C¨®mo meter un fantasma en un submarino
Las memorias del as Teddy Suhren y la novela de terror 'The passenger¡¯, entre lo mejor de la literatura sobre sumergibles alemanes
El otro d¨ªa un amigo repar¨® en la gorra de oficial de submarinos alem¨¢n que tengo en la mesita de noche, una gorra de capit¨¢n de U-Boot, con funda blanca y la insignia del pez espada de la 9? flotilla, y me pregunt¨®, no qu¨¦ hac¨ªa ah¨ª la prenda -le parecer¨ªa indiscreto-, sino cu¨¢l es mi libro preferido del tema, del tema submarinos alemanes, se entiende.
Tengo muchos t¨ªtulos favoritos, desde As¨ª fue la guerra submarina, de Harald Busch (Juventud, 1974), con el que me inici¨¦ de adolescente en el asunto de los tiburones de acero a Wolf, U-boat Commanders in World War II, de Jordan Vause (US Naval Institute Press, 1994), pasando por el fenomenal y revelador Count not the dead, the popular image of the German submarine, de Michael L. Hadley (McGill-Queen¡¯s University Press, 1995). Pero hay dos libros que me gustan especialmente, unas memorias y una novela. Las memorias son las de Reinhard Teddy Suhren, Ace of Aces (Frontile Books, 2017), tan distintas de las de, pongamos por caso, Prien, que son las de un nazi de tomo y lomo. Suhren (1916-1984), aunque era un capit¨¢n de submarino de la flota de Hitler, y eso no se lava f¨¢cilmente ni que est¨¦s todo el d¨ªa bajo el agua, era un tipo sorprendentemente rebelde y gamberro, un verdadero antih¨¦roe, una especie de Hans-Joachim Marseille del mar, algunas de cuyas actitudes y ocurrencias no dejan de despertar simpat¨ªa. Es c¨¦lebre la ocasi¨®n en que al regresar a Brest de una patrulla de tres meses, Suhren pregunt¨® con el meg¨¢fono desde la torreta de su sumergible mientras entraba en puerto entre las fanfarrias y las flores: ¡°?Todav¨ªa mandan los nazis?¡±. Hab¨ªa que tener reda?os para hacer esa bromita, aunque te mimara Doenitz y te cobraras un mont¨®n de tonelaje en el mar.
Es verdad que el chiste y la personalidad de Suhren, que se gan¨® el sobrenombre por su forma de caminar como el famoso osito de peluche, no parecer¨ªan tan graciosos si fueras uno de los muchos marinos aliados a los que el capit¨¢n env¨ªo al fondo del oc¨¦ano con sus barcos. De hecho, gan¨® la Cruz de Caballero en 1940 (luego se la aumentar¨ªan con hojas de roble y espadas) de manera bastante excepcional, no estando a¨²n al mando de un submarino sino siendo solo oficial de torpedos, con los que era un verdadero hacha. Logr¨® un ¡°s¨²per disparo¡± a bordo del U-48 con el capit¨¢n R?ssing, tras recorrer el letal siluro 4.900 metros durante 5 minutos.
En sus memorias, Suhren, que era incapaz de resistirse a hacer bromas y jugar con fuego, recuerda vivencias como la ocasi¨®n en que durante la concesi¨®n de medallas por Hitler en la que les premiaban a ¨¦l y a Rommel (¡°esta vez Hitler le dio las hojas de roble con diamantes y no veneno¡±) le cogi¨® el bast¨®n de mariscal al zorro del desierto y se dedic¨® a saludar jocosamente a la gente con esa insignia de mando. Tambi¨¦n el famoso episodio en el que ¨¦l y su amigo Erich Topp, el tercer gran as de las profundidades tras Kretschmer y L¨¹th, asistieron a una reuni¨®n social en el Berghof organizada por Bormann y departieron y coquetearon alegremente con una chica que result¨® ser... Eva Braun. Topp intent¨® incluso lig¨¢rsela, antes de que le informaran de que era la amante de Hitler, y Suhren la sac¨® a bailar el Submarine Swing, un boogie-woogie que contraven¨ªa todas las normas del doctor Goebbels al ser una ¡°danza no germ¨¢nica¡±. Bormann observaba todo con una sonrisa de reptil encantado de que los dos inconscientes j¨®venes capitanes y h¨¦roes de guerra se metieran en la boca del lobo, y nunca mejor dicho, y se estuvieran jugando el hacer la siguiente patrulla en el frente ruso. ¡°Suhren, cada vez me caes mejor¡±, le dijo c¨ªnicamente a nuestro submarinista. Tras la guerra, el peque?o, picante e impertinente Teddy, que sobrevivi¨®, aunque su mujer se fue con un soldado estadounidense, mont¨® una pr¨®spera destiler¨ªa clandestina de Schnapps.
