¡°Si escuchas una canci¨®n y te gusta inmediatamente, no envejecer¨¢ bien; con el arte sucede lo mismo¡±
Jarl Mohn, hombre de negocios, fil¨¢ntropo y gur¨² musical, habla de sus inicios en el coleccionismo y de c¨®mo est¨¢ el mundo del arte hoy
Calma y pasi¨®n no son atributos que suelan juntarse y, sin embargo, se abrazan con una naturalidad llamativa bajo la carcasa de privilegio que les ofrece Jarl Mohn? Doylestown, Pensilvania,1951). Pese a que naci¨® y creci¨® en Doylestown, un pueblo de Pennsylvania cercano a Filadelfia donde viven 8.000 personas, su historia de vida est¨¢ muy conectada con Nueva York y, sobre todo, con Los Angeles:? Mohn, 67 a?os, pasa la vida entre las dos ciudades y all¨ª, junto a su esposa Pamela, abre sus casas de par en par para que los curiosos disfruten una impresionante colecci¨®n de arte, que no por haberse enfocado en el minimalismo reniega de autores m¨¢s cl¨¢sicos. El coleccionista recibe a EL PA?S en su casa de Georgetown, distrito de Columbia, ataviado con una camisa celeste a rayas, un pantal¨®n chino beige y una chaqueta sport azul marino.
El norteamericano es un hombre con una profunda preocupaci¨®n por la cosa p¨²blica, y no lo esconde ni desde su activismo pol¨ªtico ¨Ccomo ferviente partidario Dem¨®crata¨C ni desde su actividad profesional primigenia: CEO de la gigante National Public Radio (NPR), antes tuvo tiempo de ser DJ de la WNBC bajo el alias de Lee Masters, de fundar E! Entertainment Television ¨Ccuyas alfombras rojas de los Oscar han atravesado el globo¨C?y de ocupar puestos de privilegio como ejecutivo de las m¨ªticas cadenas televisivas MTV y VH1.
La clave es observar, observar y observar. Luego, con el tiempo, aparece tu mirada personal.
La labor filantr¨®pica de Mohn se lleva a cabo desde la Mohn Family Foundation mediante un premio a las nuevas promesas otorga bianualmente junto al Hammer Museum y tambi¨¦n a trav¨¦s de aportes concretos a instituciones como el LACMA o el J. Paul Getty Trust.
¡°Es una historia embarazosa¡±, responde ¨¦l entre risas cuando se le pregunta por qu¨¦ empez¨® a coleccionar. Y agrega: ¡°Debo dar el m¨¦rito a mi esposa porque, habi¨¦ndonos mudado a una nueva casa de Los Angeles, dijo ¡®con todas estas paredes blancas vac¨ªas, deber¨ªamos poner algo verdaderamente bonito y pensar seriamente en comenzar a coleccionar¡¯. ?Pero yo le contest¨¦ que el mundo del arte estaba hecho para aprovecharse de gente como nosotros, que nos sacar¨ªan much¨ªsimo dinero y que no elegir¨ªamos obras adecuadas!¡±, rememora un hombre que dijo que ¡°todo aquel que compre cualquier pieza art¨ªstica es un h¨¦roe¡±.
As¨ª transcurr¨ªa el comienzo de la d¨¦cada de los noventa, hasta que un buen amigo que conoc¨ªa de memoria el circuito neoyorquino lo llev¨® a varias galer¨ªas, donde ¨¦l escogi¨® tres obras de un tal Larry Clark, hoy consagrad¨ªsimo fot¨®grafo, pertenecientes a una serie de adictos a la droga que gener¨® un rechazo severo en su esposa. ¡°?Cu¨¢l es el problema contigo? ?Una es de una embarazada inyect¨¢ndose en una silla reclinable, otra tiene un adicto con un rev¨®lver y otra un beb¨¦ muerto, un caj¨®n y un sacerdote! ?Esto es incolgable!¡±, le reproch¨® una muy razonable Pamela. Y no las colgaron durante a?os, aunque Jarl las compr¨® y hoy se encuentran en la casa de una de sus hijas, que casualmente naci¨® en Tulsa, Oklahoma, donde aquellas fotograf¨ªas fueron registradas. ¡°Si escuchas una canci¨®n y te gusta inmediatamente, pues posiblemente no vaya a envejecer bien. Con el arte sucede lo mismo, porque el mejor normalmente tarda en conquistarte pero, cuando lo hace, vaya si tiene fuerza¡±, asegura.
