El rock cazurro que financi¨® cine de prestigio
El ¨¦xito de Creedence Clearwater Revival apenas benefici¨® a sus m¨²sicos. Pero permiti¨® que su discogr¨¢fica se convirtiera en una pr¨®spera productora de cine
Cuesti¨®n de lealtad musical, supongo. Cada vez que encuentro referencias a Alguien vol¨® sobre el nido del cuco, Amadeus o El paciente ingl¨¦s, siento un pinchazo. Esas tres oscarizadas pel¨ªculas y las dem¨¢s que produjo Saul Zaentz (Nueva Jersey, 1921 - San Francisco, 2014), fueron posibles gracias al dinero que escamote¨® a Creedence Clearwater Revival (CCR).
Perm¨ªtanme explicar que ¡°la Creedence¡± fue un grupo importante en la formaci¨®n de nuestra est¨¦tica rockera. Sus discos se publicaron puntualmente en Espa?a, gracias a una modesta compa?¨ªa madrile?a, Marfer. Su m¨²sica cazurra, elemental, llena de resonancias profundas, serv¨ªa como proyectil contra la hegemon¨ªa del rock progresivo, mal llamado ¡°sinf¨®nico¡±. Para muchos de aquellos periodistas y radiofonistas que sentaban c¨¢tedra, se trataba de un grupo comercial (un adjetivo entonces muy, muy feo).
Y eso que, t¨¦cnicamente, CCR formaba parte de la glamurosa ola del rock de la zona de San Francisco. Pero no coincid¨ªan ni en sonido ni en origen social con sus coet¨¢neos; en realidad, ven¨ªan de un pueblo dormitorio llamado El Cerrito. Grababan para una pobretona discogr¨¢fica de jazz, Fantasy Records, que prensaba en vinilo de baja calidad y no cuidaba las portadas. Alejados de la psicodelia dominante, fueron vapuleados por la reci¨¦n nacida Rolling Stone: si Eric Clapton disolvi¨® Cream tras una cr¨ªtica feroz en la revista, los miembros de CCR deber¨ªan haberse suicidado tras leer lo que opinaba el enterado de turno respecto a su primer elep¨¦, en 1968.
Pero resistieron. A pesar de que no hab¨ªan salido de las fronteras de California, supieron evocar los barcos de ruedas del Misisipi (Proud Mary) o los pantanos de Luisiana (Born on the bayou). De alguna manera, captaron el malestar general de la era Vietnam, con canciones que denunciaban el servicio militar (¡°Fortunate son¡±) o que parec¨ªan cargadas de malos augurios: Bad moon risin, Who¡¯ll stop the rain, Run through the jungle. D¨¦cadas despu¨¦s, estos y otros temas reaparecieron en infinidad de bandas sonoras y anuncios.
Junto a esa cadena de aciertos, cometieron todos los errores profesionales posibles. Embaucados por Saul Zaentz, Fantasy se qued¨® los derechos editoriales de sus canciones. Firmaron contratos imposibles: en siete a?os, deb¨ªan entregar 180 m¨¢sters (es decir, la misma productividad de los Beatles, con la diferencia de que CCR pr¨¢cticamente solo ten¨ªa un compositor, John Fogerty). Les convencieron de que necesitaban un para¨ªso fiscal, las Bahamas: en un chiringuito de aquellas islas, el Castle Bank, terminaron millones en regal¨ªas¡que desaparecieron cuando el director del citado banco falleci¨® misteriosamente. Castle Bank, luego se rumore¨®, lavaba dinero para la CIA y la mafia pero ¡°descuid¨®¡± la contabilidad.
El grupo se deshizo en 1972: John Fogerty rompi¨® con sus compa?eros, incluyendo su hermano Tom. La carrera de John se volvi¨® err¨¢tica, incluso autodestructiva: grab¨® discos en solitario (literalmente: tocaba todos los instrumentos) y se neg¨® durante quince a?os a interpretar los ¨¦xitos de CCR, para no engordar las cuentas de Saul Zaentz. Este le demand¨® por autoplagio: supuestamente, imitaba canciones suyas pero que pertenec¨ªan a Fantasy, en un caso que estudian todos los expertos en copyright; por una vez, Zaentz perdi¨®.
Mientras Fogerty sufr¨ªa bloqueo creativo y problemas de alcoholismo, Fantasy prosper¨®. Construy¨® en Berkeley unas oficinas y unos estudios realmente imperiales. Se convirti¨® en toda una potencia discogr¨¢fica, al adquirir los cat¨¢logos de sellos como Prestige, Milestone, Riverside, Stax, Contemporary, Pablo, Specialty. Como productor de cine, Saul se especializ¨® en, digamos, pel¨ªculas de qualit¨¦, basadas en obra literarias reconocidas y dirigidas por fiables cineastas como Milos Forman o Peter Weir. Fue el primero en llevar El se?or de los anillos a las pantallas, en versi¨®n animada, conservando unos porcentajes sobre el merchandising y las siguientes pel¨ªculas de la saga que le hicieron inmensamente rico.
?Pod¨ªa haber hecho lo correcto y pactar con Fogerty? Pod¨ªa pero no quiso, a pesar de la mediaci¨®n de amigos comunes como el promotor Bill Graham. Al final, vendi¨® su negocio discogr¨¢fico al grupo Concord, que termin¨® firmando la paz con Fogerty y recuper¨¢ndole como artista de la casa. Este ha tenido que esperar a la muerte de Saul para contar su atormentada historia, en la autobiograf¨ªa Fortunate son. Se trata, debo avisar, de un libro extremadamente amargo; Zaentz est¨¢ presente en muchas, demasiadas p¨¢ginas. Buscando la versi¨®n de Zaentz, encuentro una minuciosa web corporativa donde, caramba, no aparece el nombre de John Fogerty.
Babelia
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