Due?os del mundo
Los hermanos Koch han gastado centenares de millones en financiar a candidatos extremistas hostiles a los impuestos, a los derechos sindicales y al control de emisiones
![Los hermanos Charles (izquierda) y David Koch, en 1970.?](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CZSLYGRKPFWIXD6QCC4VE6YIAA.jpg?auth=723891b5355d09b5f27853763698cf6d3cb430ae6fb1ca0c7ea1be2e9c98b8c4&width=414)
Las revoluciones emprendidas en nombre de los trabajadores y los pobres han empezado en derramamientos de sangre y han derivado tristemente en despotismo, incompetencia y corrupci¨®n. Son las revoluciones de los ricos las que tienen ¨¦xito. Le preguntaron a Warren Buffett, uno de los tres o cuatro hombres m¨¢s ricos del mundo, que si cre¨ªa en la guerra de clases y contest¨® con naturalidad: ¡°Claro que s¨ª. La hemos ganado nosotros¡±. A lo largo del siglo pasado, los movimientos revolucionarios de clase se fueron haciendo reformistas y, a fuerza de presi¨®n sindical y activismo pol¨ªtico, fueron logrando mejoras que terminaron definiendo el Estado de bienestar europeo, esa mezcla de econom¨ªa de mercado, sanidad y educaci¨®n universales, igualdad ante la ley, gobernanza democr¨¢tica e impulso de progreso que hasta hace muy poco d¨¢bamos por supuesto. Incluso en Estados Unidos, desde la ¨¦poca del new deal de Roosevelt, la crudeza extrema del capitalismo y del individualismo a toda costa se hab¨ªa atemperado gracias a las leyes que limitaban el tama?o de las grandes empresas, promov¨ªan un nivel b¨¢sico de protecci¨®n social y aseguraban, gracias a la fuerza de los sindicatos, condiciones salariales aceptables, servicios de salud y pensiones decentes para los trabajadores.
Los reformistas consideraban que las cosas pod¨ªan ir siempre a mejor, que se pod¨ªa avanzar en la igualdad y en los derechos civiles, que gradualmente, con un esfuerzo sostenido, las mujeres podr¨ªan ser iguales a los hombres y las minor¨ªas marginadas o perseguidas iban a alcanzar una ciudadan¨ªa plena. Con quienes no contaban los reformistas era con los revolucionarios. Pero los revolucionarios no eran los iluminados de la extrema izquierda, m¨ªsticos y sectarios como cristianos primitivos, adoradores de viejos tiranos y de burocracias escler¨®ticas. Los revolucionarios de verdad, los radicales sin miramiento, los adversarios m¨¢s temibles de lo establecido no eran los militantes intoxicados de catecismos ideol¨®gicos, ni los pobres que no ten¨ªan sitio en la sociedad del bienestar, ni los emigrantes forzados a jugarse la vida para huir del hambre y de la opresi¨®n. Los revolucionarios incorruptibles a toda templanza reformista han resultado ser los ricos, y con ellos, sus portavoces y propagandistas.
Hace algo m¨¢s de dos a?os Jane Mayer public¨® un estudio valiente y riguroso sobre la manera en que unos cuantos multimillonarios financiaron desde los primeros a?os setenta el vuelco te¨®rico y pol¨ªtico que llev¨® al desmantelamiento de las conquistas sociales, a las bajadas de impuestos masivas a favor de los ricos y a la eliminaci¨®n de las regulaciones que desde la ¨¦poca del new deal limitaban la capacidad de especulaci¨®n y manipulaci¨®n de los grandes bancos y de las agencias financieras de Wall Street. Jane Mayer dedica en su libro muchas p¨¢ginas a los hermanos David y Charles Koch, de los que muy poca gente hab¨ªa o¨ªdo hablar hasta entonces, pero que pose¨ªan uno de los grupos empresariales m¨¢s poderosos del mundo, y llevaban d¨¦cadas financiando c¨¢tedras universitarias, centros de estudios, campa?as pol¨ªticas, toda una maquinaria formidable dedicada a un ¨²nico objetivo: el descr¨¦dito y la anulaci¨®n de la capacidad reguladora y redistribuidora del Estado, y de cualquier l¨ªmite fiscal, social o medioambiental a la explotaci¨®n de los recursos naturales y al enriquecimiento de los m¨¢s ricos.