Nueve a?os despu¨¦s de aquellas fotos, una exposici¨®n de esculturas de John McCracken lo embruj¨®. Y ese hechizo no lo abandon¨® m¨¢s, porque el minimalismo ¨Ctanto contempor¨¢neo como cl¨¢sico¨C se apoder¨® de su mente, de su alma y de su coraz¨®n, hasta tapizar cada uno de los rincones habitables por donde esos tres elementos inasibles han dejado esquirlas. Una de ellas es obra de James Turrel. El resto ha sido realizado principalmente por artistas californianos y lleva la marca de f¨¢brica de quien ha convertido el conjunto en un todo coherente: el minimalismo. Esa huella, con algunas estrellas de la Costa Este y otras de la Costa Oeste, tambi¨¦n est¨¢ presente en su casa de Los Angeles. Y nada menos que Robert Irwin y Doug Wheeler son algunas de ellas.
Pero el padre de la colecci¨®n imprime su sello incluso cuando habla de arte, una disciplina en la que se ha empapado te¨®ricamente, con una formaci¨®n tard¨ªa y honda, y tambi¨¦n en el terreno pr¨¢ctico, conociendo cara a cara a los principales creadores que colecciona. ¡°Cuando los precios comenzaron a subir y las inversiones se volvieron arriesgadas, tuve la obligaci¨®n de especializarme no solo en qui¨¦n invertir, sino en qu¨¦ condici¨®n estaba la obra que quer¨ªa y en qu¨¦ serie era la m¨¢s interesante. A lo largo de mi vida he tenido asesores profesionales que me han ayudado mucho¡±, explica Mohr antes de terminar la entrevista.
¡°Me encantar¨ªa poder comprar un Stack de Donald Judd, aunque no puedo costearlo¡±,?confiesa sin pretensiones?antes de a?adir: ¡°Lo que sucede actualmente con la escena art¨ªstica en Los ?ngeles es equiparable con lo que sucedi¨® en Nueva York en los a?os cincuenta, en Par¨ªs a comienzos del siglo XX y con Florencia durante su ¨¦poca de mayor auge¡±.
Ese entusiasmo por apoyar a los artistas del lugar con el que est¨¢ m¨¢s identificado a trav¨¦s de las adquisiciones que hace y del premio a nuevas promesas se transmite en cada s¨ªlaba de esta charla, que entra en el terreno m¨¢s personal. ¡°Mi esposa es insustituible para m¨ª, pero quien toma la decisi¨®n de qu¨¦ obras coleccionar soy yo. A Pam no le gustaba el minimalismo, y ahora le encanta. Una vez me dijo, con su gran sentido del humor: ¡®?Ser¨¢ tu colecci¨®n, pero es mi inversi¨®n!¡±, declara Mohn. Y remata: ¡°Este camino es una aventura apasionante, muy distinta a lo que imaginaba. Y aunque he evolucionado, porque al principio no entend¨ªa el arte contempor¨¢neo, la constante es que soy una persona curiosa. Incre¨ªblemente, mi padre, a pesar de amar la cultura y de ser profesor, nunca me llev¨® a un museo. Sin embargo, sab¨ªa que ah¨ª hab¨ªa algo que pod¨ªa ser revelador. Por eso siempre digo que la clave es observar, observar y observar. Luego, con el tiempo, aparece tu mirada personal. Pero no es necesario coleccionar para disfrutar el mundo del arte. El solo hecho de visitar un museo durante dos horas es fabuloso¡±.
Como escribi¨® el franc¨¦s Robert Escarpit ¡°la capacidad de maravillarse, que los ingleses llaman the spirit of wonder, est¨¢ en el coraz¨®n de los hombres desde que abren los ojos a la vida¡±. Jarl Mohn, m¨¢s que nadie, lo tiene claro.?
Babelia
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