la derecha. Cuanto m¨¢s se haga, m¨¢s parecer¨¢ censura y m¨¢s munici¨®n tendr¨¢n los ultraliberales. Si quieres pegarte un tiro en el pie adelante, adelante si lo que quieres es una izquierda aniquilada por censores moralistas. Hemos visto todo esto antes, mira el estalinismo. Hay que leer m¨¢s historia. Se empieza as¨ª, y luego se piensa que hay que deshacer lo que otros han hecho. A quien dice ¡°quemadlo todo¡± hay que preguntarle con qu¨¦ piensa reemplazarlo. Y una vez que inicias la quema, el siguiente en arder ser¨¢s t¨² porque ya sentaste un precedente. De todos modos, creo que ya hemos pasado esta fase, y hoy se denuncia la cultura del enfado excesivo.
¡®Los testamentos¡¯. Margaret Atwood. Traducci¨®n de Eugenia V¨¢zquez Nacarino Salamandra, 2019. 512 p¨¢ginas. 21 euros A la venta a partir del 12 de septiembre
El cuento era real
Ya en la primera marcha de las mujeres en Estados Unidos de 2017 hab¨ªa pancartas que ped¨ªan que la obra de Margaret Atwood volviera "a ser ficci¨®n otra vez", y el clamor, o pavor, sobre la relaci¨®n entre la actualidad y El cuento de la criada no han cesado. Pero lo cierto es que Atwood, formada en historia norteamericana de los siglos XVII y XVIII, m¨¢s que hacia adelante, en su libro mir¨® hacia atr¨¢s. Una de las reglas que se impuso al escribir la novela fue no incluir nada que no hubiera ocurrido en alg¨²n momento o lugar del mundo. Los creadores de la serie de televisi¨®n, cuando avanzaron con nuevas temporadas, que iban m¨¢s all¨¢ de la trama de la novela, tambi¨¦n debieron aceptar esa misma condici¨®n. En El cuento de la criada hay cosas de la historia de la esclavitud, de los juicios de Salem, o del r¨¦gimen sovi¨¦tico, tambi¨¦n del ascenso al poder de los nazis y de c¨®mo la normalidad democr¨¢tica puede acabar sin m¨¢s. En la nueva novela, Los testamentos, tambi¨¦n hay referencias hist¨®ricas: desde un brutal centro de detenci¨®n y fusilamiento ubicado dentro de un estadio de f¨²tbol como ocurri¨® en Chile, hasta una campa?a para recuperar a un menor convertido en h¨¦roe nacional, que recuerda a Eli¨¢n, el ni?o balsero cubano. "Robar ni?os, pedir que sean devueltos y sacarles del pa¨ªs donde est¨¦ es un tema recurrente en la historia", dice.
Atwood siempre ha usado recortes de prensa, como prueban sus papeles, notas y borradores depositados en la Universidad de Toronto, pero ella a?ade que una fuente fundamental de informaci¨®n ha sido Amnist¨ªa Internacional. "Me un¨ª en 1970 y luego estuve en PEN y lo mont¨¦ en Canad¨¢". La escritora dice haber tenido siempre gran inter¨¦s por los diarios personales de cualquier periodo, porque ah¨ª est¨¢n los detalles cotidianos que busca ¡ª"averiguar c¨®mo era la ropa interior fue una de las cosas m¨¢s complicadas en Alias Grace"¡ª. Y le fascinan las historias de dobles agentes y de c¨®mo algunos libros han logrado cruzar imposibles fronteras y censuras: Kaputt, de Curzio Malaparte, que fue sacado en fragmentos por un diplom¨¢tico; R¨¦quiem, de Anna Ajm¨¢tova, que fue memorizado por varios amigos, o Vida y destino, del que Vasili Grossman logr¨® salvar una ¨²nica copia. Todos, antecedentes reales de lo imaginado en Los testamentos.
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