Dark Money es un libro instructivo y terror¨ªfico. Ahora estoy leyendo otro que da m¨¢s miedo todav¨ªa, quiz¨¢ porque se concentra en exclusiva en la historia de estos dos hermanos, Kochland, de Christopher Leonard, y del gigante empresarial que levantaron. Koch Industries tiene intereses en 60 pa¨ªses y m¨¢s de 100.000 empleados. Posee refiner¨ªas, plantas de gas natural, redes de oleoductos, f¨¢bricas de fertilizantes y de piensos, de toallitas, de papel higi¨¦nico, hasta de tarjetas de felicitaci¨®n. Entre los dos hermanos ¡ªuno de ellos muri¨® hace unos meses¡ª reun¨ªan una fortuna de m¨¢s de 100.000 millones de d¨®lares. Han gastado centenares de millones en financiar campa?as de candidatos extremistas hostiles a los impuestos, a los derechos sindicales y a cualquier tipo de control de emisiones de gases de efecto invernadero. En sus empresas han hecho todo lo posible por minar cualquier tipo de activismo sindical y han implantado m¨¦todos de control y de productividad que no dejan respiro a los trabajadores y que los fuerzan a competir los unos con los otros. A fuerza de dinero y de tr¨¢fico de influencias, hicieron fracasar la ley de protecci¨®n ambiental bastante moderada que promovi¨® Barack Obama en su primer mandato. Han financiado y organizado campa?as contra cualquier proyecto de transporte p¨²blico que se pusiera en marcha en cualquier gran ciudad americana. En los a?os ochenta se descubri¨® que Koch Industries estafaba a las tribus indias en cuyas reservas explotaba yacimientos de petr¨®leo, declarando cantidades inferiores a las que extra¨ªan; tambi¨¦n que arrojaban residuos t¨®xicos y aguas contaminadas a los bosques y a los r¨ªos cercanos a su mayor refiner¨ªa de petr¨®leo. Pagaron multas rid¨ªculas.
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WDXSAURA5XWNYOZQAMAOPV4DNI.jpg?auth=30e02ae10f94ace130a1f40ce9698415af5a41d0e352d47fb7b2b0e13344f096&width=414)
Kochland no es un panfleto. Christopher Leonard es un periodista econ¨®mico dotado de ese envidiable talento anglosaj¨®n para esclarecer lo complejo sin simplificarlo y para otorgar ¨ªmpetu narrativo a la historia del crecimiento y la expansi¨®n de un grupo empresarial que est¨¢ dispuesto a no aceptar nunca el menor l¨ªmite a la voluntad de enriquecimiento y dominio de sus due?os. En los a?os ochenta Koch Industries sufri¨® contratiempos por saltarse las leyes. La estrategia de los Koch a partir de entonces fue asegurarse de que ninguna ley se interpusiera en su camino, y de comprar a cuantos pol¨ªticos fueran necesarios para lograrlo. Son revolucionarios porque solo se conforman con todo.
Anular la resistencia de los trabajadores fue desde siempre otro de sus objetivos principales. El episodio m¨¢s triste del libro de Leonard es la cr¨®nica de una negociaci¨®n entre los directivos de una planta de tratamiento de papel de los Koch y los representantes sindicales. El sindicato est¨¢ diezmado y desmoralizado porque cada vez tiene menos miembros. Los sueldos son tan bajos que los trabajadores no pueden arriesgarse a una huelga, ni siquiera a una sanci¨®n. A la manera reformista, los portavoces sindicales buscan una modesta mejora salarial, una seguridad de que podr¨¢n mantener sus pensiones. Ni siquiera eso consiguen. Koch Industries es una empresa revolucionaria: no quieren prevalecer en la negociaci¨®n sobre el sindicato; quieren destruirlo. La productividad ha aumentado m¨¢s del 70%, pero los salarios siguen estancados y pierden valor desde hace a?os. Es 2016 y en las primarias del Partido Dem¨®crata los trabajadores sindicados votan a Bernie Sanders. Cuando llegan las elecciones, aunque la directiva sindical que no supo o no pudo defender sus derechos pide el voto para Hillary Clinton, la mayor parte de los trabajadores de la planta, vencidos, amargados, resentidos, votan a Trump.
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