La novela a la que me refer¨ªa es The passenger, un absoluto descubrimiento. Y casual: estaba hablando con Frank Tallis, un prestigioso psic¨®logo cl¨ªnico brit¨¢nico especialista en el mal de amores, autor de El rom¨¢ntico incurable (?tico de los Libros), cuando me mencion¨® que adem¨¢s de una serie de thrillers ambientados en la Viena de Freud tiene esa novela de submarinos. La consegu¨ª inmediatamente y la le¨ª con fruici¨®n. ?Es sensacional! Tallis, que la ha firmado como F. R. Tallis, se ha documentado una barbaridad y leerla es realmente como estar metido en un sumergible alem¨¢n de la II Guerra Mundial. Un submarino con fantasma, por eso, porque la inmensa gracia del relato es que Tallis mezcla una can¨®nica historia habitual de guerra constre?ida y claustrof¨®bica tipo Das Boot, con el cuento sobrenatural en la m¨¢s pura tradici¨®n de M. R. James, Le Fanu o Arthur Machen.
En la novela (Picador, 2016), precedida por una frase de Jung sobre el mar y el subconsciente que es todo un leit motiv, o una hoja de ruta, subimos a bordo del infortunado U-330 (un submarino que en realidad nunca lleg¨® a navegar), del tipo VII C, mandado por el Kapit?nleutnant (Kaleun) Siegrfried Lorenz, un marino profesional y honesto que trata de hacer la guerra lo menos inhumana posible y pone por los altavoces de su sumergible m¨²sica de Cole Porter (tambi¨¦n prohibida en el Reich). Su tripulaci¨®n es de cincuenta hombres, entre ellos los habituales veteranos, novatos, el nazi, el corresponsal de guerra tipo Lothar G¨¹nther Buchheim, el marinero con gonorrea y un joven tripulante que lleva como recuerdo un sujetador de su novia. Tallis consigue crear una trama que combina lo mejor del g¨¦nero b¨¦lico ¨Chay los cl¨¢sicos ataques con cargas de profundidad y aviones (los recurrentes Sunderlands), lanzamiento de torpedos, descensos letales hasta los 260 metros, el oc¨¦ano ardiente de petr¨®leo en llamas, los gemidos del torturado metal del casco, ¡°la vaporizaci¨®n del acero y la carne entre el sonido de algo convirti¨¦ndose en nada¡±- con lo mejor y m¨¢s sutil de la historia de fantasmas cl¨¢sica. La historia que hubiera escrito Shirley Jackson si la meten en un submarino.
Al U-330 lo separa el mando? de su misi¨®n de guerra para encargarle una operaci¨®n secreta en la que est¨¢n involucradas las SS. Tienen que llevar a Brest a unos extra?os prisioneros, un oficial brit¨¢nico y un cient¨ªfico noruego especialista en runas, que les transbordan en alta mar desde un buque de superficie. Y empiezan a suceder cosas alarmantes.
La forma en que el autor describe el interior del submarino iluminado con luces rojas como el infierno, las supersticiones de los marinos, la lucha por la supervivencia y contra el terror, es magistral. Y ominosa: el submarino y el relato mismo est¨¢n sumergidos ¨Cy valga la palabra- en una atm¨®sfera espesa de presagios y mal ag¨¹ero, con hedor a humedad, a grasa, a sudor, a sitio cerrado y a descomposici¨®n. Nunca un submarino ha parecido tanto una tumba, ni la experiencia de navegar bajo las olas tan terror¨ªfica.
La historia de un submarino con fantasma tiene, curiosamente, un precedente real: en la I Guerra Mundial hubo un sumergible alem¨¢n, el U-65, al que se consider¨® pose¨ªdo por fuerzas demon¨ªacas y se lo lleg¨® a exorcizar. The passenger deja im¨¢genes poderosas, terrores indeterminados, puestas de sol de un "hemorr¨¢gico carmes¨ª", el mar entre la niebla como un sudario p¨¢lido y algunas frases que se quedan firmemente grabadas: ¡°El submarino no solo llevaba a los hombres a trav¨¦s del abismo, sino tambi¨¦n sus m¨¢s extra?os y oscuros sue?os¡±.
Babelia
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